Ramana Maharshi (1879-1950), se ha convertido en uno de los santos más renombrados en la India del siglo XX. Vivió casi toda su vida en Arunachala, una montaña sagrada al sur de Chennai (India), adonde se dirigió tras su realización del Ser a la edad de dieciséis años, en 1896. Se hizo famoso por su vida sencilla y devocional además de por su replanteamiento de la pregunta ancestral, “¿Quién soy yo?”.
Mantener la mente siempre fija únicamente en el Ser
Ramana Maharshi
se llama indagación del Ser.
¿Qué quiere decir Ramana con esto? Quiere decir que mantengas la atención en tu experiencia interna en todo momento. Si lo haces, gradualmente irás siendo más consciente de tus pensamientos, tus reacciones, tus patrones de comportamiento y tus estructuras mentales. En concreto, verás de dónde surgen tus pensamientos y empezarás a entender las estructuras del ego; comenzarás a ver tu película. Nos está diciendo que, si logras llegar detrás de la mente, hasta su fuente, entonces la vida entera puede ser vivida desde la fuente más que desde la mente. Esto transformará tu vida.
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He tenido la experiencia de entrar en la consciencia pura o en el ser. Ahora me encuentro completamente atascada en el mismo lugar donde estaba antes. ¿Qué es esto? ¿Qué es la consciencia?
En esencia, esta consciencia está siempre presente; no cambia nunca. El cuerpo viene, el cuerpo va. Si te identificas con el cuerpo, entonces “tú” vienes y vas. Si no te identificas con el cuerpo, si comprendes a un nivel más absoluto, entonces nadie viene ni va. Por ejemplo, yo no me veo a mí mismo como un “yo” y no tengo ningún interés por saber a dónde voy o si estoy yendo. La consciencia es. Esta “cosa”, la consciencia, es la fuente de la vida. Todo lo que nos rodea surge de la fuente. No estamos separados de ella.
Pero, aún así, ¡tú puedes experimentar sentimientos!
Sí. Me enfado, pero no sufro. Experimento las mismas cosas que cualquier otro; quizá tristeza o frustración, pero no hay un alguien que esté triste o frustrado.
Parece como si tú fueras algo que experimenta esa emoción. Y tú estás aquí, experimentándola; pero, ¿quién eres tú? Yo todavía no puedo responder a la pregunta ¿quién soy yo? Sin embargo, “yo” estoy aquí y experimento cosas.
Sí. Esa es una observación muy buena. Ahora puedes profundizar y preguntarte a ti misma quién está experimentándolas.
Creo que este es un gran paso. Queda un largo camino que andar.
No, no es un camino largo. Es un camino muy corto, casi sin distancia. Lo que hace que parezca un camino largo es solo un truco de la mente.
La mente es también parte de la vida, parte del que experimenta.
Bueno, eso es lo que tú piensas. Crees que eres una persona separada, “yo”, pero, ¿es realmente así?
Este “yo” puede experimentar o ver mis propios pensamientos.
Veamos, ¿son estos “tus” pensamientos? ¿O son simplemente pensamientos?
Son simplemente pensamientos, pero hay alguien que los está pensando. Es como si yo los estuviera observando, sin involucrarme en ellos.
Vale; entonces estás aquí, sentada, escuchando el sonido del agua en el estanque y observándote a ti misma. Ahora podrías preguntarte, ¿quién está escuchando? Puedes hacer lo mismo con todo lo que suceda. ¿Quién va en la bicicleta? ¿Quién está sentada frente al ordenador? ¿Quién está visitando a un amigo?
Creo que no quedarían palabras en absoluto si continuara haciéndome esas preguntas.
Eso sería maravilloso, ¿no te parece? Entonces llegarías a la conclusión de que nadie está comiendo. Nadie va en la bicicleta. Nadie está visitando a un amigo. Porque descubrirías que no hay ningún “yo”. Este nadie es consciencia.
Si el yo desaparece, entonces todos los conceptos desaparecen también.
Ciertamente, todos los conceptos desaparecen. Lo que estoy sugiriéndote es que tomes la determinación de investigar este “yo” todo el día; en el trabajo o cuando estés comunicándote con otras personas, pregúntate a ti misma, ¿quién está hablando ahora? Cuando te enfades, pregunta, ¿quién está enfadada? Incansablemente, desde primera hora de la mañana hasta el final del día, investiga esto por ti misma. Hazlo por ti, y a ver qué pasa.
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La mayor parte del tiempo no estamos presentes con lo que está pasando, sino que estamos preocupados con películas e historias que están sucediendo dentro de nuestra cabeza. Darnos cuenta de esto, abre un espacio donde podemos empezar a ver que todas estas historias se reducen a la historia más elemental de quién soy “yo” realmente, porque este “yo” ―mi vida, mi historia, yo―, es la clave de cómo funciona todo.
Si quieres paz y felicidad en tu vida, si quieres despertar, iluminarte en esta vida, inevitablemente tendrás que enfrentarte a esta cuestión del “yo”. Creemos en el falso “yo”. Pensamos que somos esas creencias y deseos y a este paquete completo lo llamamos “mi vida”. Es esta identificación errónea con la idea de un “yo” separado, un alguien separado, el obstáculo que nos impide vivir en un estado despierto; es lo que en este libro se llama “el gran malentendido”.
La verdad es que ya estamos iluminados. Siempre lo hemos estado y este hecho no se ve afectado por ninguna idea que podamos tener acerca de quiénes somos. No hay nada que obtener, pero la mayoría de nosotros tenemos una capa de polvo que cubre el diamante y no le deja brillar. Además, casi siempre miramos en la dirección equivocada enfocando nuestra atención fuera, en el mundo aparente, más que en nuestra propia experiencia.
Todo lo que hacemos, pensamos y sentimos procede de la fuente. Podemos entender que de la fuente surge la mente y de la mente surge el mundo. Mira dentro, lejos del mundo, lejos de la gente, lejos de los objetos, de vuelta a la fuente de todas las cosas. La fuente es nuestra verdadera naturaleza.
Ramana Maharshi introdujo la antigua práctica de la indagación del Ser en Occidente en el siglo XX. Así es como la describió:
Has de hacerte la pregunta, “¿Quién soy yo?”. Esta investigación te llevará al final al descubrimiento de algo dentro de ti, algo que está detrás de la mente. Resuelve este gran problema y todos los demás problemas quedarán resueltos.
Es un resumen muy claro, pero la mayoría de nosotros estamos siempre ocupados con nuestra mente condicionada. Ahora mismo, puede que estés recordando que te has dejado el calentador encendido y preguntándote si se habrá prendido fuego la casa. ¿Cómo vas a sentarte aquí, en calma, si estás pensando que se ha incendiado tu casa?
Siempre hay algo de lo que preocuparse, algo que nos mantenga alejados del presente. Nos dejamos arrastrar con gran facilidad por la siempre ocupada mente pensante. Este hábito está tan arraigado que enseguida perdemos la armonía con la parte más natural de ella.
Hay dos requisitos para practicar la indagación del Ser. El primero es que seas capaz de mirarte a ti mismo con algo de consciencia. Eso significa ser capaz de observar lo que pasa por dentro, ser consciente de las sensaciones de tu cuerpo, de las emociones y de ver cómo surgen los pensamientos.
El otro requisito es una mente tranquila. Ambos se pueden obtener con prácticas como el yoga y la meditación. Si tu mente está muy ocupada y llena de pensamientos, entonces es difícil practicar la indagación. De una mente en calma surgirá la pregunta “¿quién soy yo?” de forma natural. Es una pregunta fundamental y no se puede escapar de ella.
Un hombre instruido le preguntó al joven Ramana Mabharshi, “¿Cuál es la manera de mantener constantemente el pensamiento “quién soy yo”? ¿Cómo recordarlo?”. Él dio una respuesta muy simple:
Cuándo surjan otros pensamientos, uno no debe seguirlos sino que debe preguntarse, “¿A quién se le han ocurrido?”. No importa cuántos aparezcan. En el mismo momento en que surjan, uno debe preguntarse con diligencia, “¿A quién le ha aparecido este pensamiento?”. La respuesta que surgirá será, “A mi”. Por tanto, si uno indaga, “¿Quién soy yo?”, la mente retornará a su fuente y el pensamiento que había surgido, se apagará. Con la repetición de esta práctica, la mente desarrollará la habilidad de permanecer en su fuente.
Yo sugiero que al principio se haga de la indagación una práctica. Reserva un tiempo cada día y siéntate en un lugar tranquilo con los ojos cerrados. Esto hace que, de manera inmediata, desaparezca de tu atención gran parte del mundo y que te quedes a solas con los pensamientos y sentimientos, sensaciones corporales y sonidos ocasionales. Sé consciente de tus pensamientos y entonces pregúntate, “¿A quién le surgen estos pensamientos?”. La respuesta será, “A mí”. Investiga la naturaleza de este “mí” indagando, “¿Quién es este mí?”. A medida que los pensamientos sobre este “mí” se sosieguen, irás descendiendo poco a poco a ese lugar silencioso dentro de ti.
“¿Quién siente dolor en la pierna?”. “Yo”. “¿Quién soy yo?”. Es así de sencillo. Al principio hay que ponerse a ello, requiere esfuerzo; sin embargo, después de un tiempo, se vuelve muy fácil. Es importante hacerse estas dos preguntas, pero ya encontrarás tu manera de hacerlo. Lo bueno de esta técnica es que hace cambiar tu atención del exterior al interior. En lugar de identificarnos con los objetos y experiencias del mundo, nos familiarizamos con nuestra verdadera naturaleza.
La indagación del Ser te dice que la vida es una oportunidad para retornar constantemente a la fuente. Conforme incorpores la indagación más y más a tu vida, el efecto será como borrar el “mí” con el que estás tan identificado. Esto puede sonar un poco alarmante, pero no te preocupes. Tú has creado algo que crees que es verdad así que puede que, con razón, te asustes cuando empiece a borrarse. Pero la realidad es que eso nunca existió. Ninguna palabra que pueda decir sobre esto tendrá sentido, porque no hay manera de que la mente lo entienda. El entendimiento ha de surgir de tu propio ser, desde más allá de la mente.
En realidad, es muy difícil ver que aquello con lo que estás tan identificado puede ser falso. Ramana Maharshi ha vuelto a introducir esta antigua sabiduría de una forma maravillosa. Todo lo que tienes que hacer es continuar con tu vida normal y conforme vaya pasando el día, tener presentes en tu interior estas dos preguntas.
Con la indagación no nos interesamos en el contenido de los pensamientos. Nos interesamos en la fuente. Volviendo continuamente a la fuente de los pensamientos algo mágico sucede. Te das cuenta de que van disminuyendo y te resulta más fácil estar en calma. Todavía tienes una mente y si la necesitas para conducir o para hacer la comida, estará siempre ahí, preparada.
Alguien libre de verdad posee una mente que, si no se utiliza, está tranquila o vacía. Es receptiva, atenta, y, cuando se necesita, se activa a sí misma, respondiendo de forma espontánea a lo que haga falta. Es fresca e inocente.