Hemos aprendido a alejarnos de todo aquello que nos genera malestar, es la base de nuestra permanencia en el planeta como especie. Pero, ¿qué ocurre cuándo aquello de lo que nos alejamos es lo mismo que nos hace felices y es importante para nosotros?
Cuando hablamos de felicidad, no podemos olvidarnos de la responsabilidad que tenemos nosotros mismos en la consecución de esta meta. Sin embargo, la educación emocional que hemos recibido nos lleva a un planteamiento erróneo. De esta manera la típica pregunta que nos acosa y nos genera mucho malestar: «¿Puedo vivir sin ti?» debería quedar desbancada por esta otra «¿Puedo vivir sin mí?».
La experiencia profesional me ha ayudado a comprender e interiorizar la línea en la que se trabaja desde la terapia de aceptación y compromiso y otras terapias de corte contextual. Destacan que la aceptación, la cual conlleva tomar conciencia de uno mismo y cultivar su autoconocimiento, es el objetivo principal en el proceso terapéutico. Y, por ende, es una pieza clave en la consecución y mantenimiento de nuestro bienestar.
«No se puede generar vida si no se está impregnado de vida. Hablará con pasión y emoción en la medida que vivas con pasión y emoción. La mejor manera de parecer es ser. La única manera de ser único es siendo auténtico».
-Francisco Alcaide-
La búsqueda de la felicidad
El principal objetivo de todas las personas en la vida es ser felices. Lograr el bienestar a la par que alcanzamos nuestros sueños. Pero ¿te has planteado alguna vez que todo aquello que crees acerca de la búsqueda de la felicidad resultase ser falso? ¿Y si además esto te hiciese sentir mal? ¿Y si todos los esfuerzos que haces para alcanzar la felicidad, en realidad te alejan de ella?
Los estudios sobre terapias contextuales, concretamente aquellos centrados en la terapia de aceptación y compromiso (Steven C. Hayes y Wilson, 1994), hablan de la existencia de una serie de creencias inútiles e inexactas en torno a la búsqueda de la felicidad con las que vivimos.
A simple vista estas parecen tener sentido. Sin embargo, en base a la filosofía de vida que transmiten, al mismo tiempo, dichas creencias son la causa y el motor del círculo vicioso en el que entramos al perseguir la tan ansiada dicha.
De esta manera, entramos en una espiral, y a medida que intentamos hallar el bienestar, mayor es el sufrimiento. Hablamos de ideas que son aceptadas por la sociedad (¡claro, todo el mundo sabe que son ciertas!). En definitiva, caemos prisioneros en una trampa psicológica de la que no somos conscientes y que nos guía sin remedio al autoengaño y a la insatisfacción.
Vivir sin mí
Vivir sin mí supone vivir alejándonos de todo aquello que nos hace felices solo porque nos genera cierto malestar, y nosotros queremos vivir cómodamente, desde luego.
Sabemos que todo esfuerzo conlleva una recompensa. De esta manera, pasamos horas sentados estudiando para sacar un examen, practicamos deporte para luego sentirnos mejor, nos enamoramos corriendo el riesgo de no ser correspondidos e incluso renunciamos a una recompensa inmediata con la intención de recibir una mayor más adelante.
Sin embargo, en ocasiones el miedo a sufrir, a fracasar, a ser rechazados, a no sentirnos bien con nosotros mismos, nos hace actuar de una manera tal, que podamos evitar dicho miedo. Lo que ocurre es que evitar o escapar de aquellas situaciones que implican sentir esta emoción, nos puede alejar de aquello que tiene sentido en nuestra vida, y por tanto de nosotros mismos.
Ser genuino nos ayuda a vivir cada situación de nuestro día a día con presencia. Estar en el aquí y en el ahora nos permite adoptar una perspectiva consciente de qué sentimos, qué pensamos, qué emoción aflora en nosotros. Para ello tal como dice la psicóloga y coach Laura Chica, el foco hemos de ponerlo en nosotros mismos y no en el exterior.
«Nos habían dicho que todo estaba fuera:
la solución a los problemas,
el amor incondicional,
el éxito.
Por eso siempre lo hemos buscado ahí;
en el mundo,
en las cosas,
en los demás.
Nadie nos dijo nunca que todo lo que
buscábamos fuera
estaba en realidad dentro;
que todo lo que buscábamos ser,
en realidad ya lo éramos,
sólo teníamos que dejarnos ser;
que todo lo que nos permitiéramos soñar
lo podríamos hacer realidad.
Hasta hoy.
Hasta ahora.
Hasta tú.
Vive la magia de ser tú».-Laura Chica-
Trastorno de evitación experiencial
El trastorno de evitación experiencial -un camino hacia vivir sin mí- es un fenómeno que nos aleja de aquellas experiencias privadas que nos hacen sentir desdichados. Cuando caemos bajo la influencia de esta condición, nuestra conducta está dirigida a evitar, controlar o modificar las consecuencias (pensamientos catastróficos, emociones dolorosas, etcétera) que dichos eventos privados provocan en nosotros.
Evitar, escapar o atacar los sucesos temidos es incompatible con la aceptación psicológica. De este modo, hablamos de una estrategia de cambio que plantea no hacer nada. Esto es, enfrentarnos a nuestra experiencia emocional dejando estar el malestar. Admitir y tolerar los eventos privados y la propia situación sin intentar cambiarlos ni evitarlos.
En definitiva, llegamos a la conclusión de que la evitación experiencial y la aceptación psicológica son dos formas de conducta incompatibles cuando nos encontramos enredados en una situación aversiva.
Vivir sin mí es por tanto una condición que nos dirige a vivir alejados de lo que es importante para nosotros, ya sea por miedo, por pereza, porque estamos pasando un mal momento y nos sentimos decaídos, por el miedo al qué dirán…
No debemos olvidar que la evitación y el escape nos alejan de nuestras metas y objetivos. Así pues, tomar conciencia y hacernos responsables de nuestra gestión emocional serían las piezas fundamentales que se promueven desde ACT (terapia de aceptación y compromiso) como estrategias de cambio efectivas.