Tras dos años de pandemia y uno de vacunas la estrategia de apostarlo (casi) todo a estos preparados comienza a generar dudas. Las vacunas Covid son útiles para reducir la gravedad de la enfermedad y las hospitalizaciones. Pero comienzan a aparecer las carencias que se veían venir por la velocidad con las que se pusieron en el mercado, sin siquiera completarse los ensayos clínicos para probar eficacia y seguridad.
El ámbito de la Inmunología y la ciencia no tiene claro que sea bueno continuar con las vacunaciones masivas. Por un lado piensan que cada vez es mayor el desequilibrio riesgo-beneficio y por otro que es arriesgado recomendar dosis de refuerzo tras dosis de refuerzo sin fin cuando no se conocen los efectos a medio y largo plazo de esos tratamientos preventivos.
La Sociedad Española de Inmunología (SEI) no sospechosa de ser «antivacunas». En su web tiene como patrocinadores a laboratorios fabricantes de vacunas como GlaxoSmithKline y su presidente participa en el ensayo de la vacuna Covid de Janssen.
Pero con el paso del tiempo, su posición con respecto a las vacunas para el actual coronavirus está cambiando.
El mes pasado de dociembre de 2021 en un informe de posicionamiento sobre estas vacunas indicaban:
En el contexto actual, las vacunas contra la COVID-19 han demostrado ser altamente eficaces protegiendo contra el desarrollo de la enfermedad (especialmente enfermedad grave) y el ingreso hospitalario.
La entrada en escena de la nueva variante ómicron justifica en cierta medida la
administración de una tercera dosis de vacunas, sobretodo en personas adultas. Sin embargo, dada la eficacia demostrada por las vacunas actuales, no hay evidencias que sugieran que una cuarta dosis deba ser administrada en un futuro cercano».
Eso era el mes pasado. Hoy, a mediados de enero de 2022 no sólo cuestionan la cuarta dosis sino también la tercera que justificaban hace unas pocas semanas.
La postura a dia de hoy de los inmonólogos es que «puede ser perjudicial» aplicar dosis de refuerzo de manera indiscriminada. Y piden lo que muchos llevamos años explicando, que las vacunas (en general y estas en particular) han de utilizarse de manera selectiva, no masiva.
El exceso de celo vacunador de las administraciones ha sido advertido incluso por la Agencia Europea de Medicamentos (EMA), poco sospechosa de ser también «antivacunas» pues tiene como directora a una ex lobbista de la patronal europea de compañías farmacéuticas.
Estos profesionales de la inmunología piensan que es hora de plantear una estrategia de vacunación más personalizada. Y como escribo, desde la EMA van a la par. El jefe de estrategia para Amenazas Sanitarias Biológicas y Vacunas de la Agencia, Marco Cavalieri, apuntaba que la estrategia que parecían seguir los gobiernos europeos de cuantas más vacunas, mejor, no era sostenible a largo plazo.
Que incluso, podría provocar problemas. En Twitter el inmunógo José Gómez Rial, explicaba:
Estamos ‘abusando’ de la vacuna y lo único que vamos a conseguir es un hartazgo y un rechazo generalizado de la población a las vacunas en general. La reactogenicidad de las 3a dosis además se multiplica en sistemas inmunes más jóvenes y potentes».
El refuerzo del refuerzo no se ha demostrado que tenga un efecto beneficioso y una vacunación innecesaria y continuada puede tener un efecto perjudicial, induciendo a tolerancia hacia el virus. Parece que el sentido común empieza a exhibirse. Estos sanitarios piensan que no hay mayor refuerzo que pasar la enfermedad. ¿Confiar en el sistema inmunitario (y cuidarlo)?
Un cambio de estrategia se avecina, al fin, más racional: personalizar el uso de las vacunas; refuerzos a quienes lo necesiten.
No se trata de dividir a la población en grupos de edad o en función de su estatus inmunológico, sino medir realmente si necesita esa dosis extra o no.
No parece oportuno, por ejemplo, ofrecer una tercera dosis de manera generalizada a personas jóvenes, sanas, que con probabilidad han estado en contacto con el virus y han pasado la enfermedad sin darse cuenta o con un impacto leve.
Con la llegada de ómicron se ha visto que nos infectamos más pero cursamos de manera más leve la enfermedad. Por eso una de las principales incógnitas de esta estrategia de vacunación contra el coronavirus es saber hasta cuándo seguiremos vacunándonos.
¿Cuántos recuerdos habrá que inyectarse? Otros epidemiólogos y especialistas comentan que
Sigue siendo una incógnita cuál es la duración de la protección que dan las vacunas«.
«Parece que los anticuerpos, que son fundamentalmente los que impiden que nos infectemos, decaen hacia los seis meses, pero la inmunidad celular se mantiene por más tiempo», argumentan. Como la inmunidad celular es la que protege de la parte más severa de la enfermedad, «no sería necesario recibir una dosis de refuerzo a los seis meses, sino que podríamos estar protegidos durante un año o más».
En algo parecen estar de acuerdo: Desde un punto de vista de la efectividad de la respuesta inmune, no se sabe muy bien cuál sería el efecto de las vacunaciones repetidas.
A todo esto parece que los gobiernos no escuchan a los especialistas. Francia ha aprobado una ley que impide a los no vacunados acceder a locales de ocio. Italia está obligando a vacunarse a los mayores de 50 años. Austria obligará a pincharse a los mayores de edad desde el 1 de febrero próximo. Y Australia ha expulsado del país a un popular tenista por no vacunarse.
¿Quién se hará cargo de los daños que, según todos estos profesionales de la medicina nos advierten, puedan provocar las vacunaciones indiscriminadas?
http://www.migueljara.com/2022/01/17/desde-la-inmunologia-se-duda-de-la-conveniencia-de-las-vacunaciones-covid-masivas/
Lamentablemente nosotros también tenemos nuestros propios gurús con las manos manchadas de sangre. Da asco.