«Esta es una era de desorden cada vez más grande.
El desorden es de naturaleza global, pero la manera de experimentarlo es, para la mayoría de la gente, marcadamente personal:
creciente violencia e imaginación de la violencia,
cada vez más temor a la catástrofe,
a las enfermedades,
a los asesinos en serie,
a la desocupación,
a la bancarrota
y a la pérdida de la propiedad.
Se trata de una era de creciente movilidad descendente, un mar cada vez más grande de pobreza que rodea pequeñas islas de lujo yuppy.
Se escriben libros y artículos sobre el capitalismo desorganizado, y las desarticulaciones entre los procesos globales y las fragmentadas y fracturadas modernidades.» escribió el antropólogo Jonathan Friedman en 1994 (Identidad cultural y proceso global).
«Se expondrá aquí que ese desorden es marcadamente sistémico, o sea, tiene un orden propio que puede entenderse y es predecible.»
«Los fenómenos en los que hoy estamos tan envueltos se produjeron incontables veces en el pasado, suscitados por procesos similares. Tanto la integración de grandes sectores de la población mundial a sistemas imperiales y sus culturas hegemónicas como la desintegración ulterior de esos sistemas y la fragmentación cultural, experimentada como un renacimiento local, en los imperios declinantes, son fenómenos antiguos y a menudo violentos.»
«A lo largo de las últimas dos décadas hubo una descentralización generalizada y bastante masiva de la acumulación de capital en escala mundial (…) aparecieron varios nuevos centros de expansión económica, a la vez que los centros más antiguos declinaban. (…) Este cambio adoptó la forma de una nación fragmentada en las etnicidades que la componían o en otras completamente nuevas, y hasta el propio estado nación se etnificó. Las políticas oficiales respecto de las minorías pasaron de la asimilación al multiculturalismo.«
Según Friedman, «el establecimiento de un orden global o regional puede generar mucho desorden local». Pero «el desorden global muy bien puede significar orden nacional, orden étnico y orden religioso.» Así, aparecieron
nuevas identidades étnicas, nacionalistas, religiosas, fundamentalista, indígenas, que forman parte de un proceso de fragmentación de la hegemonía occidental y su modelo de identidad de la modernidad.
«Por ejemplo, la población de indios norteamericanos pasó de setecientos mil en 1970 a un millón cuatrocientos mil en 1980. No se trata de un dato de la biología, sino de la identidad. Hay, además, cinco nuevas tribus. De modo que el anhelo de raíces se satisface rápidamente con su proliferación como secuela de la decadencia del modernismo.
En la década pasada hubo un renacimiento verdaderamente notable de las identidades culturales.»
Son realidades construidas socialmente, puntualiza Friedman, pero «ese hecho no las hace falsas o ideológicas si advertimos hasta qué punto toda identidad es construida. La identidad sólo es falsa para quienes no tienen ninguna o se sienten tan alienados de cualquier identidad particular, que nunca podrían soñar con participar en esa mistificación cuasi religiosa.»
Y para entender esto, hay que conocer lo que supuso la modernidad misma.
En la modernidad, la identidad, el yo, se separa del discurso cosmológico, de la red social más amplia, y del status fijo, de manera que, en teoría, «cualquiera podía mostrarse como una baronesa, un rey o un carnicero. El café se convierte en el ámbito donde pueden interactuar personas cuyos antecedentes y posición social no están marcados con claridad. Se trata de un lugar donde pueden ponerse en práctica identidades alternativas y la adscripción es reemplazada por el logro. Crea el escenario donde ya no hay una relación unívoca entre yo e identidad social. El teatro se libera de su anterior función circense y se transforma en una verdadera escena para la representación de piezas. El teatro es el lugar a donde pueden ir nuevas multitudes, al igual que en el café, socialmente no muy definidas, y vivir experiencias distintas de las propias. Experimentan así la otredad. Aparece la novela como forma popular de cultura. La lectura se limitaba en un principio a la arena pública. Las novelas se leían en voz alta y se consideraba incorrecto leer en forma privada. Finalmente, la novela se convirtió en la salida de la fantasía privada. Con ella era posible introducirse por completo en otra vida.
La modernidad es fundamentalmente el surgimiento de la «otredad» como situación permanente, en la cual
el «yo» nunca se defíne y siempre hay otras posibilidades de identidad y existencia. Este es un mundo donde lo privado se convierte en lo real, y lo público, en lo artificial o construido. (…) La
oposición entre lo privado y lo público asume su forma específica en ese período (…)»
«El yo social no es ni natural ni adscripto. Es un yo alcanzado, desarrollado, construido, que cambia y se desarrolla. La otredad acarrea progreso o evolución: seguir adelante, aprender más, llegar a ser mejor, más eficiente, más sabio o lo que fuere.» «La autosuficiencia y la orientación introspectiva niegan el orden existente a fin de ir más allá.» «Aquí tenemos la clave: «La cosmología del modernismo es el evolucionismo.»
«Todo ese desarrollo fue en gran parte una consecuencia de la expansión de Occidente, la exploración y dominio de grandes regiones del mundo y su integración al centro europeo emergente, la desintegración de las anteriores formas de vida tradicionales en el centro, una creciente individualización y urbanización…»
«Al moverse entre continentes y modos de vida, a menudo en el exilio, en un mundo de diásporas, puede surgir una identidad que se esfuerce por abarcar toda esta variación y aparente mezcla. Esta es una identidad fundada en formas cambiantes de acceso al mundo, un inseguro modernismo sin raíces.«
«El modernismo depende de una expansión real para mantenerse como estrategia. Necesita un futuro. Necesita movilidad, tanto individual como social.»
El resultado es el sujeto vacío, capaz de todo pero que no se satisface con nada, el «corredor de fondo» que depende de un contexto externo. Porque tiene que haber una fe en el futuro. Tiene que haber un lugar a donde ir.
«Cuando las condiciones económicas y políticas del modernismo se debilitan, éste entra en crisis. Junto con la movilidad desaparece el futuro. El desarrollo se presenta más bien como desastre y se inicia una búsqueda de identidades alternativas.»
Aquí entra la tendencia a la seguridad y hasta la salvación que la
identidad tradicionalistaaporta, una identidad fija y adscripta, un medio para comprometerse en una colectividad más amplia y un conjunto de pautas, valores y reglas para la vida. En esos períodos de crisis, el tradicionalismo se expresa en el
deseo de raíces, la etnificación del mundo, el surgimiento del «cuartomundo», el regreso a la religión y los valores estables. El problema es que, a la vez,
«en tiempos como esos, todas las polaridades se polarizan.»
Sentimos que «lo primitivo ha comenzado a cercarnos, desde adentro y desde afuera. Puede expresarse en la cultura del horror y el miedo, que adoptó diversas formas en el arte popular, pero también en el temor real al Otro.»
«En cierto sentido, esto puede apreciarse como una estimulante liberación de la
diferencia cultural, una verdadera sinfonía de la variación humana. Esa fue la reacción de algunos antropólogos. Pero aquí están en juego cuestiones más profundas, la principal de las cuales es el hecho de que la identidad cultural no es sólo un juego para quienes se encuentran implicados en ella, sino una estrategia sumamente seria de supervivencia psíquica y social. En su forma étnica, la identidad cultural no es una mera cuestión de estilo de vida indefinidamente intercambiable, como lo expresaría un modernista. Por el contrario, la identidad étnica es una cuestión de sacrificio del yo en favor de un proyecto social más grande.»
«No se trata, entonces, de una mera cuestión de cultura, sino del compromiso del yo en proyectos de individualidad social»
Un ejemplo claro de la crisis de la modernidad es hasta qué punto la actividad científica es un proyecto social y no una facultad natural o un procedimiento autoevidente para la producción de verdad. «En su lugar se coloca la sabiduría, la conversación edificante y un pluralismo de mundos culturales, una completa relativización de los discursos que proponen mundos posibles. Si hay aquí
un desorden, reside en la falta de todo principio de orden que enlace proposiciones y discursos, esto es, en la ausencia de criterios de discriminación.»
«Cuando esos criterios se eliminan, el espacio antes organizado jerárquicamente se aplana ytodas sus voces adquieren un valor equivalente. Esa proliferación de voces potenciales es, pues, paralela a la proliferación de identidades a que nos referimos anteriormente: otras medicinas, otras sabidurías holísticas, otras formas de comprender la naturaleza: todas invaden el campo antes autolimpiante del pensamiento racional y la identidad desarrollista modernista»
El mundo ya no se ajusta a la estructura de deseos del sujeto. En última instancia, la situación se transforma en una intolerable sobrecarga depresiva que amenaza la supervivencia psíquica. En este estado cobra gran importancia el narcisismo clínico, una situación en que la persona depende cada vez más de la mirada del otro para asegurar su propia existencia.»
«El sujeto pierde su proyecto de vida personal y se vuelve cada vez más dependiente de los otros significativos para sobrevivir existencialmente.»
«Aunque elimina el proyecto del yo y sumerge al individuo en los dictados del grupo, proporciona al mismo tiempo un nuevo significado en la vida y una seguridad ontológica.»
http://unaantropologaenlaluna.blogspot.com/2019/08/la-trampa-de-la-diversidad-las-nuevas.html
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