La tecnología cambia el lugar de trabajo de maneras mucho más sutiles que con temibles robots que roban trabajos.
En 1978, un estudiante de la Escuela de Negocios de Harvard llamado Dan Bricklin estaba sentado en un salón de clases, observando a su profesor de contabilidad rellenar filas y columnas en la pizarra.
Cada vez que el profesor cambiaba una cifra, tenía que reformar la cuadrícula hacia abajo y los lados en el tablero, borrando y reescribiendo otros números para hacer que todos los resultados estuvieran correctos.
Eso era lo que hacían también los empleados de contabilidad de todo el mundo todos los días en las hojas de cálculo de sus libros de contabilidad.
Era un trabajo aburrido y repetitivo.
Las hojas de cálculo tenían una extensión de dos páginas en el pliegue abierto del libro de contabilidad.
Las hojas de cálculo maestras resumían y registraban los resultados de hojas de cálculo independientes, consolidándolos.
Cambiar cualquiera de los datos en esa cadena resultaba en horas de trabajo con un lápiz, borrador y una calculadora.
Como muchos estudiantes de escuelas de negocios, Bricklin había tenido un empleo antes de ir a la universidad: había trabajado como programador en Wang y DEC, dos grandes firmas de computación de los años 70.
¿Por qué demonios hacen esto en una pizarra o en un libro de papel, se preguntó, cuando pueden hacerlo en una computadora?
Así que escribió un programa para la nueva computadora personal Apple II: una hoja de cálculo electrónica.
Su amigo Bob Frankston lo ayudó a afinar el software y, el 17 de octubre de 1979, VisiCalc salió a la venta.
Casi de la noche a la mañana, fue una sensación.
Otros programas financieros y contables habían existido por mucho tiempo, pero VisiCalc fue el primero con la interfaz moderna de hoja de cálculo.
Se le considera como la primera «killer app«, que literalmente se traduce como «aplicación asesina», y denomina a un programa de software tan esencial que comprarías una computadora para poder usarla.
Como señala Bricklin en su sitio web, Steve Jobs reconoció más tarde que VisiCalc había «impulsado a Apple II al éxito que logró».
En pocos años, muchos contadores y dueños de negocios dividieron su experiencia profesional en dos períodos: antes y después del advenimiento de la hoja de cálculo electrónica.
Como era de esperar, no pasó mucho tiempo antes de que VisiCalc tuviera un nuevo y poderoso rival: Lotus 1-2-3.
En 1988, el diario New York Times informó que Lotus había dominado el mercado de hojas de cálculo durante 5 años, luego de haber destronado a VisiCalc «cuya participación dominante en el mercado de las computadoras personales parecía invencible».
El New York Times también describió a otros retadores recién llegados, incluyendo un programa llamado Microsoft Excel.
Pero la verdadera lección de la hoja de cálculo no es acerca del vaivén de los monopolios, sino sobre cómo la tecnología cambia las cosas.
Una revolución
Es un cliché aquello de que los robots nos van a robar nuestros trabajos. Pero la historia nunca es tan simple, como lo demuestra precisamente la hoja de cálculo digital.
Y es que si el concepto de un contador robot significa algo, seguramente significa VisiCalc o Excel.
Estos programas dejaron sin trabajo a cientos de miles de empleados de contabilidad.
Es cierto que VisiCalc fue revolucionario. Es cierto que era más eficiente que un humano.
Según el podcast Planet Money de NPR, la emisora pública nacional de EE.UU., sólo en ese país hay 400.000 empleados contables menos que en 1980, el primer año completo en que VisiCalc salió a la venta.
Pero Planet Money también descubrió que había 600.000 empleos más para contadores.
Después de todo, hacer cuentas se volvió más barato, más versátil y más poderoso, así que la demanda aumentó.
El punto no es realmente si 600.000 es más de 400.000: a veces la automatización crea puestos de trabajo y, a veces los destruye.
El punto es que la automatización transforma el mundo del trabajo de una manera mucho más sutil que «un robot tomó mi trabajo».
En la era de la hoja de cálculo electrónica, las partes repetitivas y rutinarias de la contabilidad desaparecieron. Lo que permaneció, y de hecho floreció, es lo que requiere más criterio, más habilidades humanas.
La hoja de cálculo electrónica creó industrias completamente nuevas.
Hay innumerables trabajos en las altas finanzas que dependen de explorar diferentes escenarios numéricos: ajustar los números y observar cómo las columnas se ajustan automáticamente.
Estos trabajos apenas existían antes de la hoja de cálculo electrónica.
En todo tipo de sectores
Otro ejemplo es la Unidad Jennifer, un auricular que dirige a los recolectores de productos en grandes almacenes impartiendo instrucciones que han sido divididas en pasos a prueba de idiotas.
La Unidad Jennifer despoja a esa tarea no especializada de su último elemento ligeramente interesante.
La hoja de cálculo funciona a la inversa: elimina las tareas más aburridas de un trabajo intelectualmente exigente.
Consideradas juntas, las dos tecnologías muestran que lo que la automatización elimina son los fragmentos fácilmente automatizados, lo que permite a los humanos adaptarse al resto.
Eso puede hacer que el trabajo humano sea más interesante, o que destruya más el alma, todo depende.
En contabilidad, hizo los trabajos humanos más creativos.
Y lo que hizo la hoja de cálculo electrónica para la contabilidad y las finanzas es un presagio de lo que vendrá para otros trabajos de cuello blanco.
Los algoritmos pueden producir historias de rutina sobre informes de ganancias corporativas de forma más rápida y económica que los periodistas humanos.
Algunos maestros usan tutoriales en línea para para identificar dónde están teniendo dificultades y así ayudarlos a progresar.
Un médico a veces puede ser reemplazado por una aplicación de diagnóstico.
La cirugía robótica es cada vez más común y puede permitir una mayor precisión, flexibilidad y control que las técnicas convencionales.
Los bufetes de abogados utilizan «sistemas de ensamblaje de documentos» que le hacen preguntas a los clientes y luego redactan contratos legales personalizados.
Es fácil concluir que esta tendencia se extenderá a otros sectores.
Pero no debemos ignorar la otra advertencia que la hoja de cálculo electrónica tiene para ofrecer.
Podemos pensar que hemos delegado un trabajo de rutina a una computadora infalible, pero de hecho simplemente hemos adquirido una palanca con la cual magnificar el error humano a una escala dramática.
Un ejemplo es un caso en el que a los solicitantes que no obtuvieron un puesto de alto rango en la policía les les ofrecieron el cargo: eso sucedió porque alguien clasificó una columna pero no la adyacente.
O cuando dos economistas destacados, Carmen Reinhart y el ex economista jefe del FMI, Ken Rogoff, pasaron la vergüenza de que un estudiante descubriera un error en una hoja de cálculo en una publicación económica influyente.
Reinhart y Rogoff accidentalmente omitieron varios países porque olvidaron arrastrar el cuadro de selección de fórmulas cinco celdas más.
Si les pedimos a las computadoras que hagan lo incorrecto, lo harán con la misma velocidad y eficiencia que lo correcto.
Esa es una lección que parece que estamos condenados a seguir aprendiendo.
Tim Harford escribe la columna «Economista clandestino» en el diario británico Financial Times. Este artículo está basado en la serie 50 Things That Made the Modern Economy del Servicio Mundial de la BBC. Haz clic para encontrar más información sobre las fuentes del programa y escuchar todos los episodios o suscribirte al podcast de la serie.