Hechiceros vudú le dieron una poción para “fingir” su muerte. Al despertar fue esclavo en una plantación de azúcar.
Clairvius Narcisse, tras ser desenterrado, trabajó dos años de manera forzada en un campamento de azúcar.
Con el tráfico de esclavos hacia América, las costumbres y culturas comenzaron a entrelazarse. Así, comenzó a crecer en Haití y en las islas del Caribe esta popular creencia generalmente basada en lo sobrenatural.
Es en este particular país, que comparte isla con República Dominicana, donde ocurrió la increíble historia de Clairvius Narcisse. Un haitiano que a los 58 años «volvió» de la muerte, luego de haber sido declarado muerto y enterrado.
Una misteriosa poción realizada por hechiceros vudú hizo que lo dieran por muerto.
Narcisse nació en 1922, en algún lugar de Lestè, una comuna situada en el Departamento Artibonito, zona principal de la producción de arroz del país. Según su relato, tenía un conflicto con uno de sus hermanos por la disposición de unos terrenos heredados.
La historia cuenta que por esta disputa familiar y por haberse negado a mantener a sus hijos, fue castigado según las tradiciones locales vudú. Así, Narcisse sufrió un proceso de «zombificación».
En abril de 1962 fue internado en el hospital estadounidense Albert Schewizer, en la ciudad de Deschapelles, Verrettes. Se sentía enfermo y escupía sangre. Según los médicos su estado empeoró y falleció a los tres días de haber ingresado, a los 43 años. Causa de defunción: hipertensión maligna y edema pulmonar.
El certificado de defunción fue firmado por un médico haitiano y otro estadounidense. Al siguiente día fue enterrado.
Francina Illeus (izquierda) y Clairvius Narcisse (derecha) fueron enterrados y dados por muertos, pero años después «volvieron» a la vida.
Pero lo que la mayoría de los familiares que acudieron a su funeral no sabían, era que Narcisse escuchaba sus llantos y lamentos. Así como también oyó al médico decir que estaba muerto. Lo colocaron en el ataúd, lo bajaron y lo cubrieron con tierra. Sintió como un clavo perforaba su mejilla. El estaba presente, sin poder moverse ni hablar.
Por la noche lo sacaron del ataúd. Fue revivido, con otra poción, y llevado a una granja para trabajar como esclavo. El brujo era la misma persona que le había suministrado la pócima que lo dejó en un estado similar al de la muerte.
El caso de Narcisse fue solo uno más en Haití. Hay varios ejemplos de personas que se creían muertas y que luego reaparecieron. Personas enterradas que luego «vuelven» a la vida, cuyo proceso de «zombificación» es un castigo realizado por un sacerdote vudú (llamado bokors o houngan).
Por ejemplo, Francina Illeus, a quien enterraron en febrero de 1976, apareció vagando en un bosque en 1982. Su madre, que había participado del funeral, la reconoció gracias a una marca de nacimiento.
Clairvius Narcisse, 18 años después de haber sido enterrado, se reencontró con su hermana, Angelina.
Clairvius Narcisse fue obligado a trabajar en las plantaciones del hechicero vudú junto a un centenar de otros «zombies» como él. Luego de dos años siendo esclavo, su captor falleció y quedó en libertad. Pasó 16 años vagando en las calles hasta que pudo encontrar a su familia.
Dieciocho años después de su «muerte» se presentó en su poblado natal y saludó a Angelina, su hermana. Si, había resucitado. Y ahora debían acostumbrarse a vivir con esto.
El caso fascinó a la comunidad científica. Y reporteros de todo el mundo se interesaron en la historia de Narcisse y la «poción zombie». Así las cosas, el antropólogo y etnobotánico canadiense, Wade Davis, llegó a Haití en 1982 e investigó varios meses el tema. Dialogó con los locales y recolectó varias entrevistas a hechiceros vudú que incluso le dieron muestras de la poción y sus ingredientes.
Wade Davis escribió «El enigma zombi» y «La serpiente y el arco iris» donde cuenta la historia de Clairvius Narcisse.
El material fue analizado en Harvard. El compuesto tóxico que puso a dormir a Clairvius estaba hecho a base de varias plantas, animales y restos humanos. La poción «zombie» contenía dos venenos de alto riesgo.
Por un lado, la tetrodotoxina, una sustancia que se obtiene del pez globo que es capaz de provocar la suspensión cardíaca. Es un anestésico 160 mil veces más poderoso que la cocaína. Se lo conoce como fugu en Japón, y es una exquisitez gastronómica a la que hay que cocinar muy bien.
Por otro lado, esta pócima también contenía bufotenina, una sustancia alucinógena que se obtiene de la piel del sapo bufo (Bufus alvarius). Un potente alucinógeno que altera la conciencia y es utilizado por chamanes y psiquiatras. Produce taquicardias, pérdida del conocimiento y, en algunos casos, la muerte.
Luego de ingerir la mezcla, la víctima es dada por muerta y es sepultada. Horas mas tarde, el mismo brujo lo desentierra y le da otra pócima.
Esta segunda contiene atropina y escopolamina, alcaloides tropánicos de la planta Datura Stramonium, que en pequeñas cantidades funcionan como estupefacientes y en cantidades mayores pueden provocar la muerte. Es llamada «hierba del diablo», y provoca alucinaciones, delirios, desorientación y alteración del comportamiento.
El cuerpo se recupera, pero la mente no. Luego de este proceso de «zombificación» la persona queda sujeta a voluntad de su amo. Así fue como Clairvius Narcisse pasó dos años trabajando en una plantación de azúcar. Luego de volver al pueblo con su familia, falleció por segunda vez en 1994, a los 72 años.