Para convertir los problemas en oportunidades solo necesitamos cambiar la perspectiva. Decirlo es fácil, aplicarlo es un poco más difícil. A menudo estamos tan involucrados emocionalmente en la situación que nos resulta complicado asumir la distancia psicológica necesaria para darnos cuenta de las oportunidades que se suelen esconder detrás de cada supuesto obstáculo. Muchas veces los árboles nos impiden ver el bosque, de manera que nos quedamos atrapados en la situación problemática.
Lo que nos enseña la historia sobre el afrontamiento de los problemas
Todo comenzó en 1869, cuando Henry John Heinz, un empresario estadounidense originario de Baviera, fundó con apenas 25 años una compañía de alimentos envasados que más tarde llegaría a estar presente en más de 200 países. Sin embargo, su camino al éxito no fue siempre fácil ni lineal..
En 1898, cuando todo iba viento en popa, una empresa rival, la Campbell Preserve Company, lanzó su primera marca de sopa condensada. El producto de Campbell era delicioso y tres veces más barato que el de Heinz, por lo que se hizo con una gran cuota de mercado. Mientras las ventas de Campbell se disparaban, las de Heinz bajaban.
Muy pronto Heinz descubrió la receta secreta de la sopa de su rival, pero ni siquiera imitándolos pudo tener éxito. Sus ventas no eran las esperadas. Entonces Heinz y su hijo decidieron cambiar la perspectiva y afrontar el problema de manera diferente. Si no podían mejorar la sopa, harían un envase mejor.
En aquella época las latas todavía se sellaban con soldadura de plomo, un material altamente tóxico que producía envenenamiento tras un consumo habitual. Además, el proceso de fabricación era lento y a menudo la esterilización fallaba. Entonces aplicaron uno de los cambios más radicales en la industria de las conservas: el envase agrafado o engatillado, el cual no solo aportaba mayor seguridad a los alimentos, sino que también permitía aumentar la producción.
El resto es historia. En los años siguientes Heinz expandiría su negocio por todo el mundo y sobrepasaría con creces a Campbell.
¿Cómo transformar los problemas en oportunidades?
- Detectar el problema
Puede parecer una verdad de Perogrullo, pero muchas veces cuando nos enfrentamos a un problema, no tenemos claro de qué se trata. Los problemas pueden ser confusos y complejos, en especial los problemas de la vida. Los mecanismos de defensa juegan en nuestra contra y pueden escondernos la verdadera fuente del conflicto, sobre todo cuando estamos implicados emocionalmente.
De hecho, Albert Einstein solía decir a sus alumnos que si tuviera solo una hora para resolver el mayor problema del mundo dedicaría 55 minutos a definirlo porque cuando conociera sus causas, tardaría 5 minutos en encontrar una solución. Por eso, el primer paso para convertir los problemas en oportunidades consiste en determinar exactamente lo que necesitamos solucionar. Y para ello necesitamos identificar lo que nos molesta.
- Desarrollar una actitud curiosa
La curiosidad no tiene sesgos. No juzga ni encasilla. Se mantiene abierta. Y eso es esencial para resolver los problemas o detectar oportunidades. La historia de Georges de Mestral nos lo demuestra. En 1941 este ingeniero suizo se fue de excursión con su perro a los Alpes pero cuando llegaron a casa estaban cubiertos de rebabas.
Al inicio, de Mestral se molestó por el trabajo que implicaba quitar las rebabas de la ropa, pero entonces sintió curiosidad por saber cómo estas cosas se pegaban tanto. Las examinó en el microscopio y descubrió pequeños ganchos que se hundían en la tela. ¡Así nació la idea del Velcro!
¿Cuánta gente antes de Mestral maldijo a las rebabas que se pegaban obstinadamente a sus ropas? ¿Cuántas personas las descartaron con desdén? Cuando maldecimos, tememos o evitamos los problemas y los tratamos como enemigos, nos cegamos y perdemos oportunidades para crecer. En cambio, cuando los miramos con curiosidad puede abrirse ante nosotros una perspectiva completamente nueva que nos conduzca a la solución.
- Cambiar la perspectiva
Para transformar los problemas en oportunidades necesitamos cambiar la perspectiva. Eso significa dejar de ver los problemas como meros obstáculos en el camino y comenzar a considerarlos como ocasiones para el cambio. Es difícil, pero es un cambio que vale la pena probar.
Cambiar la perspectiva no significa estar contentos con lo que nos ha sucedido pues generalmente nos molesta que nos saquen de nuestra zona de confort, es suficiente con no hacer una tormenta en un vaso de agua. Significa ser conscientes de que toda situación siempre tiene dos lados, aunque en un primer momento no seamos capaces de ver el lado más positivo.
Nos ayudará recordar que no podemos elegir nuestros problemas, pero tenemos el poder de decidir cómo reaccionaremos ante ellos. Debemos tener presente que los problemas dejan de serlo cuando dejamos de considerarlos como tal. Y eso ocurre cuando nos damos cuenta de las oportunidades o enseñanzas que encierran.
- Superar el inmovilismo buscando soluciones
A veces la adversidad nos toma por sorpresa y aniquila nuestra capacidad de reacción. Pasado el primer impacto, necesitamos superar esa parálisis y ponernos manos a la obra porque la actitud positiva y la curiosidad no bastan para convertir los problemas en oportunidades aprovechables.
En esta fase es importante intentar abrir nuestra mente y asumir una distancia emocional del problema. Podemos preguntarnos, por ejemplo: ¿cómo lo resolvería un amigo? O podemos hacer una tormenta de ideas para encontrar soluciones originales y novedosas. Solo tenemos que tomar nota de todo lo que nos venga en mente, por disparatado que sea.
Luego, debemos asegurarnos de poner en práctica la solución que nos parezca más adecuada, siempre teniendo en cuenta que no hay soluciones buenas o malas. Lo correcto es aquello que funciona para nosotros y que nos hace estar mejor o nos ayuda a resolver el problema o conflicto. Existen muchas formas de ir desde el punto A hasta el punto B. No tiene por qué ser una línea recta. Solo tenemos que llegar hasta donde queremos ir.
Es importante que no nos paralicemos buscando la solución perfecta porque es probable que jamás la encontremos. Simplemente debemos ponerla en práctica e ir ajustándola a lo largo del camino. Necesitamos pensar más en términos de progreso, no de perfección.