«Hasta que la muerte nos separe» es una idea atractiva, pero con una tasa de divorcios de más del 50 por ciento, mucha gente, probablemente esté de acuerdo en que los seres humanos tienen un impulso biológico para no ser monógamos. Una teoría popular sugiere que, el cerebro está preparado para buscar muchas parejas posibles, es un comportamiento observado en la naturaleza. Los chimpancés, por ejemplo, viven en grupos sociales promíscuos donde los machos copulan con varias hembras, y viceversa.
Sin embargo, otros animales son conocidos por su vínculo de por vida. En vez de vivir en manadas como coyotes o lobos, los zorros rojos forman una pareja monógama, participan de sus obligaciones parentales y de la caza por igual, y siguen unidos hasta la muerte.
Para los humanos, la monogamia no está dirigida biológicamente. Según el psicólogo evolucionista David M. Buss, de la Universidad de Texas en Austin, los humanos, en general, por naturaleza no están inclinados hacia la monogamia. Sin embargo, argumenta Buss, la promiscuidad no es un fenómeno universal, las relaciones para toda la vida pueden y hacen funcionar a muchas personas.
Así pues, ¿qué distingue a las parejas duraderas? Según varios estudios, hay una serie de factores no biológicos que ayudan a las parejas a una construcción de larga duración, aquellos que se comunican abiertamente, el respeto de cada uno por el otro, compartir intereses comunes y mantener una estrecha amistad, incluso cuando la atracción deja de ser intensa.
John Gottman, un psicólogo emérito de la Universidad de Washington, desarrolló un modelo para predecir qué parejas de recién casados seguirán casados y cuáles se divorciarán, el método, según él, tiene una precisión del 90 por ciento. Descubrió que la mayoría de los divorcios suceden en unos puntos críticos después de la unión de la pareja. El primer período se produce después de siete años, cuando las parejas tienden a sentir la tensión de su relación. Después de 20 años, las parejas se pueden encontrar con el «síndrome del nido vacío«, un sentimiento de soledad que puede embargarlos cuando sus hijos dejan el hogar, causando una grieta en el vínculo matrimonial.
Un terapeuta de pareja, recientemente compartió conmigo una pregunta clave que siempre formula a sus clientes: «Háblame de tu día de boda». Una respuesta compuesta de recuerdos positivos es una buena señal. Una pareja que en vez de eso, empieza a hablar de la lluvia y del estrés, está ofreciendo una pista reveladora.
- Referencia: ScientificAmerican.com, 21 de noviembre de 2011, por Chelsea Brennan
- Autora: Jeannine Callea Stamatakis es profesora en varias universidades en el área de San Francisco.
- Traducido por Pedro Donaire
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