«El cerebro es la estructura más compleja y enigmática en el universo. Contiene más neuronas que las estrellas existentes en la galaxia»
Pero dentro de lo que es posible, el neurólogo argentino Facundo Manes (Quilmes, 1969) lo conoce bastante bien.
A partir de ahí, el cerebro se convirtió en su gran objeto de estudio. En el Hospital General de Massachusetts en Boston, en la Universidad de Iowa, en la de Cambridge… Hoy es uno de los neurólogos más reputados a nivel mundial.
¿Qué hace que el cerebro sea un órgano tan fascinante?
El cerebro es fascinante, entre otras cualidades, porque es el único órgano que intenta explicarse a sí mismo. Y así nos damos cuenta de que todo lo que hacemos lo podemos llevar a cabo gracias al él, desde respirar a leer esta entrevista o pensar en las cuestiones filosóficas más profundas.
Es la estructura más compleja y enigmática en el universo. Contiene más neuronas que las estrellas existentes en la galaxia.
«El cerebro contiene más neuronas que las estrellas existentes en la galaxia».
A lo largo de nuestra vida, nuestro cerebro se transforma de manera constante.
Ese es uno de los principales mecanismos a través de los cuales la especie ha ido evolucionando y adaptándose a lo largo del tiempo, más allá de aquello a lo que estaba predeterminada genéticamente.
Es probable que, en los próximos cientos de años, sea posible crear o regenerar el tejido neuronal que compone el cerebro, lo cual tendría importantes implicaciones en el tratamiento de enfermedades que hoy no tienen cura, como la demencia.
Nuestra mente es mucho más que un procesador de información. Pensemos en todas las habilidades de nuestro cerebro social, como entender la mente de otro ser humano, sentir su dolor, responder a él.
Entonces, las máquinas no nos van a reemplazar. Vamos a seguir necesitando que cada cerebro siga funcionando con la genialidad que lo caracteriza y dejar el cajón para guardar la ropa u otras máquinas en desuso.
Ninguna máquina puede reemplazar a nuestro cerebro.
También se han creado nuevos tratamientos y dispositivos que mejoran notablemente la vida de las personas.
Para dimensionar todo esto, puedo nombrar un caso muy conocido de una mujer tetrapléjica, sin movilidad en sus extremidades que pudo mover un brazo robótico.
Le implantaron quirúrgicamente dos cuadrículas de electrodos en la corteza motora, responsable del control voluntario de los movimientos.
Sin dudas, este avance es revolucionario por el impacto que tiene en la calidad de vida.
El cerebro es un órgano fruto de millones de años de evolución. ¿Puede involucionar a causa de la inteligencia artificial, de las nuevas tecnologías o de cualquier otro aspecto?
Tampoco involucionar, porque así como se requieren menores funciones para algunas prácticas -recordar datos o hacer ciertas operaciones matemáticas-, se requieren mayores para otras.
Sí, es clave cuidarnos del estrés que puede generar la dependencia excesiva de la tecnología. Porque sabemos que el estrés crónico impacta negativamente en nuestra salud y en nuestro cerebro.
A lo largo de un día, tomamos muchísimas decisiones y lo hacemos en milésimas de segundo.
¿Somos nuestro cerebro o nuestras emociones?
Es una muy buena pregunta. Somos ambos, pero porque no se trata de cuestiones distintas.
Por ejemplo, todos recuerdan qué estaban haciendo el 11 de septiembre de 2001 cuando ocurrió el atentado a las Torres Gemelas, pero nadie recuerda qué hacía el día anterior. Además, las emociones influyen en nuestra toma de decisiones.
De manera simplificada, podemos entender que poseemos dos sistemas para la toma de decisiones: uno automático y rápido, que es producto de mecanismos evolutivos y otro, lento y racional.
En su libro «El cerebro argentino» usted sostiene que aunque el cerebro de los argentinos no tiene ninguna particularidad anatómica diferencial con los de otras nacionalidades ya que todos los cerebros son iguales, cada cerebro se moldea por la interacción con el ambiente, el contexto social, la cultura, los gustos y las experiencias. ¿Cómo es en ese sentido el cerebro de los argentinos?
Ahora bien, nosotros pensamos, decidimos, sentimos, influidos por la gente que nos rodea, nuestros compañeros de trabajo, de barrio, de oficina, nuestra pareja, nuestros amigos. Y también las sociedades en las que vivimos y las historias de esas sociedades.
Las particularidades tenemos que buscarlas en las sociedades en las que crecimos y vivimos, en las historias de esas sociedades. Entonces, podemos pensar en sesgos que nos caracterizan.
Tenemos que entender que la viveza real está en lograr una comunidad integrada que actúa con la inteligencia de pensar un proyecto de país basado en el conocimiento, la educación y en consecuencia, en el crecimiento y la igualdad.
Nuestra mente es mucho más que un procesador de información.
¿Qué impacto está teniendo la pandemia de coronavirus en nuestros cerebros? ¿Cómo afectan el miedo, el aislamiento, la soledad, el teletrabajo, las clases online y la falta de contacto con otras personas a nuestros cerebros?
La pandemia tiene un impacto negativo en nuestra salud mental. Estamos expuestos a grandes niveles de estrés.
Nuestras rutinas se vieron completamente alteradas, tenemos miedo, estamos distanciados de nuestros seres queridos.
No hacer las cosas que hacemos siempre y hacer aquellas que habitualmente no hacemos requiere de un gran esfuerzo.
Es importante evitar que esto tenga consecuencias que se extiendan en el largo plazo y se tornen crónicas. Es que la salud mental no puede separarse de la salud física. Se trata de un todo integral.
Si las sociedades no toman medidas colectivas que apunten a proteger nuestra salud mental, vamos a tener una pandemia de enfermedades mentales.
Dentro de lo posible hay que mantene rutinas, tener horarios constantes para acostarse y levantarse, trabajar, estudiar y/o hacer ejercicio, y reforzar nuestros lazos sociales, porque estos vínculos nos ayudan a fomentar un sentido de normalidad, nos dan contención y nos permiten compartir lo que sentimos.
También tenemos que ser comprensivos con nosotros mismos, no podemos esperar tener el nivel de rendimiento habitual ni la concentración y energía de siempre después de tantos meses de estar enfrentando la pandemia.
En este sentido, puede ser beneficioso realizar prácticas de relajación y meditación como el mindfulness.
Ciertos estudios reconocen que las áreas de la corteza prefrontal, asociadas con emociones y funciones sociales, son intensamente estimuladas con la meditación, mientras que las áreas del cerebro típicamente asociadas con el procesamiento de las emociones negativas, tales como la amígdala, disminuyen su actividad.
Tenemos que cuidar nuestra salud de manera integral y saber que entre todos vamos a superar esta situación.