Las relaciones interpersonales son un arte complejo que implica hacer equilibrismos entre el dar y el recibir. Damos amor. Nos comprometemos. Nos sacrificamos. Invertimos nuestro tiempo. Desnudamos nuestras emociones. Nos esforzamos. Y esperamos recibir lo mismo a cambio.
Esa expectativa de reciprocidad se basa, fundamentalmente, en la creencia en una especie de justicia universal. Creemos que, antes o después, nos será devuelto todo lo que hemos dado. Estamos convencidos de que el universo, de alguna forma, lleva una especie de libro de contabilidad donde anota nuestras buenas acciones y, más temprano que tarde, se encargará de devolvérnoslas.
Sin embargo, esa mentalidad transaccional solo nos conducirá a la frustración y la desilusión porque la vida es injusta, el universo no lleva un libro de cuentas y las personas no siempre nos devuelven lo que les damos.
Los principios que subyacen a la mentalidad transaccional
Muchas personas, inconscientemente, desarrollan una mentalidad transaccional. Ese tipo de mentalidad se basa en dos principios fundamentales:
- Valorar la transacción sobre la relación. La persona con una mentalidad transaccional se centra más en lo que recibirá que en la calidad de la relación que está estableciendo. Da amor porque espera recibir amor. Ayuda al otro porque espera que el otro le ayude en algún momento. Se compromete porque espera que no le dejen solo. Convierte la relación en una especie de “cuenta de inversión” en la que solo deposita atención, cuidado y tiempo porque espera recibir exactamente lo mismo a cambio.
- Priorizar las necesidades propias sobre las ajenas. Aunque las personas con una mentalidad transaccional pueden parecer muy comprometidas, entregadas y sacrificadas, en realidad su meta final es “comercial”. Establecen las relaciones esperando que los otros satisfagan sus necesidades y que, llegado el caso, se releguen a un segundo plano para priorizarles. Su enfoque es fundamentalmente egocéntrico porque intentan usar a los demás como piezas de ajedrez que pueden mover a su antojo.
Estas personas creen que ayudar y amar es una especie de un cheque en blanco que los demás deben estar dispuestos a pagar en cualquier momento. Su mentalidad transaccional les impide comprender que la ayuda y el amor no son mercancía de cambio y que se dan sin exigir ni esperar nada a cambio.
La trampa de la mentalidad transaccional
El principal problema de la mentalidad transaccional es que la persona supedita las relaciones a los beneficios que pueda obtener. Comprende las relaciones interpersonales como un intercambio del que sacar provecho, generalmente en términos emocionales. No obstante, es poco probable que reconozcan sus segundas intenciones ya que esa mentalidad transaccional está tan arraigada que creen que es lo normal y esperable.
Sin embargo, en realidad se trata de personas que no son capaces de satisfacer sus necesidades e intentan satisfacerlas a través de los demás. Aborrecen la soledad y buscan alguien que les haga compañía. No se aman lo suficiente y buscan a alguien que les ame. No tienen en cuenta que la otra persona también tiene sus prioridades, necesidades y metas en la vida, que no siempre coinciden con las suyas.
A la larga, la mentalidad transaccional suele hacer que esas personas se vuelvan excesivamente demandantes y exigentes. Intentan cobrar sus favores. Sacan a relucir sus sacrificios. Y son especialistas en hacer sentir mal al otro si no obtienen lo que desean recurriendo a diferentes técnicas de manipulación inculpatoria.
De hecho, relacionarse con una persona que tiene este tipo de mentalidad puede llegar a ser muy confuso y frustrante. Es probable que nuestro instinto nos haga desconfiar de esa generosidad, entrega y sacrificio. Sin embargo, esa desconfianza también puede hacernos sentir culpables, como si fuéramos unos ingratos, después de «todo lo que han hecho por nosotros».
En realidad, lo que sucede es que estas personas nos “atrapan” en sus redes. Aunque no siempre somos plenamente conscientes, de cierta forma intuimos que estamos contrayendo deudas relacionales que luego tendremos que pagar a un precio elevado.
No esperes recibir lo que das, da lo que eres
La alternativa a la mentalidad transaccional consiste en cultivar una mentalidad sensible. Cuando asumimos una mentalidad sensible somos capaces de ponernos en el lugar del otro, en vez de adoptar una postura egocéntrica. Dejamos de atar a los demás con deudas relacionales a cambio de nuestros favores. Comprendemos que nadie nos debe nada.
Empezamos a entender que, si bien no recibimos todo lo que damos, damos lo que somos, y eso es lo que realmente cuenta. Entonces dejamos de buscar amor y damos amor. Dejamos de buscar compañía y ofrecemos compañía. Dejamos de buscar apoyo y brindamos apoyo. No se trata de un simple cambio terminológico sino de un cambio de mentalidad que se refleja en nuestro comportamiento.
La mente sensible ayuda al otro porque ese acto le hace sentir bien, no porque espera recibir algo a cambio. Deja de “comercializar” las relaciones y de contabilizar los favores. Entonces podemos celebrar como un gran regalo cada gesto de amor, cada pequeño sacrificio y cada compromiso correspondido.
Sal de la mentalidad transaccional: No esperes recibir lo que das, da lo que eres