La psique humana vive en estrecha relación con el medioambiente. Una de las formas en las que esto se hace evidente es en el hecho de que las ansiedades modernas no son ciertamente las mismas que las de hace siglos o incluso décadas. Sin duda, uno de los principales problemas que enfrentará el ser humano en las siguientes décadas es el cambio climático y, ya que nuestra relación con la tierra es de total interdependencia, esto conlleva un incipiente problema de salud mental.
La revista Scientific American tiene un largo artículo sobre una de las tendencias importantes que están observando los terapeutas en Estados Unidos: cada vez más pacientes llegan a ellos con una sensación de ansiedad por la crisis climática o lo que los académicos empiezan a llamar «ecoansiedad». Si bien esta «enfermedad» no ha sido todavía clasificada en el famoso manual psiquiátrico DSM-5, cada vez existe más consenso de que se trata de una condición real, no del todo rara.
Y es lógico: cada vez el cambio climático se vuelve más una realidad insoslayable y no sólo una amenaza distante. La ansiedad, cuya naturaleza más cruda y dura se presenta de cara a la muerte o la destrucción de algo a lo que se tiene apego, ahora se muestra ya no sólo de una manera individual sino colectiva.
Particularmente esta «ecoansiedad» se está manifestando entre padres jóvenes, quienes se preocupan por el mundo en el que crecerán sus hijos. A veces se mezcla con una sensación de culpa (o impotencia) ante el mundo que los «adultos» les están dejando a las nuevas generaciones.
La American Psychiatric Association ha llegado al punto de reconocer el cambio climático como un creciente problema de salud mental, pero como señala Scientific American, muchos profesionales, psiquiatras o psicoterapeutas dicen no estar preparados para lidiar con este problema.
Sin embargo, existen ya nuevas subespecialidades que empiezan a hacer énfasis en este tema (por ejemplo, la «ecoterapia»), las cuales integran modos de «ecoconciencia» en la terapia, pero muy pocos terapeutas tienen un entrenamiento de este tipo.
Estadísticas de la Universidad de Yale muestran que más del 40% de los estadounidenses siente «disgusto» o «impotencia» respecto al cambio climático. En pleno Antropoceno y en la llamada «sexta extinción masiva» y con tremendas alzas de temperaturas en numerosas partes del mundo, esto no debe extrañarnos. A ello se suma la «ansiedad mediática» o la ansiedad que muchas personas experimentan durante su consumo de información en televisión y redes sociales, pues mucha de esta información es alarmista y suele tener tonos pesimistas.
Algunos terapeutas sugieren que si bien la «ecoansiedad» es una respuesta en cierta forma natural a una amenaza real, puede volverse paralizante y disfuncional. La terapia ofrece diferentes herramientas para lidiar con esto, como el mindfulness o la terapia cognitivo-conductual. Algunos terapeutas recomiendan una especie de remedio homeopático: pasar tiempo en la naturaleza y «reconectar con la tierra». Otros sugieren tomar acción tanto individual como colectivamente para contrarrestar la frustración y la impotencia. Lo cierto es que el campo de la «ecoterapia» apenas empieza, y seguramente en los siguientes años se desarrollarán nuevas estrategias.
La «ecoansiedad» es un problema que se ha encontrado en Estados Unidos y en países de alto desarrollo económico. ¿Hasta qué punto los habitantes de países con menos recursos pueden sentir «ecoansiedad», cuando su presente mismo es una fuente de angustia? ¿Tú también sientes ecoansiedad ante el futuro? Compártenos tu experiencia en los comentarios.
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