Al estudiar los arrecifes de coral frente a la costa de Puerto Rico durante el huracán María en 2017, los investigadores han descubierto fuerzas previamente ocultas que aumentan drásticamente la fuerza de los huracanes.
Al analizar los datos de alta resolución de los instrumentos oceanográficos de la subsuperficie colocados a lo largo de los arrecifes de coral en el suroeste de Puerto Rico, los investigadores del Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS) pueden haber dado con un nuevo método que podría mejorar las previsiones antes de las tormentas más devastadoras de la Tierra.
Para contextualizar, el huracán María mató a más de 3.000 personas e infligió unos 90.000 millones de dólares de daños, a la vez que provocó el apagón más largo de la historia de EE.UU., por lo que este tipo de información es esencial para salvar vidas y comunidades enteras.
Dirigidos por la oceanógrafa del USGS Olivia Cheriton, los investigadores descubrieron cómo las corrientes submarinas no descubiertas anteriormente interactúan con la geometría de los arrecifes de coral para sobrealimentar eficazmente sistemas de tormentas como el responsable del huracán María, de categoría cinco.
El huracán María ganó hasta un 65% más de potencia como resultado de estas interacciones entre las corrientes submarinas ocultas y las costas de las islas, lo que fortaleció y estabilizó la tormenta.
«Nos sorprendió descubrir que la dirección de los vientos huracanados que se aproximaban en relación con la línea de costa mantenía la capa superficial del océano claramente más caliente en comparación con las aguas más frías que había debajo», dijo Cheriton.
«Esto es importante porque las temperaturas más cálidas de la superficie del mar proporcionaron más energía a la tormenta».
Las temperaturas de la superficie del mar (TSM) son uno de los principales factores que determinan la fuerza final de un huracán, pero son poco conocidas. Basándose en los datos producidos por su red de instrumentos submarinos, los investigadores del USGS descubrieron que las aguas costeras de Puerto Rico tardaron más de 11 horas en enfriarse tras el paso de María.
Con un análisis más detallado, descubrieron que una capa de agua cálida había quedado atrapada entre la presión creciente de las aguas inferiores y las fuertes corrientes superiores, agitadas por los vientos del huracán.
Estas temperaturas oceánicas no se tienen en cuenta actualmente en los modelos de huracanes, lo que puede hacer que las autoridades subestimen la potencia de un huracán inminente.
Esta última investigación sugiere que las temperaturas oceánicas no sólo controlan la intensidad global de la tormenta, sino también su dirección, una idea clave que podría salvar miles de vidas en el futuro y mejorar las prácticas de alerta temprana.
Curiosamente, los instrumentos en los que se basó la investigación no se utilizaron para estudiar los huracanes y las tormentas tropicales, sino para controlar las temperaturas del océano en torno a los arrecifes de coral. Debían ser retirados y reubicados, pero María golpeó antes de que pudiera hacerse.
«Originalmente habíamos planeado recuperar los instrumentos en octubre de 2017, pero todo cambió después del huracán María», dice el oceanógrafo geólogo Clark Sherman, de la Universidad de Puerto Rico en Mayaguez.
«No fue hasta enero de 2018 cuando pudimos volver al agua y no estábamos seguros de qué, si es que había algo, seguiría allí».