Si alguna vez te has preguntado qué es el ego piensa en una máscara que todos llevamos. Gracias a ella sobrevivimos en sociedad, pero el problema es que en ocasiones integramos en ella un exceso de orgullo para proteger al ser débil que hay detrás.
¿Qué es el ego? A menudo se le define como una máscara social elaborada con pinceladas de soberbia y abundantes mecanismos de defensa. Es el orgullo subiéndonos a una montaña para que el mundo nos vea y no para ver el mundo desde allí con serena humildad. Pocos constructos psicológicos albergan en realidad tantas definiciones y tan variadas a su vez.
El concepto de ego, que procede del latín y que significa ‘yo’, es una de las dimensiones más usadas a la hora de hablar de nuestra personalidad. Bien es cierto que una de sus acepciones más comunes es la de la altivez, la de esa autoimagen que busca imponer a los demás una parte de nosotros mismos. Sin embargo, no deja de ser una construcción mental más, una identidad que hemos construido con nuestra fábrica interna de ideas, experiencias, emociones y necesidades.
Detrás de ese yo autoconstruido, tras esa máscara externa y artificial, se encuentra nuestro auténtico ser. El problema llega cuando estamos dominados, supeditados y adheridos en exceso a esa capa externa que hemos cincelado para sobrevivir en sociedad. Profundicemos un poco más en este tema.
¿Qué es el ego? 5 claves para comprender este constructo psicológico
Si nos preguntamos qué es el ego debemos tomar conciencia de que estamos ante uno de los constructos más complejos de la psicología. Es más, dentro del paisaje psicológico abundan -casi en exceso- conceptos que incluyen el prefijo “ego”, como el egoísmo, la mente egótica, el egocentrismo o incluso los mecanismos de defensa del ego.
Podemos decir que la escuela que más desarrolló este concepto fue sin duda la teoría psicodinámica y, en concreto, Sigmund Freud. Sin embargo, cabe señalar que las filosofías orientales llevan siglos estudiando este tema, hasta el punto de que todo aquel que profundice en el budismo se encontrará con un tema vertebral y es el referente al ego.
La filosofía y el concepto de ego
Inmanuel Kant nos explicó en su libro La crítica del juicio que el ego recogía cada construcción y representación mental que la persona llevaba a cabo. Por su parte, Jean Paul-Sartre concebía esta entidad de una forma muy similar.
Para el filósofo existencialista, el ego no estaba en nuestra conciencia, no formaba parte de ella. Era, en realidad, algo externo, una entidad autoconstruida en su contacto con la sociedad.
El legado de Sigmund Freud
Tal y como hemos señalado, la corriente que más literatura nos aportó alrededor de la instancia psíquica del ego fue sin duda Sigmund Freud. El padre del psicoanálisis estipuló que el ser humano está supeditado a tres fuerzas contrapuestas que rigen nuestra forma de actuar y responder ante el mundo. Esas fuerzas son el ego, el yo y el superyó.
En este caso, el ego el ego es la representación que hacemos del mundo que nos rodea. Asimismo, se alza como esa entidad que intenta controlar nuestras pulsiones e instintos más básicos que le llegan desde el “ello”. Lo que hace, en esencia, es intentar satisfacer los deseos de este último de un modo que sea socialmente aceptable.
El ego según las perspectivas espirituales, místicas y budistas
Si nos preguntamos qué es el ego, la corriente que más ha profundizado en esta idea es el budismo. No obstante, difiere bastante de las perspectivas filosóficas existencialistas y de la psicología psicodinámica.
- Según el budismo, el ego es una concepción errónea del yo. Llega con nosotros al nacer y en él se integran nuestra imagen, identidad, nacionalidad, gustos, pasiones, cultura, educación, creencias… Sin embargo, todo ese flujo de dimensiones no son más que construcciones superficiales. Son procesos a los que nos apegamos y que, en realidad, esconden la autenticidad de nuestro yo porque están orientados al exterior, no al interior.
- El ego es una falsa identidad que trae sufrimiento porque nos supedita a lo que nos falta.
- Una de las figuras actuales que más ha abordado el concepto de ego es Eckhart Tolle. Una vez más, aparece la idea de que este constructo lo que ocasiona al ser humano es malestar. Las personas, según él, vivimos apegadas en exceso a nuestros pensamientos, miedos, necesidades, anhelos… También a todos los legados de la sociedad que nos alienan y crean, poco a poco, un falso yo…
El ego desde la perspectiva psicológica: ¿cómo tratarlo?
Cuando nos preguntamos qué es el ego, nos vienen muy bien las palabras del escritor portugués Fernando Pessoa: “miro, y las cosas existen. Pienso, y existo solo yo”. Este constructo psicológico no deja de ser una parte de nosotros mismos que hemos construido para desenvolvernos socialmente. Esto significa que a veces podemos disponer de un ego saludable que revierte en nuestro bienestar.
Por contra, también puede darse lo opuesto, que vivamos con una entidad psicológica que se desespera por alimentarse de lo que hay fuera, que busca a la desesperada reconocimiento y atención. Veámoslo con detalle.
Efectos de un ego distorsionado
El ego distorsionado nos supedita a la sensación de carencia constante. Es el reflejo de la mente obsesionada en saber qué piensan los otros de uno mismo. Es la mirada que atiende al mundo con miedo: miedo a fracasar, a no ser amado, a no ser como otros esperan o a tener menos que los demás.
El temor interno también nos insta a menudo a desarrollar mecanismos de defensa, como el orgullo y la soberbia, máscaras que protegen la debilidad interna.
El ego enfermo es el reflejo de la baja autoestima, de la identidad que no se ha trabajado a sí misma y que siente que todo le falta.
El ego saludable que cuida nuestro equilibrio psicológico
¿Hay un ego saludable? En efecto, así es. El ego sano nos permite tener una vida significativa porque nos ayuda a estar en armonía con lo que somos y mostramos, con lo que necesitamos y nos ofrecemos, sin quedar apegados al exterior.
- Nos ayuda a entender que todos merecemos respeto, que nadie es mejor que otros, que la satisfacción parte de la tolerancia y también del autocuidado.
- El ego equilibrado es el ejercicio de la buena autoestima, un puente entre el interior y el exterior con el que reconocer el valor de la vida dándole un significado.
- Al hacerlo, al hallar un sentido interno desaparece la sensación de carencia externa y es ahí donde empieza la auténtica revolución del bienestar.
Para concluir, más allá de la complejidad a la hora de definir este concepto vale la pena recordar algo muy sencillo. El ego no es ni bueno ni malo, es una parte de nosotros mismos, una entidad subjetiva y autoconstruida que debemos transformar para que medie en nuestra felicidad y no en el sufrimiento. Pensemos en ello.
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