Con lo que no contaban los franceses era con la guerra de guerrillas, una táctica que había dado buenos resultados durante la dominación romana, y que puso en jaque a un ejército claramente superior, tanto en recursos como en veteranía.
Un banquete muy especial
En la comarca malagueña de Ronda se reunió un batallón de franceses dispuestos a acabar con los campesinos de la serranía. Los lugareños, que no se dejaban amilanar con facilidad, decidieron agasajar a los gabachos con una opulenta cena a base de conejos a la brasa.
Los soldados devoraron la carne y bebieron a placer el vino de la comarca. Después del opíparo banquete bailaron al son del cante andaluz a la luz de las hogueras. Poco a poco el sopor se adueñó de ellos y la sombra del sueño se extendió por el campamento. A la mañana siguiente la mayor parte del batallón estaba muerto, el resto intoxicado.
Tan bella como tóxica
La responsable no era otra que la adelfa (Nerium oleander), una planta ornamental también conocida como «laurel de campo» o «laurel de jardín», una planta tóxica que vive en los bosques mediterráneos. Su nombre en griego guarda relación con Nereus, el padre de las Nereidas.
La adelfa es de porte arbustivo, de floración aromática y de rápido crecimiento, que apenas necesita agua para su mantenimiento, y que se emplea para poblar las medianas de las carreteras de nuestro país. Sus flores son grandes, con cinco pétalos, de simetría girada y unidos por la base.
La totalidad de la planta contiene toxinas, especialmente olandrina, que guarda gran similitud con los heterósidos digitálicos. Ya en época romana el médico Dioscórides la describía como una planta cuyas hojas y flores resultaban ser un veneno mortífero para los perros, los mulos y muchos animales cuadrúpedos.
Entre las cuatro y las doce horas después de la ingesta de adelfas aparecen vómitos, diarrea, que puede estar acompañada de sangre, alteraciones del ritmo cardiaco y sensación de vértigo. En los casos más severos la sintomatología termina en parada cardiorrespiratoria. Se piensa que las adelfas más tóxicas son las que tienen flores rojas.
Sus hojas son ricas en saponina, un potente tóxico, capaz de provocar la muerte de cabras y ovejas. También es peligroso utilizar la madera de adelfa como leña, para encender el fuego o cocinar, ya que también sus humos son perjudiciales para la salud.
Una última curiosidad, dedicada a los amantes del séptimo arte: en la película «La flor del mal» (2003) la atractiva y arrogante Ingrid –interpretada por Michelle Pfeiffer- decide envenenar a su amante con adelfas.
Pedro Gargantilla