LA HUMANIDAD SE DIVIDIRÁ EN DOS CASTAS: UNA ÉLITE QUE VIVIRÁ 200 AÑOS Y OTRA QUE VIVIRÁ 50 AÑOS, SEGÚN YUVAL NOAH HARARI

El historiador Yuval Noah Harari se ha convertido en uno de los escritores más influyentes del mundo, quizás demasiado influyente. De cualquier manera Harari es uno de los escritores más leídos en el mundo y es enormemente popular entre los ejecutivos de Silicon Valley, ya que escribe sobre todo sobre el futuro de la humanidad en relación a la tecnología. En su libro Homo Deus, Harari planteó la inquietante posibilidad de que en las siguientes décadas,  una élite tecnoeconómica empezaría a dedicarse al aumento de sus capacidades cognitivas, a la extensión de su vida y a la búsqueda del placer perpetuo. Los sueños del transhumanismo se estarían acercando, independientemente de que se pueda o no crear máquinas conscientes. Pero dicha singularidad tecnológica lógicamente no será, de suceder, más que una continuación e incluso una exacerbación de la desigualdad actual. En Homo Deus escribe:

El tecnohumanismo conviene en que el Homo sapiens, tal como lo conocemos, ya ha terminado su recorrido histórico y ya no será relevante en  el futuro, pero concluye que, por ello, debemos utilizar la tecnología para crear al Homo Deus, un modelo humano muy superior.

En una entrevista reciente con el diario La Vanguardia, Yuval Noah Harari, que se encuentra promocionando su libro 21 lecciones para el siglo XXI, habló sobre esta brecha en ciernes. Utilizando la biotecnología:

A lo mejor parte de nosotros vivirá hasta los 200, pero la raza humana se va a dividir en castas biológicas. Grandes diferencias no solo en la esperanza de vida -unos que viven hasta 200 y otros que viven hasta 50-, sino también diferencias en sus capacidades. Capacidades físicas, mentales y emocionales. En el momento en que puedes descifrar la biología humana, los tipos de manipulaciones que puedes hacer con esto son casi ilimitadas. Puedes quedarte en el nivel del cuerpo y cambiar la carga genética, cambiar los sistemas orgánicos del cuerpo, puedes juntar el cuerpo orgánico a partes no orgánicas y crear ciborgs, desde manos biónicas hasta sistemas inmunológicos de millones de micro robots, que circulan por el cuerpo y refuerzan el sistema el sistema inmunológico orgánico. Hasta conexiones directas entre el cerebro y el ordenador, navegar en internet con la conciencia, almacenar parte de tu memoria en un almacenamiento externo. Usar diferentes capacidades que están colocadas en la nube, no en ti, o en alguna red. En el momento que se abre la puerta en la cual nosotros sabemos cómo conectar el cerebro a un ordenador, lo que hay detrás de la puerta nadie tiene ni una remota idea.

Más allá de que muchas de estas ideas son especulativas, sí resulta evidente, pues ya lo empezamos a vivir actualmente, que la tecnología permitirá aumentar la longevidad y aumentar en cierta forma también las facultades humanas. Lo que no es evidente es que este aumento será democrático, ni mucho menos. Como el mismo Harari señala en un artículo en The Atlantic, nos estamos preparando para la tiranía de la inteligencia artificial, no porque ésta vaya despertar a la conciencia autónoma, sino porque será seguramente utilizada por grupos selectos de individuos que la utilizarán para sus propios intereses. La realidad es que mientras que la tecnología sea muy superior a nuestra propia conciencia moral, la tecnología se convierte en una herramienta de tiranía, como el mismo Harari dice.

Alguien que seguramente merece ser leído más que Harari, el teórico de medios Douglas Rushkoff, escribió un artículo recientemente sobre este mismo tema, sugiriendo que para la élite financiera la tecnología es vista fundamentalmente como una forma de escapar; un subterfugio que les permitirá librarse de las incipientes catástrofes globales. Rushkoff ha sugerido que el deseo de trascender la condición humana del transhumanismo es también una deshumanización. La trascendencia no sólo implica superar el sufrimiento y la muerte -si es que tal cosa es posible-; implica también, seguramente, trascender «el cuerpo, la interdependencia, la vulnerabilidad y la complejidad» y quizás también la compasión. Y dicha trascendencia parte de la noción, tomada como verdadera por el transhumanismo, de que los humanos somos reductibles a nada más que «objetos de procesamiento de información». Según Rushkoff:

Entre más comprometidos estamos con esta perspectiva del mundo, más veremos a los seres humanos como el problema y a la tecnología como la solución. La más pura esencia de lo que es ser humano se trata cada vez menos como un feature y más como un bug[menos como algo a destacar y más como un error a eliminar]. No obstante los sesgos que se les incrusta, se declara que las tecnologías son neutrales. Cualquier comportamiento que inducen en nosotros es sólo un reflejo de nuestros núcleos corruptos. Es como si nuestra innata humanidad salvaje fuera culpable de nuestras dificultades. De la misma manera que la ineficiencia de un mercado local de taxis puede «solucionarse» con una app que lleva a la bancarrota a los conductores humanos, las irritantes inconsistencias de la psique humana pueden corregirse con un aumento digital o genético.

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