¿ES EL FINAL?

No voy a escribir sobre los sucesos de Colonia y resto de Alemania (vamos por las 700 denuncias), Suiza, Suecia, Finlandia, Noruega y en cada país europeo aunque callen. Creo que ha quedado demostrada la connivencia entre los medios y los gobiernos de turno para silenciar todo esto ante la opinión pública y no señalar a los culpables directos y por supuesto, aún menos, a los culpables de verdad de toda esta sinrazón, que está perfectamente diseñada. Pero esta vez se les fue de las manos…

¿Qué esperaba Alemania de esta gente? ¿Qué espera el resto de Europa de esta gente? Para mi, lamentablemente, no ha sido ninguna sorpresa. Lo he comentado en mis artículos en muchas ocasiones. Es gente de sociedades fracasadas, que nos implantan su estilo y su fracaso aquí. Simplemente es así. Quien los ha traído, sabía perfectamente lo que hacia. Pero para mi el problema es más profundo. Me explico y un poco como continuación a mi artículo anterior sobre el revisionismo.

El efecto moral y psicológico de culpabilidad colectiva al que nos están sometiendo los poderes de verdad, es una desmoralización y un auto-odio profundo como grupo racial. Ello lleva, sin duda alguna, a una pérdida del sentido de destino u objetivo colectivo. Dejamos de pensar que el mundo puede ser un lugar mejor para vivir o que podemos contribuir con algo bueno. Se podría escribir un libro sobre las consecuencias de la desmoralización blanca. Creo que es el factor decisivo en todo, desde la baja natalidad, el mestizaje o nuestro abrazo a música, arte y comportamientos estúpidos.

Pero lo peor y más importante consecuencia de nuestra actitud desmoralizadora es nuestra incapacidad por defender nuestra identidad étnica en los conflictos con otros grupos del planeta. Y como acertadamente dijo Michael Polignano no hace mucho, «el rechazar tu identidad en un conflicto étnico es el camino para la desposesión y extinción colectiva». Difícil discutir estas palabras. Por eso nuestros enemigos promocionan en primer lugar este punto. Nuestra moralidad nos ha convertido en enfermos, podridos, débiles y despreciables y sólo un revolución moral, lo que Nietzche llamaba “transvase de valores”, nos salvará. Hay un sentimiento de que “el pasado, simplemente, no importa”. Debemos honrar nuestra herencia, eso sí, pero nadie sano puede permitir que una parte del pasado se convierta en un lastre que impida buscar para un futuro mejor para el conjunto de la sociedad.

Si lo vemos como un organismo vital, la memoria debe ser tan selectiva como un proceso digestivo, que separa los nutrientes de lo que puede enfermarnos, absorbiendo esos nutrientes y eliminando, es decir olvidando, el resto lo más rápido posible. No hacen nada bueno en el organismo si permanecen más tiempo del necesario. Aquellos que recuerdan durante mucho tiempo las cosas negativas, como las personas con una digestión lenta, están enfermos por retener desperdicios que deben de ser expulsados. Esto es cierto para la mayoría de la gente. Los grandes hombres y grandes pueblos necesitan tener la capacidad de olvidar lo negativo y por ello pueden seguir adelante con la vida.

Cuanto más pasado, menos futuro. Cuanto más atado al pasado está uno, sobre todo al negativo, menos vitalidad se tiene y por ello menos habilidad para proyectar un futuro. Y si llevo esta analogía un paso más allá, la gente que está constantemente rascando lo negativo están tratando de hacernos comer el equivalente físico de la mierda. Tratan de envenenarnos. No sienten en su corazón nada por nosotros.

Hoy los blancos, como conjunto, somos una raza sin futuro. Los nacionalistas quieren salvar a nuestra gente, pero la amarga verdad es que no se puede salvar a todos. Somos muy pocos los que nos movemos en este sentido. Somos pocos y la podredumbre es muy profunda y la hora ya tardía.

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