Cuando reflexionamos sobre nuestros valores, solemos hacerlo pensando en qué es importante para nosotros, por ejemplo, la independencia, el trabajo, la seguridad, etc. En este sentido, con el paso de los años, cada uno hemos adoptado una serie de valores como propios y que utilizamos para orientarnos en la incertidumbre. De hecho, ellos son los que motivan muchas de nuestras decisiones.
Además, solemos colocar estos valores de adopción en una escala de importancia -muy útil cuando entran en conflicto-. Para unos el éxito profesional puede ser más valioso que el placer, mientras que para otro es más fundamental la familia que el desarrollo profesional. Así, un valor en particular puede ser muy importante para una persona, pero no para otra.
En este sentido, lo valores que nos guían son creaciones nuestras, en palabras de Adams (2013): “nosotros creamos nuestros valores a partir de lo que valoramos, de lo que nos importa lo suficiente como para vivir o morir” (p. 29). Sin ellos se nos hace difícil concebir una vida feliz.
¿Qué son los valores humanos?
Por un lado, podemos entender los valores humanos como un conjunto de normas sociales que facilitan las relaciones y la convivencia entre las personas. Son válidos en un tiempo y una época determinada. Están circunscritos a un contexto histórico particular que los define de acuerdo con el grado de importancia que tienen para el desarrollo humano y social.
Por otro lado, siendo más específicos y centrándonos más en la persona, podemos afirmar que los valores son creencias o principios que orientan la vida, resisten al cambio y se encuentran en el centro del sistema de creencias de un individuo (Rokeach, como se citó en Stefani, 2013). Los valores trascienden las situaciones y las acciones.
Los valores, como cualidades independientes de los objetos, las situaciones y las acciones, deben ser constructores de vida, pues están asociados a ella y con lo que es potencialmente dañino (Martínez, 2014). Así pues, asesinar a otra persona no es un valor (es un antivalor), aunque sea considerado valioso para quien realiza tal acción. No basta con que algo sea valioso para que sea un valor, además debe ser capaz de edificar la existencia.
Así, podemos afirmar que los valores se caracterizan por:
- Ser un conjunto de creencias.
- Referir a unas metas deseables que las personas se esfuerzan por alcanzar.
- Trascender las situaciones y acciones específicas.
- Orientar las acciones de las personas.
- Conformar un sistema ordenado de prioridades en las personas.
- Ser constructores de vida.
Tipos de valores
Los valores pueden ser clasificados en distintos tipos dentro de los cuales podemos encontrar los siguientes (Scheler, 2001):
1. Sensibles
Son todos aquellos que nos impresionan sensitivamente. Es considerado uno de los valores de mayor subjetividad, pues hace referencia a la preferencia de bienes que generan goce y placer, agrado o desagrado. Un ejemplo de ellos son la alegría de iniciar una aventura, la diversión, el gozo de bailar, entre otras.
2. Vitales
Son aquellos que le dan un sentido a nuestro proyecto de vida. Están fundamentados en el bienestar. Por ejemplo, la salud, la vigorosidad, la productividad y la fuerza vital, así como los bienes económicos.
3. Espirituales
Se caracterizan por su independencia del mundo, ante ellos deben sacrificarse los vitales (Ibáñez, 1968). Se subdividen en tres clases fundamentales:
- Estéticos: están relacionados con las reacciones de agrado y aprecio que generan la armonía, el orden y la belleza. Por ejemplo, contemplar la armonía de la naturaleza o la belleza de un atardecer en las montañas, etc.
- Éticos: están asociados al obrar bien. Por ejemplo, la justicia, la honestidad, la sinceridad, la solidaridad, entre otros.
- Intelectuales: son los de la búsqueda de la verdad y la sabiduría, por ejemplo, la filosofía, las ciencias.
4. Religiosos
Son los que se dan en la búsqueda del ser absoluto y sacuden la raíz de nuestro ser (Ibáñez, 1968). Ejemplo de ellos son la religión, la fe, la trascendencia.
¿Qué valores valen más?
Todos los valores son importantes y valiosos en sí mismos, de lo contrario no serían valores. Sin embargo, Martínez (2014) formula cinco criterios adaptados de Max Shceler (2001) que nos permiten saber qué hace que un valor sea más valioso que otro.
- Universalidad: es más valioso un valor que otro si le hace más bien a la mayoría de personas en esa misma situación. Por ejemplo, la dignidad humana (valor sagrado) es más valiosa que un partido de futbol (valor vital).
- Profundidad de la satisfacción: un valor vale más que otro en la medida en que genere mayor vivencia de cumplimiento. Por ejemplo, tomar una decisión justa (valor ético) es más importante que hacerle un obsequio a un ser querido (valor estético).
- Durabilidad y estabilidad: es más valioso un valor que otro si dura más en el tiempo y es más estable. Por ejemplo, lo que aprendes al estudiar filosofía o medicina es más importante que un helado (valor sensible).
- Proximidad al absoluto: un valor vale más que otro si está más cerca del sumo bien, del valor absoluto.
- Constructivo: un valor vale más que otro en la medida que dicho valor ayude a preservar más la vida y la dignidad humana.
Los valores y la vida
Los valores son un aspecto central en nuestras vidas, son nuestras brújulas, nos orientan en la búsqueda de aquello que resuena en nuestro interior. Además, son uno de los fundamentos para tener una existencia auténtica. En este sentido, Van Deurzen (2002) sostiene que la vida auténtica consiste en tomar decisiones de acuerdo con aquellos valores de los que pensamos que vale la pena comprometerse.
En nuestra vida, los valores dan un sentido a nuestros actos. Al comprometernos con su realización y con vivir de acuerdo con ellos, estamos construyendo una vida valiosa. “Mi vida solo tendrá sentido si desarrollo mi propio sistema de valores” (Adams, 2012, p. 31). Estos no solamente subyacen en la consecución de una vida auténtica o en el sentido de ella, también impregnarían buena parte de nuestros focos de tensión.
Desde una visión existencialista, la ansiedad se entiende como la aprensión por la amenaza a algún valor que consideramos esencial para nuestra existencia (May, 2000). Es una reacción existencial que nos avisa que los valores con los que nos identificamos están siendo amenazados.
Dado que la ansiedad y los valores están íntimamente relacionados, en la terapia existencial la ansiedad no es considerada un problema a resolver, más bien es una oportunidad de acercarse al mundo experiencial de la persona y a su sistema de valores. Reconociendo estos valores y desplegándolos se facilitará que la persona pueda tener una vida auténtica y con sentido que considere digna de ser vivida.
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