El zapato azul

Adaptación del cuento “La fábula del zapato” incluida en el libro “Los 88 peldaños de la gente feliz” de Anxo Pérez.

Hace muchos años vivió en un reino lejano una joven que un día, corriendo por el campo, se hizo, sin percatarse de ello, una herida debajo del tobillo derecho.

Eran las fiestas del reino y, ese mismo día, la joven pensaba asistir al baile que se celebraba por la noche.

Con gran ilusión, se puso su vestido favorito y sus zapatos azules de tacón alto. Al ponérselos comprobó que el zapato derecho le hacía daño, así que con un martillo golpeó la parte interior del zapato, pero por más que lo golpeó y deformó, el zapato seguía haciéndole daño y lo descartó. Probó con varios pares de zapatos y repitió el mismo proceso. Los maldijo y pensó que estaban mal hechos, hasta que descubrió la herida que tenía debajo del tobillo. La curó y, como por arte de magia, ningún zapato le hacía daño.

Unos años más tarde, la joven, que tenía un temperamento desmesurado, conoció al que fue su primer novio. Ambos se querían mucho, pero ella, a menudo, era incapaz de controlar su carácter y le gritaba para que cambiase y actuara de la forma que ella quería. Durante uno de estos episodios, el novio decidió que no podía continuar con la relación. La joven lloró desconsolada y llegó a la conclusión de que la personalidad de aquel hombre era incompatible con la de ella.

—Tengo que encontrar al hombre adecuado para mí —refunfuñó convencida.

Llegó el segundo novio, luego el tercero, el cuarto y el quinto. Con todos ocurrió lo mismo y fracasaron todas las relaciones.

—Todos los hombres son iguales —concluyó.

Un día recordó su zapato azul, los pares de zapatos que maldijo porque ella había llegado a la conclusión de que estaban mal hechos… Y recordó el día que descubrió que el problema no lo provocaban los zapatos, sino la herida que tenía en el pie.

Ese día se abrieron sus ojos y lloró desconsoladamente:

—He actuado con mis novios igual que con mis zapatos. Los he golpeado con mi temperamento, igual que golpeé mis zapatos con el martillo, sin darme cuenta de que el problema en nuestra relación no lo causaban ellos.

Desde ese día empezó a trabajar para sanar las partes de su personalidad que la llevaba a lanzar ataques, a modo de martillazos, intentando hacer cambiar a los otros. Dejó de descartar a las personas por considerarlas inadecuadas. ¿Y qué sucedió?…

Ella sanó sus heridas y en su vida apareció un joven del cual se enamoró y, aunque no era perfecto, nunca pretendió que cambiara.

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