La no-dualidad en el budismo tibetano

por Lama Rinchen Gyaltsen
Paramita

Todas las tradiciones tibetanas, en términos generales, forman parte de la misma escuela filosófica, cuyas bases se encuentran en las obras del noble Nagarjuna (150-250 EC).

Este erudito indio, tras estudiar todas las enseñanzas del Buddha y realizarlas en su práctica meditativa, articuló sus claves filosóficas en lo que se conocería como la escuela madhyamaka («Camino del Medio»), cuya filosofía, de acuerdo a los tibetanos, es la más sublime y precisa del universo.

La filosofía madhyamaka propone que la realidad tiene dos facetas. Por una parte está la perspectiva de la verdad relativa, que acepta las convenciones humanas y la funcionalidad de los fenómenos. Por otra parte, y simultáneamente, está la perspectiva de la realidad última, en la que todo fenómeno, tanto subjetivo como objetivo, carece de existencia inherente, independiente y eterna.

Aunque la filosofía madhyamaka exige muchos años de cuidadoso estudio para comprender sus sutilezas, podemos introducirnos en su profunda visión de la realidad mediante tres niveles, cada uno más sutil que el anterior:

  1. impermanencia
  2. interdependencia
  3. vacuidad
1. Impermanencia

La impermanencia se refiere a la transitoriedad de todos los fenómenos, tanto objetivos como subjetivos. Estudiar, reflexionar y meditar en ella nos pone en contacto con la fluidez de la realidad, donde nada permanece estático. La aceptación del incesante cambio, a su vez, nos lleva a vislumbrar no solo la semilla transformándose en una planta, sino la red de condiciones que colabora en producir la percepción de «planta».

2. Interdependencia

La interdependencia se refiere a una percepción dinámica de la realidad que aprecia la vasta y fluida red de condiciones detrás de todos los fenómenos. Nada está aislado ni es autosuficiente, sino que necesita una multitud de causas y condiciones para surgir, permanecer y desaparecer.

Consideremos, por ejemplo, una manzana. Cuando tenemos una delante, esta parece independiente a nosotros, los observadores, pero en realidad está ahí gracias a:

  • los rayos de sol, agua y nutrientes que absorbió el manzanero,
  • el insecto que polinizó su flor,
  • las reacciones químicas que la transformaron en una fruta,
  • el agricultor que la cosechó,
  • el transportista que la llevó hasta el supermercado,
  • el reponedor que la colocó en la estantería,
  • la luz que su superficie reflejó y nos permitió verla,
  • nosotros, que la compramos pensando que era una manzana,
  • etc., etc.

Si siguiéramos enumerando, encontraríamos que el universo entero ha colaborado (y está colaborando) en que experimentemos el fenómeno «manzana».

Nosotros, como observadores, desempeñamos un papel fundamental en dar vida a la manzana: percibimos el conjunto de sus partes como una unidad y le asignamos la etiqueta de «manzana». ¿O acaso también es «manzana» para un gusano? ¿Cómo se manifiesta para una bacteria? ¿Y para un murciélago?

Comprender la red de interdependencias nos lleva a descubrir que ninguno de sus nodos existe sin depender de otro y, por lo tanto, la naturaleza de la red carece de existencia propia.

3. Vacuidad

La vacuidad se refiere a que todos los fenómenos carecen de existencia inherente, independiente y eterna. Pero cuidado: «vacuidad» no significa que las cosas no existan, sino que no existen como las concebimos, con la existencia unitaria y absoluta que les imputamos.

Por lo tanto, la vacuidad es un término que señala la naturaleza última tanto del YO subjetivo como de los fenómenos objetivos. El SER no tiene existencia propia más allá de los agregados psicofísicos, y los fenómenos que experimentamos tampoco tienen existencia propia más allá de sus partes, condiciones y la conciencia que los reifica.

Budismo, vacuidad y no-dualidad

Dentro del budismo mahayana se nos enseña a desarrollar todos los yogas, desde el amor a la meditación y desde la ética hasta la generosidad, dentro del marco de la comprensión de la no-dualidad. El único fin de esto es acercarnos a la experiencia no-dual, ya que la práctica más transformadora es aquella que está acompañada de una conciencia que trasciende toda noción abstracta y en la que el sujeto, el objeto y la acción se funden en una experiencia no-dual.

Las cuatro tradiciones tibetanas, además de la presentación madhyamaka de los tratados filosóficos, cuentan con una presentación extraordinaria que se transmite en los linajes orales del vajrayana o camino adamantino. Todas exponen la misma realidad última desde diferentes perspectivas, cada una ofreciendo diferentes y sutiles pistas con el afán de acercar al practicante a esa experiencia no-dual de la verdad inefable.

Esta presentación, según la tradición que la enseña, tiene tres nombres:

  • Mahamudra, «El Gran Sello», en las tradiciones Kagyu y Gelug;
  • Dzogchen, «La Gran Perfección», en la tradición Nyingma;
  • Khorde Yerme, «La No-Diferenciación de Samsara y Nirvana», en la tradición Sakya.

De ellas, los sakyapas se enfocan en el aspecto no-dual de la realidad última como la clave más ventajosa para que el yogui pueda superar la mente binaria, la muy arraigada costumbre de decantarse por los extremos. La visión de Khorde Yerme no solo trasciende los extremos del existencialismo y el nihilismo, lo mundano y lo sagrado, sino todas las abstracciones duales habidas y por haber.

Por lo tanto, para todo yogui budista y particularmente para los yoguis sakya, la no-dualidad es el camino, el destino y la no diferenciación entre el sendero y la iluminación.

https://www.nodualidad.info/articulos/no-dualidad-en-el-budismo-tibetano.html

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