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Nuestras características biológicas más sobresalientes nos distinguen claramente de otros primates, y en particular de las especies vivas más próximas a nosotros desde el punto de vista filogenético, chimpancés, gorilas y orangutanes. Además de poseer un cerebro que triplica el tamaño del que alberga el cráneo de estas especies, hemos sido capaces de disminuir el intervalo de tiempo entre el nacimiento de cada uno de nuestro hijos y llegamos a vivir más años (en promedio) aún sin disponer de tecnología médica. Estas diferencias implican que Homo sapiens necesita obtener mucha más energía del medio para desarrollar y mantener un gran cerebro, incrementar la tasa de reproducción y mantener su propio organismo durante más años ¿Cómo conseguir esta proeza biológica? Pensemos, por ejemplo, que las especies que se reproducen más deprisa de lo esperado para su tamaño corporal tienen una menor longevidad, simplemente por el hecho de dedicar una gran parte de la energía en tener muchos descendientes. No es nuestro caso, a pesar de que nuestro cuerpo es sensiblemente menor que el de los gorilas. Tenemos muchos descendientes y vivimos más que los gorilas o los chimpancés.
Herman Pontzer (Universidad de Nueva York) y un buen número de colegas de diferentes instituciones de USA, Sudáfrica, Suiza y Jamaica han unido esfuerzos para responder a estas cuestiones ¿Qué nos hace ser tan especiales?, ¿cómo hemos conseguido dedicar una gran cantidad de energía para desarrollar y mantener un cerebro tan grande? Recordemos que gastamos nada menos que entre el 20 y el 25% de toda nuestra energía metabólica basal en mantener el cerebro en actividad. Es un órgano muy caro en términos energéticos ¿Por qué tenemos una mayor longevidad que los chimpancés, gorilas y orangutanes a pesar de que conseguimos una descendencia mucho mayor en el mismo tiempo? Pontzer y sus colegas han publicado la posible respuesta a todas estas preguntas en la revista Nature (19 de mayo de 2016).
Antes de esta publicación se habían ofrecido soluciones ingeniosas, como la de Leslie Aiello y Peter Wheeler. Según estos investigadores, nuestro sistema digestivo redujo su tamaño de manera considerable cuando fuimos capaces de incluir una mayor cantidad de proteínas de origen animal en la dieta. La energía dedicada a desarrollar y mantener el sistema digestivo se habría diferido hacia el desarrollo y mantenimiento del cerebro. Además, nuestro modo de locomoción es más eficiente que el de los mamíferos cuadrúpedos y nuestra cultura social nos llevó a compartir el alimento con nuestros iguales. Todo ello podría explicar que algunas personas puedan llegar a vivir incluso más allá de los 70 años sin los recursos de la tecnología médica, a pesar de gastar una enorme cantidad de energía en sacar adelante un número elevado de descendientes. ¿Es suficiente con las explicaciones de Aiello y Wheeler?
Herman Pontzer y sus colegas consideran que la hipótesis de estos científicos, aún siendo muy coherente, no lo explica todo. Tampoco se puede recurrir al ahorro energético que supone la bipedestación. Es más, los cazadores y recolectores (como los Hadza o los bosquimanos) gastan una gran cantidad de energía en sus continuos desplazamientos para obtener alimento. Esa energía sería equiparable a la que pueden gastar los gorilas o los chimpancés en obtener su alimento. Estos primates difícilmente superan la treintena de años en condiciones de libertad. Así que ha de haber alguna explicación adicional.
Pontzer y sus colegas han realizado un enorme esfuerzo en conseguir datos sobre la energía metabólica basal y la que gastamos de manera diaria en una muestra muy elevada de seres humanos, así como en muestras de chimpancés, gorilas y orangutanes. La comparación de los datos obtenidos en las cuatro especies indica claramente que los humanos hemos acelerado de manera significativa el consumo metabólico del organismo. Esto es como decir que nuestras células son capaces de incrementar su capacidad de trabajo para proporcionar la energía extra que necesitamos para construir y mantener el cerebro operativo, así como para tener una descendencia numerosa sin comprometer la posibilidad de vivir más años que otros simios antropoideos.
Esta particular adaptación tiene sus riesgos, porque en el caso de no disponer de alimento suficiente la mortalidad de cualquier población humana se dispara de manera dramática. Soportamos peor que otras especies la falta de energía en el medio. Nos hemos transformado en verdaderos depredadores de los ecosistemas. El hecho de poder tener una descendencia mucho más numerosa y de poseer un cerebro capaz de conseguir prodigios tecnológicos nos ha llevado a crecer por encima de los 7.000 millones de individuos, y creciendo.
Por otro lado, me pregunto que relación existe entre la aceleración del metabolismo y determinadas enfermedades. Hace unos días leímos con gran interés las causas de muerte de los españoles según su edad.
Como bien sabemos, el cáncer está detrás del fallecimiento de muchos individuos, con un pico entre los tres y cuatro años y un incremento sustancial desde los 30 años, que alcanza su máximo entre los 60 y los 70 años. Esta es justo la longevidad máxima que se asume para nuestra especie en ausencia de tecnología médica. Quizá los resultados de Pontzer y sus colegas sobre la aceleración del metabolismo pueden explicar este problema tan mortífero de la salud en nuestra especie. Si es así, hemos salido ganando en algunos aspectos, pero pagamos un alto precio por ello.
José María Bermúdez de Castro
Que ironia tan poco comun , la respuesta esta en el mismo momento que se emite la pregunta.
Con mucho somos,hay excepciones,los primates Mas despreciables del planeta y me quedo corto…..
Especialmente despreciables…