Guerras híbridas y seguridad democrática

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Las guerras híbridas son en realidad algo completamente diferente a lo que la mayoría de la gente piensa que son.
Mi opinión es que, de lo que todo el mundo habla – la guerra de la información, la guerra económica, la guerra institucional – todo eso en realidad se ha practicado antes, solo que hoy en día está siendo integrando en un enfoque armamentístico.
 En cambio, mi definición de la Guerra híbrida trata de su puesta en práctica en la transición desde la Revolución de color a una guerra no convencional con el fin de buscar el cambio de régimen o el federalismo identitario en un estado objetivo.
«La Ley de la Guerra híbrida», como yo la llamo, es que «el gran objetivo detrás de cada Guerra híbrida es interrumpir proyectos de conexión multipolar transnacionales a través de diversos conflictos de identidad provocados externamente (étnicos, religiosos, regionales, políticos, etc.) dentro del objetivo de un estado de tránsito», y podemos observar en la práctica los esfuerzos de los Estados Unidos para obstruir los proyectos de integración de Rusia en Ucrania y el sabotaje de la tubería a través de Siria previamente planificada por Irán. Mirando hacia el futuro, todos los corredores de infraestructuras que componen colectivamente la red global china de Un cinturón, una ruta, también llamada la «Nueva Ruta de la Seda», son objetivos obvios y, sobre todo, la zona de enfoque estratégico que tanto Rusia como China comparten en los Balcanes y Asia central.
Ahora que he hablado acerca de lo que son las guerras híbridas, déjeme decirle cómo funcionan.
 Las ONGs y las agencias de inteligencia trabajan para cultivar grupos con fachada de sociedad política y civil en el interior de los estados objetivo, con el tiempo la construcción de estas redes puede llegar al punto de que sean lo suficientemente fuertes como para desafiar a las autoridades legítimas.
 Antes incluso de que cualquier hostilidad comience, las ONG y las agencias de inteligencia pasan su tiempo fomentando entre la población el sentido de diferencias profundamente arraigadas que por lo general se centran en alguna forma de identidad, ya sea real, imaginada o exagerada, con el fin de fabricar un resentimiento antigubernamental más intenso.
Una vez que la infraestructura social e informativa han realizado el acondicionamiento previo llega la etapa en la que los patrocinadores externos tienen confianza en su potencial para alterar la situación política en el estado objetivo, poniéndose en escena una provocación con el fin de crear un disparador ‘verosímil’ para situar en vanguardia públicamente al movimiento antigubernamental e iniciar abiertamente el esquema de desestabilización.
Si la revolución de color, o presión «suave», no llega a cosechar los dividendos deseados, entonces este movimiento se transforma en una guerra no convencional, o presión «dura», a través de una serie de etapas escaladas.
Cuando esto sucede, algunos de los revolucionarios de color se transforman en terroristas insurgentes, apoyados entonces por los estados vecinos pro-estadounidenses, ayuda que se canaliza mediante combatientes adicionales, armas y ayuda material a sus representantes.
 Vimos ocurrir este proceso en Siria, donde la fallida revolución de color de la «primavera árabe» se convirtió después en una guerra terrorista, y en Ucrania, justo antes del golpe de estado de febrero, cuando las regiones occidentales estaban en revuelta abierta contra Kiev.
Hoy en día, este patrón de acontecimientos se repite en la República de Macedonia y existe la posibilidad muy real de que estalle en el valle de Fergana en un futuro próximo. Como recordatorio a todos, esto está sucediendo con el fin de interrumpir o hacerse con el control de los proyectos clave de infraestructura en los países de tránsito pivotales, utilizando los medios interrelacionados del cambio de régimen, el federalismo identitario y el caos incontrolable.
El que las guerras híbridas sean amenazas peligrosas y apremiantes no quiere decir que sean inevitables y que no se puedan detener. Los métodos de contrarrestar esa amenaza son lo que yo llamo la Seguridad Democrática, y creo que es un campo nuevo y emocionante que requiere con urgencia más apoyo gubernamental para su desarrollo.
Hasta ahora, he identificado tres formas principales mediante las cuales las guerras híbridas pueden ser derrotadas, pero estoy seguro de que una mayor investigación revelará otras estrategias eficaces.
La primera cosa que debe hacerse con las amenazas híbridas, en el sentido en el que las he definido, es que deben ser identificadas y expuestas durante sus etapas incipientes.
Esto significa que todas las ONGs en el interior de nuestro país y en los de nuestros aliados interesados, deben ser registradas e investigada la financiación extranjera, siendo prohibidas inmediatamente todas las organizaciones que operen ilegalmente que representen una amenaza de seguridad nacional. Teniendo eso ya, hay que dar un paso más allá y crear una base de datos internacional, junto con nuestros aliados, con el fin de realizar un seguimiento de todas las ONGs y de sus actividades, ya sean legales o ilegales.
Además, tenemos que aumentar la conciencia pública sobre las tramas de los EE.UU. para fomentar guerras híbridas alentando a nuestros medios de comunicación, académicos y profesionales de la seguridad a trabajar juntos e informar colectivamente a nuestras poblaciones acerca de las amenazas asimétricas a las que se enfrentan, ya que la información anticipada y la concienciación es el medio disuasorio más fuerte para prevenir que ciudadanos bien intencionados e ingenuos sean engañados para unirse a estos peligrosos movimientos.
En segundo lugar, tenemos que asegurarnos de que nuestros representantes de seguridad son entrenados en la metodología propia para la disolución de células de guerra híbrida, sobre todo en la dispersión de Revoluciones de Color y en la respuesta a la actividad de la guerra no convencional.
 Es muy importante que manejen las perturbaciones en desarrollo con delicadeza y eviten incitar inadvertidamente una reacción innecesaria a través de respuestas desproporcionadas y de mano dura. Los instigadores suelen tratar de engañar a las autoridades para que cometan errores por descuido que puedan explotar a través de los medios sociales en la generación de una corriente de sentimiento anti-gubernamental adicional que pueda ser canalizada a través de más actividad en la calle.
Ya sea a través de estos u otros medios, su objetivo final es llevar a las calles a tantas personas como sea posible para que puedan funcionar como escudos humanos que protejan de la detención inmediata a los más violentos lanzadores de cócteles Molotov.
Finalmente, la última estrategia de la Seguridad Democrática que he descubierto es el fomento de los movimientos patrióticos en la sociedad civil para salir en gran escala y en apoyo público de su gobierno. Esto lo vemos más claramente en la República de Macedonia, donde miles de personas han protestado contra los colaboradores de la revolución de color y han mostrado al mundo que ellos no quieren ningún cambio de régimen en su país.
Es importante que los gobiernos de todo el mundo ayuden a fomentar este tipo de movimientos como defensas proactivas contra venideras tramas de revolución de color, ya que sirven como primera línea de defensa en respuesta a estas amenazas.
Por otra parte, estas tecnologías de «Revolución de color-inversa» también pueden ser practicadas por ciudadanos patriotas para presionar a sus gobiernos a no cumplir con los controvertidos acuerdos pro-occidentales. Por ejemplo, la gente en Montenegro y Serbia ha experimentado con la aplicación disciplinada y selectiva de estas tácticas para tratar de convencer a sus líderes de dar marcha atrás en sus compromisos con la OTAN, teniendo cuidado de no llamar a un cambio de régimen o a la violencia.
El uso positivo de la tecnología de la revolución de color es por lo tanto un nuevo campo de investigación que sin duda merece mayor atención.
La última cosa que me gustaría decir a todos ustedes es que Rusia tiene el potencial real de convertirse en el centro mundial para el estudio y la formación en Seguridad Democrática, y que si nuestros expertos pueden dominar estas tecnologías y adquirir una comprensión completa de cómo trabajan, podemos compartir este valioso conocimiento con nuestros aliados y aumentar nuestra importancia estratégica en el mundo.
Es posible que un día podamos capacitar a representantes militares, de inteligencia y de la sociedad civil de nuestros socios aquí en Moscú, y por lo tanto dar a nuestro país una ventaja cualitativa en la salvaguarda de nuestro futuro colectivo multipolar.
Para que esto suceda, sin embargo, necesitamos apoyo institucional inmediato para financiar proyectos de investigación relacionados y emplear en este esfuerzo a analistas calificados a tiempo completo.
Si tenemos éxito en la construcción de una infraestructura de Seguridad Democrática integrada que sea más fuerte que la revolución de color que los EE.UU. está ya construyendo, entonces Rusia puede convertirse en el líder indiscutible de la resistencia global a la Guerra híbrida.

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