Las enseñanzas del Buda tienen ya 2,500 años en el planeta y, debido a que el mismo Buda enseñó a no aferrarse a los dogmas, se han ido transformado con el fin de ser más efectivas, según el tiempo y los individuos. Dicho eso, en gran medida todas sus enseñanzas, todos los sistemas de gran sutileza y sofisticación de las diferentes escuelas del budismo mahayana y del budismo vajarayana, pueden remontarse a los sutras del canon Pali, a ciertas frases, a ciertos guiños del Buda que la tradición luego desarrollaría.
El dharma budista es a la vez complejo y sumamente sencillo. Es complejo porque tiene numerosas dimensiones y niveles y una enorme profundidad que no puede sondearse a primera vista; es sencillo porque desde el principio ofrece una visión clara, esencial, pragmática y libre de conceptualización innecesaria para alcanzar el objetivo de liberarse del sufrimiento.
Habiendo dicho esto, si quisiéramos encontrar una especie de núcleo o esencia de las enseñanzas, un embrión del cual luego se pueden construir numerosos edificios filosóficos, podemos mirar al Dhammapada y resaltar allí unos pocos versos.
El Dhammapada es un texto relativamente corto en el que se resumen las enseñanzas básicas del budismo temprano (de la triple canasta de enseñanzas). El texto inicia con los famosos versos que enuncian:
Todos los fenómenos son precedidos por la mente.
La mente es su maestro, son producidos por la mente.
Si alguien habla o actúa con una mente impura,
el sufrimiento le seguirá tan seguro
como una rueda sigue a la pezuña de un buey.
La traducción literal del primer verso (Manopubbaṅgammā dhammā) es «todos los fenómenos mentales son precedidos por la mente», pero solemos encontrar traducciones como la que hemos anotado aquí, pues la tradición budista entiende que los fenómenos son esencialmente mentales. «La mente es la base de todo», encontramos en otra parte. Bhikkhu Bodhi, uno de los grandes eruditos del pali, señala en su introducción a este texto «El rol central para poder progresar en todas las esferas, según el Dhammapada, es actuado por la mente. En contraste con la Biblia, la cual empieza con una relación de la creación divina del mundo, el Dhammapada empieza con una afirmación inequívoca de la mente como la precursora de todo lo que somos, la forjadora de nuestro carácter, la creadora de nuestro destino.»
En su aserción de la centralidad causal de la mente, el Buda hace otra afirmación esencial. El mundo en el que vivimos es esencialmente moral: existe una ley, la causalidad, la cual es determinada por el componente volicional de los actos. Ya las Upanishad habían relacionado el karma (y sus frutos) con el deseo, con una cierta energía o dirección que la mente imprime en el acto, pero es el Buda a quien se fundamentalmente este entendimiento de que los resultados del karma -de la acción- dependen de la intencionalidad mental. Quien actúa desde la pureza de la mente se encaminará a la felicidad, quien lo hace desde la corrupción o la no-virtud se encaminará al sufrimiento. Una mente impura es una mente que actúa, piensa y habla desde la confusión, desde el odio, desde la codicia. A fin de cuentas, todo el sufrimiento y todo «el mal» del mundo no son más que manifestaciones de la ignorancia.
Una ignorancia que el Buda enseña tiene que ver con la confusión primordial de creer que las cosas son permanentes y que existen por sí mismas. Esta creencia es la raíz del eternalismo y el nihilismo, los dos errores esenciales que el Buda trata de refutar ofreciendo un camino medio. El error del eternalismo es la creencia en que existe una esencia eterna e inmutable y el error del nihilismo es la creencia en que no existe esta dependencia entre los fenómenos, que están dislocados entre sí y entre sus causas y condiciones y nuestros estados mentales. El error del eternalismo hace que no nos responsabilizemos de nuestro propio destino. El error del nihilismo es el más serio de los dos pues da lugar a la inmoralidad, a la noción de actuamos en un vacío moral y que no existe una conexión entre nuestros actos y el sufrimiento y la felicidad que experimentamos.
De esta misma noción de que todos los fenómenos son precedidos por la mente se deriva también un camino a eliminar el sufrimiento, basado en el cultivo de la mente. Se ha dicho que el Buda sólo enseñó una cosa: cultivar (o desarrollar o domar) la propia mente. Para hacer esto el Buda enseñó dos principios básicos, la entereza moral (shila) y la concentración (el samadhi); de estas dos se produce un tercero, la sabiduría (prajña). Al alcanzar la sabiduría se tiene una experiencia directa, ya no meramente doctrinal o conceptual de la enseñanza base de que todas las cosas son impermanentes e interdependientes (y por ello no existe tal cosa como un yo sustancial). Al tener esta experiencia directa y estabilizarla se alcanza la libertad. Una libertad que ni siquiera la muerte logra, puesto que la existencia misma, el flujo del tiempo y la posibilidad del espacio, es sólo la continuidad de la mente, ya sea desde la confusión que es el samsara o desde el nirvana que es la sabiduría.
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