Pocas dimensiones son más importantes que la de conocernos, comprendernos y ser conscientes de todo aquello que ocurre en el complejo pero fascinante habitáculo de nuestra mente. Ser autoconscientes es garantía de bienestar. Te explicamos cómo lograrlo.
La autoconsciencia constituye una herramienta de vida esencial para lograr un mejor bienestar psicológico. Es tomar contacto con lo que somos, con lo que sentimos, con lo que nos rodea y con cada pensamiento que surge en nuestra mente. Este elemento es, además, un componente esencial de nuestra personalidad, sustenta el autoconcepto, lo dinamiza y además es clave en la regulación emocional.
Esta dimensión es casi como la piedra angular del equilibrio interno y del desarrollo personal. Para entender su trascendencia pensemos durante un momento en algo muy ilustrativo. ¿Qué sería de nosotros sin esa voz interna capaz de decirnos aquello de “no te precipites, estás perdiendo el control de la situación, párate y medita el siguiente paso”?
Bien es cierto que no siempre usamos mano de ella. La autoconsciencia es, efectivamente, ese yo interno que analiza cada cosa que hacemos, que conecta con sentimientos, necesidades, experiencias del ayer y anhelos futuros. Sin embargo, aunque esté ahí para nosotros no siempre nos acordamos de ella. La mayoría del tiempo actuamos en piloto automático y pasamos por alto el buen arte de la reflexión y la introspección.
¿Qué es la autoconsciencia?
Imagínate a ti frente al espejo. Lo que ves es lo que eres, es cierto. Ahí están tus rasgos físicos, tu cuerpo en su totalidad, tu sonrisa o tu tristeza y la ropa que has elegido ponerte hoy. Ahora bien, la autoconsciencia va más allá del aspecto físico, integra lo que eres, lo que piensas, lo que sientes y haces, el modo en que crees que te ven los demás, el sentido de tu intención y asunción de tus defectos y potenciales.
Tal y como podemos ver, es una competencia multidimensional, un calidoscopio de procesos que median en nuestro potencial humano. Asimismo, la teoría de la autoconciencia nos recuerda que las personas no somos nuestros pensamientos. En realidad, cada uno de nosotros somos la “entidad” que observa esos pensamientos y los valora (Duval & Wicklund, 1972). Somos los creadores y eso nos confiere un gran poder, la oportunidad al menos de dejar de actuar en piloto automático.
Tipos de autoconciencia
A medida que crecemos y maduramos vamos desarrollando diferentes tipos de autoconciencia. Sabemos incluso que esta competencia empieza a desarrollarse en los niños entre los 4 y los 6 años. Veamos cuáles son esas tipologías:
- Autoconciencia privada: en esta área entran todos los procesos antes señalados. Saber que estamos nerviosos, que eso que nos han dicho nos ha molestado, tomar conciencia de que ese dolor de estómago se debe a la ansiedad de los últimos días… Todo ello delimita la experiencia más íntima de la autoconciencia.
- Autoconciencia pública. A veces, para adherirnos a las normas sociales ajustamos muchos de nuestros comportamientos. Darse cuenta de ello es algo que también orquesta esta dimensión. Como también, el hecho de ser consciente de que determinadas situaciones o personas nos incomodan o por contra nos motivan.
- Autoconciencia cultural. Este factor se desarrolla en edades más adultas. Tiene que ver con ese proceso por el que nos damos cuenta de cómo nos condiciona el entorno social y cultural.
Beneficios de la autoconsciencia
Dejar a un lado lo que sentimos o necesitamos para terminar haciendo lo que se espera de nosotros. Caer en los mismos errores. No darnos cuenta de que determinadas situaciones nos afectan en exceso. Actuar en contra de nuestros principios en una relación afectiva o en un trabajo… Podríamos dar mil ejemplos sobre cómo las personas no usamos de manera adecuada la autoconsciencia.
Es momento de hacer cambios, porque lo que esta área puede hacer por nosotros es muy beneficioso:
- Nos ayudará a ser más proactivos, a impulsar nuestra aceptación para actuar sintonizados con metas, capacidades y necesidades.
- Nos ayudará a ver las cosas desde la perspectiva de los demás sin perder de lado nuestro propio yo.
- Mejoraremos el autocontrol y potenciaremos nuestra creatividad para sentirnos orgullosos de nosotros mismos. Todo ello revierte en la autoestima general (Silvia y O’Brien, 2004).
- Regularemos mejor estados como el estrés y la ansiedad.
¿Cómo puedo desarrollar la autoconsciencia?
Todos venimos al mundo con la capacidad para ser autoconscientes. Sin embargo, factores como el estrés, las presiones externas y, sobre todo, actuar en piloto automático en el día a día difuminan por completo esta competencia de vida y de bienestar. Conozcamos algunas claves para desarrollar la autoconsciencia.
Instantes de calma para ti mismo
Regálate tiempo para ti mismo, tiempo de calma y calidad. Basta con un par de horas. Durante ese instante, lo más decisivo es dejar que la mente se aclimate al silencio, a la ausencia de ruido externo e interno. Es momento de dejar que se aclimate, que halle su equilibrio para que puedas tomar pleno contacto con ella y saber qué hay en su interior.
Prácticas como salir a caminar, realizar alguna actividad creativa o el mindfulness pueden ayudarnos.
La importancia del “qué” en lugar del “por qué”
Cuando experimentamos estrés, cuando tenemos algún problema o nos sentimos mal es común preguntarnos “¿por qué me pasa esto?”. En realidad, a la autoconsciencia no le importa eso. Lo más decisivo es saber “qué nos pasa en el momento presente, en el aquí y ahora”. Estos serían algunos ejemplos:
- Siento que tengo miedo a fallar.
- Lo que me pasa es que no dejo de pensar en el pasado.
- Lo que veo en mí es que cada vez estoy más cansado.
Saber escuchar lo que nos envuelve
Lo que ocurre en nuestro interior es decisivo y debemos tomar contacto con ello. No obstante, desarrollar la autoconsciencia también es saber escuchar, interpretar y sentir todo lo que nos envuelve. Lograrlo requiere intención y sensibilidad.
Todo aquel que sepa atender el mundo con todos sus sentidos será capaz también de entender su melodía interna.
Autoestima y autoconsciencia
Tal y como hemos señalado al inicio, la autoconsciencia es una baldosa más del autoconcepto. Es el puente que nos ayuda a conocernos, a sentirnos y entendernos. Sin embargo, hay un vínculo indispensable que va de su mano: la autoestima. Si somos más conscientes de los pensamientos y creencias que llevamos dentro cuidaremos de esta dimensión.
Cuando examinamos todo aquello que navega en la mente y le ponemos un filtro, ganamos en bienestar y resistencia psicológica. En esencia, pocos timones son más decisivos para el crecimiento personal. Desarrollar la autoconsciencia, ponerla a nuestro favor y hacer de ella nuestra guía cotidiana es responsabilidad nuestra. Pongámosla en práctica.