26 Entonces dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y tenga potestad sobre los peces del mar, las aves de los cielos y las bestias, sobre toda la tierra y sobre todo animal que se arrastra sobre la tierra».
27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
28 Los bendijo Dios y les dijo: «Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sometedla; ejerced potestad sobre los peces del mar, las aves de los cielos y todas las bestias que se mueven sobre la tierra». Génesis 1,26-27-28
En todo relato sagrado sea de la religión o filosofía que sea, está la historia de la creación del hombre. Éste sin lugar a dudas, por lo menos desde el punto de vista religioso, fue creado por un Dios o Dioses en un determinado momento de la historia de la creación. Su motivo o motivos difieren según la interpretación de cada etnia, pero todas concuerdan en algo, el hombre como especie fue creada por decisión y voluntad divina. Ahora veamos la parte oculta de la creación del hombre, aquella que las primeras humanidades conocían y que nos fue negada en esta humanidad por los amos. El universo consciente, Dios, el Uno, el Todo, el Absoluto o como quieran llamarle, crea mediante su voluntad y la palabra (sonido), todo lo conocido (materia) que en realidad es energía, a través del código fuente de la creación, los fractales u octavas. Éstas descienden desde el universo consciente que llamaré desde ahora el primer “Do”, por medio de la luz. La primera voluntad del “Do” fue la luz, porque sin ella no habría creación, no se podría propagar la octava. Esta octava descendente (Do-si-la-sol-fa-mi-re-do) fue el primer sonido emitido por el “Do” en la materia, el verbo, la voz de Dios, a partir de ahí todo aconteció por plan divino, como una figura de piezas de dominó por la cual al caer la primera todas, las demás caen en forma sucesiva hasta terminar la figura. Pero para que esto suceda correctamente la secuencia de la octava no debe ser interrumpida ni desviada, es entonces donde entran en acción los “choques conscientes”, el primer choque consciente de la primer octava de la creación entre Do-si (Do-choque-si), es llenado por voluntad divina, el deseo del “Do” por manifestar la materia, y el segundo choque de la primer octava entre fa-mi (fa-choque-mi), es llenado por la vida consciente en el universo, el “ser”. Hasta aquí la cosmogénesis inicial, a partir de la segunda octava entran en escena los Dioses mayores (logos) creadores del universo conocido (macrocosmos), son nombrados por la filosofía tibetana como los “jardineros o formatierras” y recién en la tercera octava descendente aparecen los Dioses creadores del hombre, los Demiurgos. Estos dioses menores fueron los encargados en nuestro caso de engañar al “ser” y atraparlo en la materia mediante el revertimiento de la esfera de consciencia, son los responsables de la creación de las unidades de carbono iniciales por manipulación genética y energética. Estas primeras unidades fueron creadas en serie, no disponían de la capacidad de procreación hasta tiempo después, cuando la demanda de unidades sobrepasó la capacidad de producción y programación, decidiendo entonces su libre albedrío. Estos dioses menores son conocidos a lo largo de la historia con distintos nombres, Elohim, Yhaveh, Jehova, Allah, Anunakis, etc. Son crueles y vengativos, y usan el miedo y la ignorancia como energía de dominación, son los dioses de las religiones, son los amos que aún nos poseen, son los que representan las líneas de sangre, las unidades originales, son a los que responden los círculos de poder, los programadores, los ejecutores, los de segunda y primera línea, los gerentes de empresa, el monstruo de cuatro cabezas, etc. Parte de estos dioses menores viven aún entre nosotros, no son sólo los creadores de las unidades de carbono, también son los creadores de otras especies que usaron y usan para su beneficio y que tienen participación activa sobre nuestra sociedad.
Existen otros dioses menores que responden y respetan al “Do” cuyas creaciones son conscientes del “ser” y su línea evolutiva está acorde a la octava inicial, en nuestro caso el problema surgió por un choque no producido que dio como resultado una desviación de la octava y el comienzo de una nueva. Pero eso es otra historia, por ahora sepan que cuando digo que nuestros amos “no son nuestros creadores”, me estoy refiriendo a nuestra verdadera esencia, el “ser”, que fue creado en la primera octava por voluntad del «Do». En el caso de las unidades de carbono, nuestros amos “sí” son nuestros creadores aunque nos pese.
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