Contrariamente a lo que podamos pensar, los animales mantienen conversaciones, en ocasiones, más educadas que las de los seres humanos, tal como revela un estudio.
Puede que, como seres humanos, nos creamos la panacea de la evolución; y si bien la complejidad de pensamiento abstracto y el lenguaje humano nos dota de una singularidad, los animales también se comunican entre ellos. Y lo hacen de manera menos sofisticada, sí, pero puede que más educadamente que las personas.
Esta es la conclusión de un estudio de la Universidad de York, titulado Taking turns: bridging the gap between human and animal communication (Hablar por turnos: construyendo un puente entre la comunicación humana y animal), en el que se pone de manifiesto una tendencia a establecer turnos de palabra observable en cuatro taxones de animales: aves, mamíferos, insectos y anuros.
Los investigadores han llamado al arte de esperar el turno de palabra turn-taking, una forma de organizar una conversación o un diálogo en el que los participantes hablan alternándose, sin superponerse, como se detalla en este artículo de Nobbot. Esto quiere decir que, efectivamente, los animales no solo se comunican, sino que son conversadores educados.
Algunos ejemplos de comunicación animal los vemos, por ejemplo, en los delfines, que emiten sonidos para comprender cómo coordinarse con otros; los monos manoseta alzan la voz para localizar a los otros, y el gorjeo de los pájaros macho sirve para llamar la atención sobre las hembras.
Una característica fundamental en el turno de palabra es el tiempo de espera. Por ejemplo, entre los pájaros el tiempo de latencia (el tiempo de espera entre las notas producidas por uno y otro individuo) es inferior a los 50 milisegundos. En una conversación entre humanos, este intervalo es de unos 200 milisegundos (y eso depende de lo civilizada que sea la conversación). Otros animales más lentos, como el cachalote, establecen tiempos de espera de unos 2 segundos.
¿De cuántas formas pueden comunicarse los animales?
Depende, por supuesto, de su fisiología y de su medio: gruñidos, movimientos, pulsaciones, incluso destellos submarinos. Principalmente podemos distinguir tres formas de comunicación: auditiva, visual y química.
La comunicación química es el tipo más primitivo, y también el más difícil de identificar. Estas sustancias químicas son, por ejemplo, las feromonas, que se usan principalmente para establecer rituales de cortejo y reproducción; pero también para establecer límites y reconocer a miembros del grupo. La comunicación visual se desarrolla a través de movimientos y colores (por ejemplo, las ranas venenosas suelen ser de colores intensos, como el amarillo; o las plumas coloridas del pavo real se despliegan en rituales de apareamiento). Las especies más complejas como algunos primates incluyen, además, las expresiones faciales. Por último, las señales auditivas pueden emitirse de formas diversas. En el caso de los mamíferos, a través de las cuerdas vocales. En reptiles, como las serpientes, el sonido de cascabel de la cola; en insectos, la vibración de las alas o de órganos estridentes…
Comprobar que los animales tienen un lenguaje supone también deducir que tienen un pensamiento, por simple que pueda ser. Lo cual puede llevar a reflexiones éticas sobre el comportamiento de los humanos sobre los animales, en concreto, sobre su uso y explotación.
Por otro lado, entender el carácter primitivo del lenguaje permite averiguar datos sobre nuestra evolución, y también sobre algunos aspectos del funcionamiento de nuestro cerebro que la neurociencia aún se está esforzando por comprender.
Por Laura Marcos
Ecoportal.net
Los animales conversan entre ellos y respetan el turno de palabra