Un fragmento del libro «Ensayos sobre el Budismo Zen» de D. T. Suzuki que trata sobre la pintura sumi-e, con obras de Sesshu Toyo y un texto sobre el simbolismo de la tierra pura. Edición, Raimon Arola y Lluïsa Vert.
La vida no se parece a una pintura al óleo, que puede borrarse y realizarse una y otra vez hasta que el artista quede satisfecho.
La vida es una pintura sumi-e que debemos ejecutar de una vez y para siempre, sin vacilación, sin intelección, sin que sean permisibles ni posibles las correcciones
Sobre el simbolismo de la tierra pura
Los paisajes que acabamos de contemplar nos remiten a esa tierra pura o búdica que no está en otro lugar que aquí y que, sin embargo, muy pocos humanos son capaces de ver.
En el budismo se habla de 84.000 caminos distintos que llevan a la iluminación. El budismo Shin es uno de ellos. La tradición de la Tierra Pura surgió en la India, en el primer siglo antes de nuestra era. Se sabe de su existencia por las llamadas “escrituras de la Tierra Pura”. El concepto de una tierra búdica es tan antiguo como el budismo mismo, pero la tradición basada en el deseo de nacer en esta tierra, no llegó a materializarse hasta que el budismo nació en China, y finalmente alcanzó su desarrollo en Japón, bajo una forma original conocida como doctrina Shin, fundada por el maestro Shinran (1173- 1263).
El punto central del Shin es el Buda Amida, el salvador, una palabra que normalmente no usan los budistas, pero que tiene su origen en los Suras Triples que recogen la promesa del bodhisattva Dharmakara, quien al cumplirla se transformó en el Buda de la luz infinita, el Buda Amida. En dicha promesa se dice que: “Si al obtener yo la Budeidad, todos los seres de los diez sectores que, albergando una mente sincera, alegre confianza y la aspiración de nacer en mi tierra, con sólo decir mi nombre unas diez veces, no nacieran allí, que no obtenga yo entonces la iluminación suprema”. Amida quiere salvar a todos los seres sin excepción, así aquellos que crean en Amida y pronuncien su Nombre: Namu Amida butsu, con fervor y devoción, nacerán en la Tierra Pura.
Amida quiere salvar a todos los seres sin excepción, los que crean en él y pronuncien su nombre, nacerán en la Tierra Pura.
En Nombre (myogo) cobra vida en nuestras vidas concretas cuando no hay otro nombre aparte de Amida. Amida se convierte en el Nombre mismo y el Nombre no es otro que Amida… Por el contrario, cuando el Nombre se pronuncia con consciencia por nuestra parte de estarle diciendo namu a Amida, o cuando pensamos que Amida está escuchando el namu de nuestra llamada, entonces no hay verdadero silencio auténtica identificación. Cuando uno está llamando a otro y el otro, en respuesta mira hacia abajo (o hacia arriba) la dualidad está presente. Pero cuando namu es Amida, Amida es namu. Cuando el silencio tiene lugar, cuando el Nombre se halla absolutamente identificado con Amida, entonces el Nombre deja de ser el Nombre de alguien… Esta fe absoluta es la Realidad. Éste es el momento en que, como señaló Shinran, decir Namu-amida-butsu una sola vez, basta para salvarte.
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