UNA CIUDADELA DESCONOCIDA EN LOS ANDES PERUANOS

Gran descubrimiento en los Andes peruanos: 100 años después del anuncio de la existencia de Machu Picchu, un equipo de investigadores independientes llegó a las ruinas de una ciudadela desconocida, oculta en la intrincada selva alta de la región de Cusco

El equipo de exploradores, guiado por el estadounidense Gregory Deyermenjian, del cual hizo parte el italiano Yuri Leveratto, pudo ubicar, después de muchos días de ardua búsqueda en una de las selvas más intricadas y peligrosas de Suramérica, una ciudadela escondida. Para leer el artículo detallado de la expedición pulse en: Expedición a la cordillera de Paucartambo: el enigma de las ruinas de Miraflores

A 100 años del redescubrimiento de Machu Picchu por parte del estadounidense Hiram Bingham, en Perú están ocultos todavía muchos sitios arqueológicos de enorme importancia. Aún se mantienen con vida la leyenda del Paititi, El Dorado incaico, una ciudadela encubierta en la selva contigua al mítico “altiplano de Pantiacolla”, a donde supuestamente se retiraron los Incas fugitivos durante la conquista del Cusco por parte de los españoles.
Según las leyendas sucesivas a la conquista, en el Paititi, la ciudadela fortificada, construida en plena selva virgen, los descendientes de los Incas conservaron vivas sus tradiciones y protegieron los símbolos sagrados de su imperio ya conquistado: el gran disco solar de oro que representaba al Dios Viracocha, una estatua de oro antropomorfa de Viracocha y la magnífica cadena áurea de Huáscar, una joya de unos doscientos metros de longitud y de un peso estimado de aproximadamente una tonelada.

Probablemente, los descendientes de los Incas también ocultaron en su Paititi antiquísimos códigos, llamados quipus, que se usaban no sólo para medir sino también para comunicar conceptos; además de tablas pétreas grabadas con una escritura esotérica denominada quellca, la cual se remonta al vetusto imperio de Tiahuanaco.
Según los investigadores del equipo dirigido por Gregory Deyermenjian, la ciudadela hallada en la selva virgen fue muy seguramente construida en épocas remotas pre-incaicas, y servía tanto como centro agrícola que como santuario religioso. ¿A quién estaban destinados los productos agrícolas de los alrededores de la ciudadela? ¿Tal vez a un centro mayor, localizado más allá del altiplano de Pantiacolla, el legendario Paititi?
El descubrimiento de las ruinas de la ciudadela, situadas en una montaña que se denomina “Cerro Miraflores”, es de gran importancia para las futuras búsquedas del Paititi, que deben efectuarse siguiendo antiguos caminos de piedra, los cuales, desde alturas de aproximadamente 3500-4000 metros sobre el nivel del mar, se adentran en la selva húmeda de las cuencas de los ríos Timpia y Alto Manu. Son lugares casi inaccesibles, tanto por el clima (severo y nebuloso en el altiplano, y tórrido y muy húmedo en las zonas tropicales), como por la complicada orografía del terreno; por último, por la presencia de peligrosos indígenas aislados (Kuga-Pacoris, Masco Piros, Toyeris y Amahuacos) en las selvas adyacentes.
Los investigadores del equipo independiente liderado por Gregory Deyermenjian están seguros de que el reconocimiento y el estudio de los vestigios de Miraflores representan un paso de máxima importancia para la futura ubicación del Paititi, un mito que perdura desde hace casi 500 años.

YURI LEVERATTO

www.yurileveratto.com

El artículo de la expedición se puede leer aquí: Expedición en la cordillera de Paucartambo: el enigma de las ruinas de Miraflores

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