Pedimos, a lo largo de la búsqueda de la Humanidad: “Maestros que nos enseñen la Verdad, Sinceridad, Derechos, Libertad, gobiernos que nos proporcionen una Sociedad Justa, armoniosa, sin discriminación, sin Pobreza, sin Hambre, sin delincuencia”.
Pero no puede haber Maestros, al desaparecer los discípulos.
El discípulo, no espera que el Maestro le enseñe o demuestre Su Verdad, sino que le obligue a encontrar la suya: “Encontrarla entre Todas las Mentiras, de sus sueños, de lo que cree que es lo que percibe”.
Pero la forma de pedirlo, la ausencia de responsabilidad y el que todo lo que pedimos sean nuestros derechos, solamente permite que tengamos profesores, que nos enseñan a encontrar su Verdad o la que les han dicho que enseñen, en las cosas que percibimos, creyendo que la Vida es lo que nos dicen, en lugar de lo que estamos creando al vivir.
Los Maestros, nos dan opciones entre las que elegir nuestra Verdad. Nos mienten, nos quitan lo que encontramos, intentan confundirnos, ridiculizarnos, desanimarnos, y cuanto pueden hacer para que una vez encontrada no nos quede duda de: “Cuál es nuestra Verdad”, pues para el momento en la que la encontramos, tenemos la seguridad de que: “Yo soy mi Verdad”, la diferencia es que sabremos lo que significa ese “Yo”, que habrá dejado de ser el ego.
Para cada situación y eligiendo el momento propicio, la maldad del Maestro nos debe llevar a la seguridad, a la entrega a nuestra Verdad, momento en el que el Maestro desaparece, transformado e integrado en ese Yo.
Nos dicen lo que necesitamos, lo que debemos pensar, lo que debemos hacer, lo que tenemos derecho, lo que nos van a dar, y qué debemos sentir y cómo debemos manifestarlo.
A mí al menos me parece que no es labor para un Maestro, sino para un pastor de rebaño.
Nos han enseñado a usar la Tierra para cubrir nuestras necesidades.
Extraemos minerales, petróleo, cortamos los bosques y usamos sus aguas para reciclar nuestra porquería y deshechos. Vertemos en su atmósfera nuestros gases dañinos para que los recicle, y la usamos como vertedero de nuestras investigaciones.
Si pensamos en que nos quiten partes de nuestro cuerpo: “Disminuir el estómago para comer menos, cerrar la mitad del agujero del culo para que al cagar menos, necesitar menos alimentos, o quitarnos un ojo para abaratar las gafas, o una pierna para ahorrar zapatos y facilitar su fabricación, aumentando la productividad al calzar dos personas con cada par”, nos parecerían burradas y que crearíamos un mal antes o después. Pero cortamos y destruimos partes del cuerpo de la Tierra, que nos sorprende cuando sufrimos las consecuencias.
Seguimos culpando a los demás, de nuestra vida, de las condiciones sociales, de la delincuencia, corrupción y cuantos males nos vemos obligados a vivir por haberlos creado nosotros.
La Tierra debido al movimiento de las placas, terminará creando otra glaciación, otra época de desertización de gran parte de ella. Donde el exceso de Yang de una mitad, creará un exceso de Yin en la otra.
Todo lo que no se adapte desaparecerá, y la Vida encontrará otra forma de manifestarse, porque incluso se manifestará tras la desaparición de la Tierra.
Vivimos como vampiros, cuidando los humanos que nos proporcionan sangre. Chupando lo necesario para que no mueran, cuidándolos para obtener la sangre que necesitamos.
Pero cuando es el yo del ego el que vive, cada uno obtiene lo necesario para él. Si aumenta el número de vampiros, los humanos morirán y los vampiros con ellos, al no tener sangre (morirá el corazón al no tener nada que mover) de la que alimentarse.
La Verdad del Yo, es ser Tierra cuando la habitamos. Creadores de la Humanidad para que nos sirva de alimento, convirtiéndonos en humanos.
Pero no es algo que nos puedan enseñar o dar, sino que lograr luchando y dejando de crear nuestro ego.
No es encontrar o que nos muestren la Verdad, sino el ser discípulo lo que nos enseñará a serla.
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