“Si quieres que otros sean felices, debes practicar la compasión. Si quieres ser feliz tú, debes practicar la compasión”, dijo Dalai Lama. Practicar la compasión suele ser el camino más directo hacia el bienestar emocional. Nos ayuda a construir relaciones más genuinas y a conectar a un nivel más profundo con los demás.
Investigadores de la Universidad de Carolina del Norte también descubrieron que las personas que practicaban la compasión y se catalogaban como “muy felices” tenían niveles de inflamación más bajos que quienes se limitaban a reconocer que “tenían una buena vida”. Otro estudio realizado en la Universidad de Brandeis comprobó que las personas más compasivas pueden lidiar mejor con el estrés y su cuerpo provoca una respuesta inflamatoria más atenuada. Por tanto, la compasión no solo propicia el bienestar y la felicidad, sino que también puede protegernos de diferentes enfermedades causadas o agravadas por la inflamación.
Por desgracia, en nuestro día a día solemos sentir más lástima que compasión. Como desarrollar la compasión demanda que abandonemos nuestra perspectiva egocéntrica y nos pongamos en el lugar del otro, sin criticar ni juzgar, es un sentimiento más difícil de poner en práctica.
En la filosofía budista, sin embargo, la compasión desempeña un papel protagónico. Se conoce como karuṇā e implica combinar la empatía por los demás con un profundo deseo de aliviar su dolor o sufrimiento. Sogyal Rimpoché, un maestro tibetano, ha recopilado diferentes actividades para trabajar la compasión que pueden ayudarnos a experimentar más a menudo ese sentimiento tan beneficioso.
5 ejercicios para desarrollar la compasión
1. Abrir el manantial de la compasión
Este ejercicio para desarrollar la compasión te ayudará a conectar con la fuente de amor que existe en tu interior. También comprenderás que tienes un amor ilimitado que inspira gratitud y una compasión ecuánime y libre de prejuicios.
Para aplicar esta técnica, solo tienes que volver a algún momento del pasado en el que alguien te haya brindado una muestra de cariño y afecto que te haya conmovido profundamente. Piensa en una persona que te haya brindado un amor incondicional o que haya sido tan afectuosa contigo que te haya dejado una profunda huella.
Recuerda la ocasión concreta en la que te demostró su amor. Deja que ese sentimiento crezca de nuevo dentro de ti y te llene de gratitud. Cuando lo hagas, es normal que ese sentimiento se dirija hacia la persona que lo ha evocado. Permite que ese amor y gratitud abran tus compuertas internas y crezca ilimitadamente.
Luego, dirige ese sentimiento hacia otras personas. Puedes empezar por las personas más cercanas que se encuentran en tus círculos de confianza. Luego puedes extender ese sentimiento a amigos, compañeros y conocidos. Por último, extiéndelo incluso a las personas que te caen mal, que no te gustan o que te crean problemas. No lo pienses. Simplemente deja que ese sentimiento se expanda.
2. Buscar lo que te hace igual a los demás
No puedes sentir compasión si levantas barreras con los demás colocándote en un nivel superior. Como desarrollar la compasión implica conectar con los demás en igualdad de condiciones, primero tendrás que calmar el ego. Para lograrlo, debes reconocer lo que tienes en común con los demás.
Dalai Lama da una pista: “todos los seres humanos somos iguales. Todos queremos felicidad y queremos evitar el sufrimiento. Además, todos tenemos derecho a ser felices. En otras palabras, es importante cobrar conciencia de nuestra igualdad”. Considerar a los demás como iguales enriquecerá tus relaciones y les dará un nuevo sentido.
Este ejercicio para desarrollar la compasión consiste en comprender que incluso esa persona que nos resulta antipática o cuyas creencias son diametralmente opuestas a las nuestras, en realidad tiene nuestros mismos anhelos y deseo de ser feliz. Piensa en todo lo que tienes en común con el resto de la humanidad.
Elige una persona que no te guste y reconoce vuestros puntos en común. Repite:
“Como yo, esa persona está buscando la felicidad en su vida”
“Como yo, esa persona está intentando evitar el sufrimiento en su vida”
“Como yo, esa persona ha sentido tristeza, soledad y desesperación”
“Como yo, esa persona solo está intentando satisfacer sus necesidades”
“Como yo, esa persona comete errores porque está aprendiendo”.
3. Ponerse en el lugar de los demás
La compasión surge de la comprensión y la empatía. Por eso, practicar la compasión implica ser capaces de ponernos en el lugar de los demás. No se trata simplemente de comprender su situación desde el punto de vista racional sino de ponernos en su piel.
Cuando nos ponemos en el lugar de otra persona cambiamos el foco de nosotros mismos al otro, lo cual nos permite liberarnos de nuestra visión egocéntrica y ser compasivos. Esta actividad para trabajar la compasión consiste en imaginar el sufrimiento de una persona que hayas conocido recientemente.
Luego, imagina que eres tú quien está experimentando ese dolor. Piensa en cuánto te gustaría que ese sufrimiento terminara. Pregúntate: ¿Cómo me sentiría en su lugar? ¿Qué pensaría? ¿Cómo vería el mundo?
Reflexiona sobre cuán feliz serías si esa otra persona pudiese dejar de sufrir o solucionara el problema que le preocupa. Pregúntate cómo podrías ayudarle: ¿Cómo querría que me trataran los demás? ¿Qué es lo que más desearía? Reflexiona sobre las emociones que has experimentado durante el ejercicio.
4. Canalizar la compasión a través de un amigo
Cuando tenemos un conflicto con una persona, nos resulta difícil experimentar compasión, aunque lo esté pasando mal. Si guardamos viejos rencores o alimentamos el odio, es complicado encontrar auténtica compasión dentro de nosotros. Asimismo, a veces nos cuesta mostrar autoempatía y sentir compasión por nosotros mismos, de manera que terminamos culpándonos y recriminándonos.
En esos casos, este ejercicio para desarrollar la compasión puede ayudarnos. Imagina la compasión como un flujo energético. Una vez que lo activas, puedes canalizar ese flujo hacia la persona que desees o hacia ti mismo. De hecho, dinamizar el flujo de la compasión es una habilidad importante, tanto en el budismo como en la terapia centrada en la compasión.
Imagina que el problema afecta a un amigo querido, que está sufriendo por esa situación dolorosa. Es probable que tu primera reacción sea ayudarlo e intentar liberarlo de ese tormento. Tu corazón se abrirá y experimentarás compasión con naturalidad. Toma esa compasión y dirígela hacia la persona que necesita tu ayuda o hacia ti mismo.
Piensa en cómo tratarías a un amigo que atraviesa un periodo difícil. ¿Por qué tratarte a ti o a otra persona de manera diferente? Experimenta ese deseo de abrazar al otro a través de la bondad y repite:
“Deseo que estés bien”
“Deseo que te liberes de ese sufrimiento”
“Deseo que seas feliz”.
5. Practicar la compasión en tu día a día
Mientras que la lástima es una emoción fundamentalmente pasiva, la compasión es un sentimiento activo. Una actividad para practicar la compasión consiste en salir a la calle y convertirse en testigos del mundo.
Practica la atención plena. No juzgues ni critiques lo que ves, limítate a estar presente y reconocer a las personas que podrían necesitar tu ayuda. Sogyal Rimpoché explicaba que “la vida nos proporciona cada día innumerables ocasiones de abrir el corazón, solo es cuestión de aprovecharlas”.
Quizá veas a una anciana que lleva a duras penas dos bolsas de la compra muy pesadas, a un perro al que le cuesta caminar o a una persona triste y solitaria sentada en un banco.
Esas imágenes pueden hacer que brote la compasión de manera natural. Pero no te asustes. A veces entrar en contacto con la pena o el sufrimiento ajeno puede generar esa reacción de rechazo porque te hace sentir vulnerable. Refrena el impulso de volver rápidamente a tu mundo, ese sitio donde todo está controlado.
En su lugar, piensa en cómo podrías ayudar. Quizá puedas ayudar a la anciana a cargar esas bolsas pesadas, acariciar al perro o hablar durante unos minutos con la persona solitaria. Esos pequeños gestos son la compasión en acción. Y cuando se hacen desde el corazón, pueden cambiarle la jornada a una persona.
Fuentes:
Rimpoché, S. (2015) El libro tibetano de la vida y de la muerte. Barcelona: Urano Ediciones.
Breines, J. G. et. Al. (2014) Self-compassion as a predictor of interleukin-6 response to acute psychosocial stress. Brain Behav Immun; 37: 109–114.
Fredrickson, B. L. et. Al. (2013) A functional genomic perspective on human well-being. PNAS; 110 (33) 13684-13689.