La teletransportación de seres humanos, ¿cuándo será posible?

Teleportación o teletransportación consiste en mover objetos o partículas de un lugar a otro de forma instantánea. Literalmente quiere decir «desplazar a distancia», lo que puede ser entendido como un desplazamiento que se produce sin necesidad de establecer contacto físico directo con el objeto a Imagen 3transportar. La palabra teleportation o teletransportación fue inventada, a principios de la década de 1930, por Charles Hoy Fort (1874 – 1932), investigador estadounidense, conocido por dedicarse al estudio de hechos no resueltos ni investigados por la ciencia de su época. El libro de los condenados, su obra más conocida, es una colección de hechos no considerados por la ciencia ortodoxa como dignos de investigar. Recopiló y publicó un catálogo con 25 mil entradas de fenómenos inexplicables hasta entonces, que iba clasificando en cajas de zapatos, tales como lluvias de ranas, precipitación de grandes trozos de hielo, nieve negra; bolas de fuego; cometas caprichosos, desapariciones misteriosas, meteoritos con inscripciones extrañas, ruedas luminosas en el mar, lunas azules, soles verdes, lluvias de sangre, etc…. El famoso escritor estadounidense H. P. Lovecraft, autor de relatos y novelas de terror y ciencia ficción, consideraba a Fort uno de sus maestros. Y autores de ensayos antropológicos, como Pauwels y Bergier, reconocen haber utilizado el método de Fort de búsqueda para gestar su famosa obra El retorno de los brujos. Fort usó la palabra teleportación o teletransportación para describir la supuesta conexión entre misteriosas desapariciones y apariciones en distintas partes del mundo, como en el caso del Triángulo de las Bermudas.

Pero la palabra «teletransporte» fue utilizada por primera vez por el filósofo británico Derek Parfit. Científicamente no se conoce ningún mecanismo por el que pueda ocurrir el teletransporte de objetos macroscópicos, ni siquiera de partículas sub-atómicas. Sin embargo, los investigadores del Instituto Max Plank en Berlín demostraron que los electrones de las moléculas de nitrógeno en su forma gaseosa, es decir las ondas-partículas, existen simultáneamente. En la ciencia ficción, generalmente se basa en codificar información acerca de un objeto, transmitir la información a otro lugar, como con un sofisticado fax, y crear una copia del original en el punto de destino. El concepto de teletransporte también se ha relacionado con algunos fenómenos como son el de la ubicuidad, la habilidad de estar presente en varios lugares al mismo tiempo, generalmente atribuida a santos y magos.

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El teletransporte, o la capacidad de transportar instantáneamente a una persona o un objeto de un lugar a otro, es una tecnología que podría revolucionar el curso de la civilización. Por ejemplo, podría alterar las reglas de la guerra, ya que los ejércitos podrían teletransportar tropas detrás de las líneas enemigas o simplemente teletransportar a los líderes del enemigo y capturarlos. El sistema de transporte actual, basado principalmente en automóviles, barcos, aviones y trenes, y todas las diversas industrias que sirven a estos sistemas, se volvería obsoleto, ya que sencillamente podríamos teletransportarnos al trabajo y teletransportar nuestros productos al mercado. Para las vacaciones simplemente nos teletransportaríamos a nuestro destino. El teletransporte lo cambiaría todo. El famoso físico Michio Kaku se hace esta pregunta: «¿Podremos ser invisibles, viajar en el tiempo y teletransportarnos?», y nos dice: «Durante mi no muy larga vida he visto una y otra vez cómo lo aparentemente imposible se convertía en un hecho científico establecido. Entonces, ¿no cabe pensar que un día podremos ser capaces de teletransportarnos de un lugar a otro, o construir una nave espacial que nos lleve a estrellas a años luz de distancia? …. Ya hay una tecnología «imposible» que ahora se está mostrando posible: la idea de teletransporte (al menos en el plano atómico). Hace tan solo algunos años los físicos habrían dicho que enviar o emitir un objeto de un punto a otro violaba las leyes de la física cuántica. De hecho, los guionistas de la serie de televisión Star Trek estaban tan contrariados por las críticas de los físicos que añadieron «compensadores de Heisenberg» para explicar sus teletransportadores y reparar este fallo. Hoy día, gracias a avances fundamentales, los físicos pueden teletransportar átomos a través de una habitación o fotones bajo el río Danubio». Según Michio Kaku, las llamadas «imposibilidades de clase I» son tecnologías que hoy son imposibles pero que no violan las leyes de la física conocidas. Por ello, podrían ser posibles incluso en este siglo. Incluyen el teletransporte, los motores de antimateria, ciertas formas de telepatía, la psicoquinesia y la invisibilidad. En el mundo de la magia, lo que llamamos teletransportación implica que el mago mueve objetos de un lugar a otro sin tocarlos. Juan Ignacio Cirac, físico español reconocido por sus investigaciones en computación cuántica y óptica cuántica, enmarcadas en la teoría cuántica y en la física teórica, analiza la teoría cuántica poniendo en evidencia no sólo la teletransportación de la información y las partículas, sino su posible utilidad para la futura computación cuántica.

Nunca hasta ahora habíamos estado tan cerca de la tecnología de la famosa, en su tiempo, serie televisiva Star Trek y del impresionante teletransportador que permitía a la tripulación de la nave Enterprise desmaterializarse en un punto y reaparecer instantáneamente en otro. Un equipo mixto de investigadores de las Universidades de Purdue, en Estados Unidos, y Tsinghua, en China, ha elaborado el primer esquema realizado hasta ahora para teletransportar el estado cuántico interno (la información) de un microorganismo vivo a otro. La investigación constituye un espectacular avance en el camino, hoy todavía propio de la ciencia ficción, del teletransporte de seres vivos completos. El esquema propuesto por Tongcan Li y Zhang-qi Yin prevé el uso de osciladores electromecánicos y circuitos superconductores para lograr su ambicioso objetivo. En un artículo publicado en Science Bulletin, los investigadores proponen también un esquema para crear un estado equivalente al del «Gato de Schrödinger«, en el que un microorganismo puede estar en dos lugares al mismo tiempo. En 1935, El físico austríaco Erwin Schrödinger propuso un experimento virtual que consistía en encerrar un gato vivo dentro de una caja en la que se había introducido también una probeta con gas venenoso y un dispositivo, de una sola partícula radiactiva y que tenía una probabilidad del 50% de desintegrarse en un tiempo dado. Al desintegrarse la partícula, el veneno quedaría liberado y el gato moriría sin remedio. Una vez pasado el tiempo establecido, tendríamos un 50% de probabilidades de que la partícula se hubiese desintegrado y entonces encontrar que el gato estaba muerto, y otro 50% de que no hubiese sido así y el gato siguiese vivo. En términos de la Física Cuántica, estaríamos ante una superposición de dos estados posibles (vivo o muerto) que no se concretaría hasta el instante en que se abriese la caja. Hasta ese momento, en efecto, podríamos decir que el gato estaba vivo y muerto al mismo tiempo. Sólo abriendo la caja modificaríamos el estado de superposición y haríamos que se concretase una de las dos posibilidades. !Parece realmente magia! La idea de Schrödinger sirvió para revelar por primera vez al gran público las profundas implicaciones de la Física Cuántica, en cuyo reino la superposición de estados de las partículas estaba a la orden del día y era pura rutina para los investigadores, que habían tenido que acostumbrarse a realidades «imposibles«, como electrones que están en varios lugares a la vez, partículas que se comunican de forma instantánea sin importar la distancia o que, incluso, son capaces de viajar en el tiempo.

El entrelazamiento es una propiedad cuántica que fue planteada en 1935 por los científicos Albert Einstein, Boris Podolsky y Nathan Rosen. Básicamente se dice que si dos partículas están entrelazadas comparten una conexión que les permite influenciarse la una a la otra de manera instantánea, pese a que estuviesen muy separadas. Imaginemos que tenemos dos monedas cuánticas entrelazadas. Si una de ellas marca cara, la otra siempre tendrá que marcar cruz. Ahora enviaremos una de ellas a Estados Unidos y la otra a Japón. Como son monedas cuánticas, las tendremos marcando cara y cruz simultáneamente, gracias a otro principio cuántico, llamado superposición, que es uno de los principios más peculiares y mágicos de la física cuántica. ¿Qué ocurrirá si observamos que la moneda que está en Estados Unidos marca cara? En ese momento destruimos el efecto de la superposición. Sorprendentemente, la moneda que está en Japón también dejará de estar en una superposición y siempre marcará cruz. En otras palabras, lo que le ocurre a una moneda cuántica afecta a la otra de manera instantánea, a pesar de estar muy alejadas. En un mundo cuántico, las cosas pueden estar en dos sitios al mismo tiempo o de dos maneras distintas. !Es como si se hiciese realidad el fenómeno de la bilocación! En el mundo cuántico las cosas no son blancas o negras, sino blancas y negras a la vez. Y, además, suceden ambas cosas a la vez. Podemos imaginarnos los universos paralelos. En un universo le pegas un bofetón a otra persona  y en otro universo paralelo le das un abrazo. Lo que sucede en la superposición es que esos dos universos se mezclan. Ambas cosas ocurren al mismo tiempo: le das un bofetón y un abrazo. Pero el principio de superposición funciona hasta que alguien observa el objeto superpuesto. El simple hecho de mirar neutraliza la superposición. A eso le llamamos colapso de la superposición. En efecto, el principio de superposición es uno de los más llamativos de la física cuántica, aunque no es el único. El principio de superposición nos dice que todas las posibilidades existen al mismo tiempo, lo que abre todo un abanico de hipótesis. La superposición se destruye, o colapsa, en cuanto alguien la observa. Imaginemos que tenemos un cubilete con un dado. En el momento en que levantamos el cubilete, podremos ver, por ejemplo, que el dado marca un dos. Nuestro sentido común nos dice que antes de levantar el cubilete, el dado ya marcaba un dos, pero simplemente desconocíamos esta información. La visión cuántica nos dice que antes de levantar el cubilete, el dado marcaba, !oh sorpresa!, todas las caras a la vez. Sólo en el momento en que lo observamos, una de las opciones sobrevive. Una partícula cuántica, ante una bifurcación, puede pasar por los dos caminos a la vez. !Verdad que parece magia! Pero si decidimos observar cómo hace algo tan sorprendente, por el simple hecho de observar la partícula vemos que decide pasar sólo por uno de los dos caminos.

Desde el hipotético experimento de Schrödinger, los físicos han dedicado décadas de estudio y esfuerzo para tratar de averiguar si las extrañas leyes que rigen en el universo cuántico pueden trasladarse también al mundo macroscópico. Y es que, después de todo, tanto nosotros como todo lo que nos rodea está hecho de partículas. Por supuesto, se han hecho ya importantes avances. Y en las últimas dos décadas diversos grupos de investigadores han conseguido cada vez mejores resultados a la hora de teletransportar estados cuánticos, primero de partículas individuales (un único fotón, en 1997), después de átomos completos, y últimamente de conjuntos cada vez más numerosos de átomos. Recientemente, por ejemplo, un equipo de la Universidad de Colorado logró llevar al estado cuántico toda una membrada de aluminio de 15 micrómetros de diámetro (un micrómetro es la milésima parte de un milímetro), y «teletransportar» sus características y su movimiento a una serie de fotones aislados. Pero nadie ha conseguido hacer lo mismo con un organismo vivo. Y todos los experimentos llevados a cabo hasta ahora están aún muy lejos de conseguir teletransportar un organismo vivo, o su estado cuántico. En su estudio, Tongcang Li y Zhang-qi Yin proponen colocar una bacteria sobre un oscilador electromecánico integrado en un circuito superconductor para conseguir un estado cuántico de superposición en el organismo y teletransportar después ese estado. En principio, el microorganismo es mucho más pequeño que la membrana del oscilador y no debería, por lo tanto, afectar a su funcionamiento. La bacteria, junto a la membrana, serían llevados a un estado cuántico. Después de lo cual, ese estado se podría teletransportar hasta otro organismo distante por medio de circuitos superconductores de microondas. Dado que los estados internos del organismo contienen información, la propuesta de los investigadores supone, en realidad, un esquema para teletransportar esa información, o memoria, de un organismo vivo a otro. La configuración propuesta por Tongcang Li y Zhang-qi Yin constituye también un poderoso microscopio, ya que no solo es capaz de detectar la existencia del spin de electrones individuales (que puede asociarse a determinados defectos genéticos), sino que puede también manipular y detectar sus estados cuánticos, permitiendo su uso como «memorias cuánticas«. En palabras de Li, «proponemos un método sencillo para poner un microorganismo en dos lugares al mismo tiempo, y facilitamos un esquema para teletransportar el estado cuántico de un organismo completo. Espero que nuestro trabajo inspire a otros investigadores para que piensen seriamente sobre la posibilidad de la teleportación cuántica de microorganismos y en sus posibilidades futuras. Nuestro trabajo también proporciona pistas para futuros estudios sobre los efectos de las reacciones bioquímicas en los estados de superposición cuántica de los organismos vivientes«.

 

Por otro lado, investigadores estadounidenses ubicados en Pasadena han conseguido transportar información cuántica nada menos que a una distancia de 44 km. Los científicos se están acercando cada vez más a hacer posible una Internet cuántica súper segura y súper rápida. Tal y como recoge Science Alert, el equipo logró un nivel de precisión de datos superior al 90% con su información cuántica, además de enviarla a través de extensas redes de fibra óptica similares a las que forman la columna vertebral de nuestra Internet existente. El físico Panagiotis Spentzouris, del Laboratorio de Aceleración y Física de Partículas Fermilab, con sede en el Instituto de Tecnología de California (Caltech), dijo: «Estamos encantados con estos resultados. Este es un logro clave en el camino hacia la construcción de una tecnología que redefinirá la forma en que realizamos la comunicación global«. Tanto la precisión de los datos como la distancia de transferencia son cruciales cuando se trata de construir una Internet cuántica real y funcional, y avanzar en cualquiera de estas áreas es motivo de celebración para quienes están construyendo nuestra red de comunicaciones de la próxima generación. Nunca antes se ha demostrado que funcione a una distancia tan larga y con tanta precisión. Según Panagiotis Spentzouris: «Con esta demostración estamos empezando a sentar las bases para la construcción de una red cuántica metropolitana en el área de Chicago«. El entrelazamiento cuántico y la teleportación  (o teletransportación) de datos es una ciencia compleja, y ni siquiera los expertos comprenden completamente cómo podría usarse en última instancia en una red cuántica. Sin embargo, cada prueba que obtenemos nos acerca un poco más a hacer realidad dicha red. Además de prometer enormes aumentos en la velocidad y poder computacional, una Internet cuántica sería ultra segura. Al menos por ahora, los científicos creen que las redes cuánticas de Internet actuarán como extensiones especializadas de la Internet clásica, en lugar de un reemplazo completo. Lo que hace que este estudio sea especial es la precisión y la distancia de la teleportación mediante entrelazamiento cuántico. En teoría, debería ser relativamente fácil escalar esta tecnología utilizando el hardware que ya tenemos instalado. Según dice la física Maria Spiropulu, de Caltech: «Estamos muy orgullosos de haber logrado este hito en sistemas de teleportación cuántica escalables, de alto rendimiento y sostenibles. Los resultados mejorarán aún más con las actualizaciones del sistema que esperamos completar para el segundo trimestre de 2021«.

Nikola Tesla nació el 9 de julio de 1856, en Smiljan, Croacia, que por aquel entonces formaba parte del imperio Austro-Húngaro. Su padre abandonó la carrera militar para convertirse en sacerdote de la Iglesia Ortodoxa Serbia. Su madre, aunque no recibió educación formal alguna, era brillante y tenía una memoria excepcional. Tesla siempre decía que su madre era la fuente de sus capacidades intelectuales. No obstante, la temprana muerte accidental de su hermano lo dejó marcado para toda su vida, ya que se consideraba culpable de ese accidente y con esa culpa cargó hasta el día de su muerte. Nikola Tesla fue, sin ninguna duda, uno de los más grandes genios de los siglos XIX y XX. Nuestro estilo de vida actual, la tecnología que damos por normal, todo esto es posible gracias a este genio increíble. No obstante, a pesar de todas sus contribuciones a la ciencia, su nombre es poco recordado fuera del campo de la Física. De hecho, Thomas Edison es a menudo erróneamente acreditado en los libros de texto con invenciones que fueron realmente desarrolladas y patentadas por Tesla. Sus diarios perdidos revelaban que en 1899, mientras estaba en Colorado Springs, Tesla interceptó comunicaciones de seres extraterrestres que secretamente estaban controlando a la humanidad. Estos seres estaban aparentemente preparando a los humanos para una eventual conquista y dominación, usando un programa que había existido desde la creación de la humanidad, pero que ahora se estaba acelerando debido al mayor conocimiento científico en la Tierra. Tesla escribió sobre sus años de investigaciones para interpretar las extrañas señales de radio y sus intentos de notificar al gobierno y a los militares lo que sabía. Pero sus cartas, al parecer, se quedaron sin respuesta. Algunos grupos ocultistas no dudaban en proclamar que era un extraterrestre que había llegado a la Tierra a bordo de una nave espacial. En el año 2004 la Fuerza Aérea de los Estados Unidos publicaba un informe titulado “Teleportation Physics Study” y publicado en la web de la Federation of American Scientists, prestigiosa institución científica. El contenido del informe abarca temas científicos muy complejos, entre ellos la teletransportación. En 2005 apareció un curioso artículo en la revista Muy Interesante, en que se explicaba que Anton Zeilinger, reconocido experto en el campo de la física cuántica, había conseguido, con ayuda de todo su equipo, teletransportar un par de fotones entrelazados cuánticamente por medio de un túnel que atravesaba por debajo del río Danubio. Esto suponía una distancia de 600 metros.

En 2007, un equipo de investigadores de la European Space Agency (ESA) logró realizar una comunicación cuántica entre dos puntos separados por una distancia de 144 Kilómetros, situados entre las islas de La Palma y Tenerife, en España, demostrando que el efecto cuántico del entrelazamiento se mantiene a grandes distancias. Este experimento es el primer logro de un estudio cuyo objetivo es el diseño de un sistema que permita comunicarse de una forma totalmente segura con satélites mediante comunicación cuántica. En 2009 ya se ha conseguido el teletransporte de una masa significativa, en torno a unos 5000 átomos, y a la distancia de unos 23 kilómetros, en Canadá. El método se basó en la desaparición de materia a altas velocidades. En 2004, el abogado con sede en Washington, Andrew D. Basiago, comenzó a hablar de una organización de alto secreto que trabajaba en un llamado Proyecto Pegasus. A pesar de que sólo tenía siete años de edad en aquel momento, Basiago afirma que entre 1968 y 1972 participó en una serie de extraños experimentos que lo llevaron a viajes a través del tiempo, el espacio, y potencialmente a universos paralelos. El Proyecto Pegasus fue un programa clasificado, de investigación y desarrollo relacionado con Defensa. Este programa estaba bajo la dirección de la Defense Advanced Research Projects Agency (DARPA), en el que la comunidad técnica de Defensa de los Estados Unidos logró el viaje en el tiempo en nombre del gobierno de Estados Unidos, mediante el conocido como experimento Filadelfia. La misión del Proyecto Pegasus fue estudiar los efectos de los viajes en el tiempo y de la teletransportación de niños, así como para recibir importante información sobre eventos pasados y futuros para el Presidente de Estados Unidos y la comunidad de inteligencia y militar. Según Basiago, los niños fueron reclutados específicamente por su capacidad de adaptación al estrés, causado al moverse entre el pasado, el presente y el futuro. Pero, ¿cómo se realizó?

Basiago afirma que había varias maquinas para el viaje en el tiempo actuando durante estos experimentos. La mayoría de las ideas para estas aventuras temporales pueden atribuirse a Nikola Tesla. Documentos, supuestamente recuperados del apartamento de Tesla en la ciudad de Nueva York después de su muerte en enero de 1943, reveló el plano de una máquina de teletransportación. Usando algo que Basiago denomina «energía radiante«, la máquina formaría una «cortina brillante» entre dos dispositivos elípticos. Según Basiago: «La energía radiante es una forma de energía que descubrió Tesla y que está  presente de manera latente y omnipresente en el universo. Entre sus propiedades tiene la capacidad de doblar el espacio-tiempo«. Al pasar a través de esta cortina de energía, Basiago habría entrado en un «túnel tipo vórtice» que lo enviaría a su destino. Los otros dispositivos de teletransportación incluyeron una «cámara de confinamiento del plasma«, en Nueva Jersey, y una «sala de salto«, en El Segundo, California. También hubo algún tipo de «tecnología holográfica«, que les permitía viajar «tanto física como virtualmente«. Sin embargo, ellos no siempre estaban a salvo. Uno de los compañeros de Basiago, Alfred Webre, recuerda un caso en el que un niño regresó de su viaje temporal antes que sus piernas. Como él mismo dice, «Él se retorcía de dolor con sólo muñones donde habían estado sus piernas «. Estos errores, según Webre, han sido subsanadas en los más de 40 años desde que se iniciaron los experimentos. En un artículo del New York Times del 21 de abril de 1908, con el título «Cómo la lámpara del electricista puede construir nuevos mundos«, Nikola Tesla es citado como maestro del universo físico de la humanidad por la simple adopción de ciertas teorías: «Cada átomo ponderable se diferencia desde un tenue fluido, el éter, llenando todo el espacio con sólo el movimiento de giro, como un remolino de agua en un lago en calma. Al ser puesto en movimiento este líquido, el éter, se convierte en materia bruta. Su movimiento es detenido y la sustancia primaria vuelve a su estado normal«. Este estado normal que Tesla está describiendo es ‘quietud‘, donde la radiación vuelve luego a su línea de tiempo como materia normal. Tesla sigue abriendo realmente la puerta a teletransportarse:  «Parece, pues, posible que el hombre mediante energía acoplada del medio y mediante las intervenciones adecuados para iniciar y detener remolinos de éter puede lograr que la materia se forme y desparezca«.

Tesla estaba dando a entender que la materia podía ser manipulada mediante el uso de energía inteligente, a través de la tecnología actual, para poder levitar y teletransportar. Él está diciendo, en efecto, que la materia no está predestinada desde el comienzo del universo. La materia es dinámica y puede ser alterada y teletransportada con la tecnología actual. Tesla continua diciendo estas asombrosas palabras: «La Humanidad, casi sin esfuerzo de su parte, puede lograr que las viejas palabras se desvanezcan y otras nuevas existan. Él podría alterar el tamaño de este planeta, controlar sus estaciones, ajustar su distancia al Sol; guiarlo en su eterno viaje a lo largo de cualquier camino que eligiese, a través de las profundidades del universo. Podía hacer que los planetas chocaran y producir sus propios soles y estrellas, su propio calor y luz, y originar la vida en todas sus posibles formas infinitas. Podría provocar a voluntad el nacimiento y la muerte de la materia, que sería la obra más grandiosa del hombre, que lo convertiría en el dueño de la creación física, haciéndole cumplir su destino final«. Supongamos que Tesla tuviese razón, lo que su biografía nos indica que es probable. Imaginemos que alguna entidad en algún universo, no necesariamente en el que estamos viviendo, descubriese esto y llegase a crear su propio universo. Nosotros hoy estamos muy lejos de lo que Tesla explica sobre crear un universo. Irónicamente este artículo de Tesla apareció solo tres años después de que Einstein publicase su famosa Teoría de la Relatividad Especial y casi veinte años antes de que Georges Lemaitre publicase en 1927 su hipótesis del comienzo del universo, que más tarde fue llamado Big Bang. Uno debe entender que el Big Bang y su asociada hipótesis de la expansión del universo son los únicos obstáculos actuales  para conseguir la levitación y la teletransportación de objetos grandes, incluidos los seres humanos. Tesla abrió la puerta de atrás en el inicio del siglo XX, pero la ciencia le cerró la puerta unos treinta años más tarde. Los vehículos Tesla podrían ser teletransportados a cualquier lugar, y cuando la batería necesitase recarga, teletransportarse de nuevo a una estación de carga. Actualmente tenemos la tecnología para aplicar en la práctica los conceptos de Tesla. Solo se necesita investigación y desarrollo para que ello ocurra.

El Experimento Filadelfia, también llamado Proyecto Arco Iris, es el nombre que recibió un supuesto experimento secreto llevado a cabo por la marina estadounidense en los astilleros navales de Filadelfia, en el estado de Pensilvania, el 28 de octubre de 1943. Mediante este experimento, el destructor escolta de la Armada Norteamericana USS Eldridge al parecer fue hecho electrónicamente invisible a los radares enemigos. La marina de Estados Unidos afirma que ha buscado archivos referidos a este evento y no los ha encontrado, ni ha encontrado ninguna evidencia de que se efectuase. Aunque aparentemente nos apartemos algo del tema del artículo, debemos dejar constancia de que pilotos de aviones y tripulaciones de barcos han visto con cierta frecuencia ovnis en los cielos del Triángulo de las Bermudas. Charles Frambach Berlitz (1914 – 2003), fue un escritor estadounidense muy conocido por sus obras sobre fenómenos paranormales, aunque también escribió sobre enseñanza de idiomas. Su libro más famoso fue el Triángulo de las Bermudas, del que vendió unos veinte millones de ejemplares, y que influyó las en las investigaciones del Dr. Jessup. Era nieto del fundador de las academias de enseñanza de idiomas Berlitz Language Schools. Él mismo fue un gran políglota que hablaba treinta y dos idiomas. Se graduó magna cum laude en la Universidad de Yale y estuvo trece años en el ejército de Estados Unidos, principalmente en la rama de espionaje. Sobre la posible propulsión de los ovnis hay algunas teorías plausibles. Un método que resulta útil solamente dentro de nuestra atmósfera, consistiría en que una nave con forma discoidal y con generadores de rayos catódicos viajase rápidamente en cualquier dirección, sencillamente al hacer funcionar los generadores situados en el extremo frontal o en un costado, según el rumbo deseado. Luego los generadores ionizarían el aire situado frente al vehículo, causando un vacío dentro del cual podría moverse. Estas bolsas de aire ionizado dejados por los ovnis podrían muy bien ser la causa de las turbulencias de aire advertidas por los pilotos. Otro de los métodos se asemeja al de los aviones a reacción, pero sería infinitamente más rápido, cercano, en teoría, a la velocidad de la luz. Los reactores estarían basados en la fusión, y no en la fisión nuclear, y sólo se necesitaría materia y agua fusionables. Este tipo de propulsión explicaría tal vez que se hayan visto ovnis succionando agua de algunos lagos interiores. Hay otra teoría que supone un cambio espacio-temporal basado en campos electromagnéticos especiales. Morris Ketchum Jessup (1900 – 1959) es recordado por sus investigaciones sobre ovnis y su supuesta participación en el Experimento Filadelfia. El Dr. Jessup afirmaba que hay una relación entre los ovnis y el Triángulo de las Bermudas.

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El Dr. Jessup tenía una teoría según la cual, mediante campos magnéticos, se podía transformar y transportar materia desde una dimensión a otra. Creía que los ovnis podían entrar en nuestra dimensión y luego salir, llevándose muestras de seres humanos o de otro tipo. Además, pensaba que algunos de los accidentes habían sido provocados por los rayos catódicos de los ovnis, que habrían creado un vacío en el cual se desintegraban los aviones que penetraban en aquel campo. Esto es probablemente lo que le ocurrió al capitán Thomas Mantel. En efecto, el 7 de enero de 1948, el capitán Thomas Mantel y varios otros pilotos de la base Godman, en Fort Knox, persiguieron con sus Mustang P-51 a un ovni «de enorme tamaño«, que habían observado cerca de la base. Cuando Mantel se elevó persiguiéndole, algunos testigos lo vieron desintegrarse. Una declaración posterior de la Fuerza Aérea sostuvo que el capitán perdió el control al haber confundido el planeta Venus por un ovni y que el avión se desintegró al caer en picado. La realidad parece ser que Mantel voló demasiado cerca del platillo volante y cayó dentro de su campo ionizado. Su aparato estalló en tantos pedazos que no se pudo encontrar ninguno mayor que un puño. Todos los que se hallaron estaban perforados, como si hubieran sido horadados por pequeños gusanos. Esto podría haberle ocurrido también al Constellation que Bob Brush, un piloto de avión comercial, vio estallar cerca de Gran Inagua, en las Bahamas, en octubre de 1971. Bob iba volando en un DC-6 y captó en su radar al Constellation, que volaba bajo y tal vez con dificultades. De pronto explotó, lo que provocó una llamarada que encendió el cielo. La explosión fue tan brillante que le hizo daño en los ojos, lo que era absolutamente desusado. Una embarcación que se hallaba en las cercanías recogió un manual de vuelo que Bob pudo examinar luego. Estaba acribillado de pequeños agujeros, igual que los restos del avión desintegrado de Mantel. Sean lo que fuesen, los ovnis parecen crear un torbellino magnético temporal y un tipo de ionización que puede causar la desaparición o la desintegración de barcos y aviones. Nacido en Rockville, Indiana, Jessup se interesó desde niño en la astronomía, y recibió una licenciatura en Astronomía en la Universidad de Míchigan en 1926, mientras trabajaba en un observatorio. Sin embargo, nunca se sirvió del título, aunque varias veces fue conocido como Dr. Jessup. A partir de 1932 Jessup comenzó a trabajar en una gran variedad de trabajos que nada tenían que ver con sus estudios. A pesar de esto, hacia 1950 se convirtió en uno de los primeros investigadores del fenómeno ovni, y recibió más atención en 1955 cuando escribió su libro The Case for the UFO (casos de ovnis) donde hablaba de varios casos de ovnis ocurridos entre 1947 y 1954.

Jessup especuló que la anti-gravedad o el electromagnetismo pueden ser responsables del comportamiento de vuelo observado en los ovnis, y lamentó que la investigación de los vuelos espaciales se concentrara en el área de los cohetes y que se pusiera poca atención a otros medios teóricos de vuelo, que él consideraba rendirían más frutos al final. En sus últimos años de vida escribió más sobre el fenómeno ovni y fue reconocido como un verdadero astrónomo. Sin embargo solo fue en sus últimos cuatro años, luego de tres décadas de fracasos. Antes de morir, Jessup creía que estaba a punto de descubrir la base científica de lo que estaba ocurriendo, que para él resultaba explicable según la «teoría de campo unificado» de Einstein. La misteriosa muerte de Jessup ha sido tema de muchas especulaciones. Algunos amigos suyos dijeron que Jessup no era el tipo de persona que se suicidara. Otros han sugerido que fue asesinado porque se negó a dejar las investigaciones sobre el enigma de los ovnis. También se dijo que algo tuvieron que ver los hombres de negro. Sin embargo, otros amigos dijeron que Jessup estaba deprimido a causa de problemas personales, y que había anunciado su suicidio a un intimo amigo suyo. Después de haber recibido información por parte de un soldado que participo en el Proyecto Filadelfia, Jessup investigo lo que paso e hizo grandes descubrimientos. Mientras investigaba, fue visitado por personas de la Marina de Estados Unidos para saber que estaba haciendo. Un día, yendo a dar una conferencia sobre lo que había descubierto, aparentemente fue asesinado. Su cuerpo fue encontrado, fue dado por muerto y firmo todos los papeles un doctor que nunca existió. Los documentos que Jessup tenía sobre su investigación y sus descubrimientos sobre el Experimento Filadelfia desaparecieron. La base de la «teoría de campo unificado» está en que todos nuestros conceptos de espacio-tiempo y materia-energía no son entidades separadas, sino transmutables en las mismas condiciones que la perturbación electromagnética. En realidad, la teoría de campo unificado ofrece otra explicación acerca de cómo los ovnis podrían materializarse y desaparecer tan repentinamente. En la práctica es algo que tiene que ver con los campos magnéticos y eléctricos. Un campo eléctrico creado en un anillo induce un campo magnético en ángulo recto con relación al primero. Cada uno de estos campos representa un plano del espacio. Pero, puesto que existen tres planos del espacio, debe haber un tercer campo, que posiblemente es gravitacional. Mediante el enlazamiento de generadores electromagnéticos, de forma que produzcan un pulso magnético, sería posible crear este tercer campo, a través del principio de la resonancia. Jessup pensaba que la Marina de los Estados Unidos tropezó inadvertidamente con este fenómeno durante un experimento de guerra que se realizó en un destructor y que recibió el nombre de Experimento Filadelfia.

El experimento habría sido conducido por el Dr. Franklin Reno como una aplicación militar de la teoría de campos unificados o «teoría general de la gravedad» de Albert Einstein. En resumen, la teoría postula la interrelación entre las fuerzas de la radiación electromagnética y la gravedad. El Experimento Filadelfia, también conocido como Proyecto Arco Iris, fue supuestamente un intento por parte de la Marina de crear un barco que no pudiera ser detectado por minas magnéticas y/o radar. Sin embargo, sus resultados, se dice, fueron muy diferentes y mucho más peligrosos de lo que la Marina hubiera esperado. A principios de 1930 la Universidad de Chicago investigó la posibilidad de la invisibilidad a través del uso de la electricidad. Este proyecto fue más tarde movido al Instituto Princeton de Estudios Avanzados, en donde fue nombrado Proyecto Arco Iris o proyecto invisibilidad, y fue constituido en 1936. Nikola Tesla fue nombrado Director del Proyecto. A Tesla se le dio todo lo que fue requerido por él para probar el proyecto. Tesla requirió y se le dio un barco de la Marina de Guerra, en el cual iban a efectuarse las pruebas. La primera prueba de invisibilidad ocurrió en 1940 y fue inscrita y designada como un éxito total, cuando un barco de la marina, sin tripulación a bordo, se desvaneció de su plano de existencia. El diseño básico tenía dos bobinas Tesla grandes, un tipo de electroimanes, colocados en cada lado de la nave. Las bobinas se encendían en una especial secuencia, y su fuerza magnética era tan poderosa que doblaban la misma gravedad. Basado parcialmente en los anteriores experimentos de electro-gravedad de Tesla, el Proyecto Arco Iris probó ser mucho más peligroso de lo que originalmente fue concebido. El investigador estadounidense Al Bielek afirma que Tesla comenzó a tener dudas acerca de la seguridad del experimento, debido a sus supuestas comunicaciones con extraterrestres. Tesla afirmaba que estaba hablando con seres de fuera del planeta. Tesla mantuvo un laboratorio en su vivienda en el hotel New Yorker, pero tenía un segundo laboratorio, más secreto, que aparentemente era su laboratorio principal, en un altillo del hotel Waldorf Astoria, en el piso de arriba, y en ambas torres del ático. Tesla mantuvo un equipo transmisor en el Waldorf, así como su equipo de recepción y sus antenas, que habían sido construidos por RCA bajo su dirección. Dos personas que estaban trabajando con Tesla durante ese período, dijeron que estaba usando este equipo para hablar con alguien, virtualmente todos los días. Aparentemente uno de los comunicantes era alguien de fuera del planeta. Tesla indicó que iba a haber un serio problema con las personas involucradas en el experimento si alguien estuviese en el barco mientras las bobinas de gauss eran encendidas, y que la radiación electromagnética les dañaría dentro de esta realidad. Tesla dijo en numerosas ocasiones que estaba en contacto con extraterrestres, y que ellos le habían confirmado que habría un problema con el experimento. Tesla quería aclarar estos problemas antes de que comenzaran más experimentos.

Pero la Marina quiso continuar con el proyecto, ya que aducían que estaban participando en una guerra y querían resultados inmediatos. En el segundo experimento. Tesla, temiendo que hubiera gente lastimada o muerta en el experimento, decidió sabotear la prueba de 1942. Resintonizó el equipo para que no funcionara y fallara la prueba. Tesla renunció en marzo de 1942 y dejó el proyecto poco antes de morir el 7 de enero de 1943. El 13 de enero de 1956, Jessup recibió una carta de un hombre que se identificaba como «Carlos Miguel Allende«. En ella, Allende informaba a Jessup sobre el Experimento Filadelfia, aludiendo a artículos periodísticos de la época de fuentes dudosas como «prueba«. Allende también decía haber sido testigo de la desaparición y reaparición del Eldridge mientras trabajaba en un barco mercante que se encontraba cerca, el SS Andrew Furuseth. Incluso mencionó los nombres de otros tripulantes del Andrew Furuseth, y decía saber del destino de algunos miembros de la tripulación del Eldridge tras el experimento, incluyendo uno que dice haber visto «desaparecer» durante una pelea en un bar. Jessup le respondió a Allende con una postal, pidiendo más evidencias y corroboración de la historia, tales como fechas y detalles específicos de la fantástica historia. La respuesta llegó varios meses más tarde. Sin embargo, esta vez el hombre se identificaba como «Carl M. Allen«. Allen dijo que no podría proveer los detalles pedidos por Jessup, pero insinuaba que podrían ser obtenidos a través de la hipnosis. Jessup decidió descontinuar la correspondencia. Según Jessup, el Experimento Filadelfia era una experiencia secreta que la Marina realizó durante la guerra, en 1943, en el mar, frente a la ciudad de Filadelfia. Su finalidad era verificar el efecto de un fuerte campo magnético sobre una embarcación de superficie tripulada. Esto había de realizarse utilizando generadores magnéticos. Se emplearon generadores pulsadores y no pulsadores para crear un enorme campo magnético sobre y alrededor de un barco inmovilizado. Los resultados fueron tan sorprendentes como importantes, aunque tuvieron consecuencias posteriores muy desafortunadas para la tripulación.

Cuando empezó a realizarse la experiencia surgió una luz verdosa y opaca, similar a la luminosidad gris brumosa que según los testimonios de supervivientes de que disponemos se produce durante los incidentes del Triángulo de las Bermudas. Muy pronto, el buque entero estaba cubierto por este velo verde y la nave, con tripulación y todo, empezó a desaparecer de la vista de los que se hallaban en el muelle. Sólo podía verse la línea de flotación. Posteriormente se dijo que el destructor había aparecido y vuelto a desaparecer en Norfolk, Virginia, a unos 320 km. de distancia. Un ex miembro de la tripulación informó que el experimento resultó exitoso, y que se produjo un campo de invisibilidad de forma esférica que se extendía a lo largo de cien metros, dejando ver la depresión causada por el barco, pero no el barco mismo. Al intensificarse la fuerza del campo empezaron a desaparecer algunos marinos que tuvieron que ser hallados mediante una búsqueda al tacto y vueltos a la visibilidad mediante una especie de técnica de recuperación manual. Otros quedaron tan lejos  de sus  dimensiones materiales que sólo pudieron ser detectados y devueltos a la normalidad mediante un aparato electrónico especialmente diseñado. En aquellos casos, cuando un compañero no podía ser visto ni oído, la tripulación solía decir. «Se quedó pegado en melaza«. Lo que se había producido realmente era un estado de animación suspendida, cuya recuperación completa podía convertirse en un serio problema. Se rumoreó que muchos marinos fueron hospitalizados, otros murieron y otros resultaron con perturbaciones mentales. En general, la capacidad física pareció haber aumentado. Algunos tripulantes conservaron los efectos de la transmutación causados por el experimento, y desaparecían y reaparecían temporalmente, en casa, mientras iban por la calle, o mientras estaban sentados en bares y restaurantes, causando asombro y consternación entre transeúntes y camareros. De pronto, cuando la llevaban a tierra, la bitácora del buque estalló en llamas, con insultados desastrosos para el que la llevaba.

Tal vez Jessup no presenció todos estos incidentes, por lo que no puede afirmarse cuántas de las cosas que contó fueron vistas por él. Pero, en todo caso, las investigó muy a fondo. Hay que tener en cuenta que Jessup era un científico y astrónomo distinguido. Estuvo a cargo del mayor telescopio reflector del Hemisferio Sur, dirigió diversos proyectos relacionados con eclipses, fue el descubridor de las estrellas dobles y tenía una trayectoria científica brillante. La razón por la que estuvo relacionado con el Experimento Filadelfia fue que un hombre que alegaba haber sobrevivido a la prueba, llamado Carlos Allende (o Carl Allen) le escribió en 1956, en relación con su libro El caso de los ovnis. Además, había gran similitud entre su teoría y lo ocurrido durante el experimento. Allende comenzó a escribirse regularmente con Jessup, quien respondía, naturalmente, como cualquier autor a un seguidor. Algún tiempo más tarde, la Oficina de Investigación Naval (ONR) le pidió que viajara a Washington. Hay que tener en cuenta que la censura había encubierto el Experimento Filadelfia, con excepción de un pequeño artículo publicado en un periódico de aquella ciudad. Le enseñaron un ejemplar de su libro, que había aparecido en las oficinas de la ONR, y que estaba lleno de anotaciones relativas a sus teorías, al Experimento Filadelfia y a las actividades de los ovnis. Luego le preguntaron si reconocía la letra, que al parecer pertenecía a tres personas distintas. Las teorías de Jessup podrían ser viables, aunque toda la cuestión del magnetismo es, por ahora, un misterio. Si desarrolláramos las sugerencias contenidas en la teoría del campo unificado de Einstein, que relacionan los campos gravitacionales y electromagnéticos con la teoría del espacio-tiempo, y si los campos magnéticos fuesen suficientemente fuertes, esta sería la causa de que los objetos y la gente cambiasen de dimensión, haciéndose invisibles. La respuesta a la cuestión de las desapariciones en el Triángulo de las Bermudas se halla tal vez en anomalías  electromagnéticas que se evidencian sólo en algunas épocas, cuando son activadas por casualidad o a propósito. Y parece posible que la presencia de ovnis cree las cargas de energía requeridas. Pero no deja de ser curiosa esta concentración de incidentes en el Triángulo de las Bermudas. Tal vez los seres inteligentes que manejan los ovnis no estén sólo tomando muestras y verificando nuestro progreso científico, como lo demuestra su interés por Cabo Kennedy y nuestras pruebas espaciales, sino que están retornando a lo que podrían ser antiguos recintos sagrados o quizá centros o estaciones generadores de energía que actualmente están cubiertos por el mar. En años recientes se ha descubierto, cerca de las Bimini y en otros lugares de las Bahamas, grandes construcciones en el fondo del mar que constituyen indicios de que allí existía hace miles de años una civilización muy desarrollada. Resulta más que curioso que hayan ocurrido tantos incidentes en esta zona y que haya habido tantas visiones de ovnis, no sólo en el cielo, sino también entrando y saliendo del océano.

A finales de la década de 1930, Nikola Tesla, afirmó haber completado una teoría dinámica de la gravedad, que básicamente explicaba la gravedad como una mezcla de ondas electromagnéticas longitudinales y transversales. Esta teoría fue adoptada por un grupo de trabajo que experimentaba con los campos electromagnéticos en la Universidad de Chicago, donde se estaban iniciando las investigaciones sobre la posibilidad de la invisibilidad a través del uso de campos eléctricos y magnéticos. En 1939 este proyecto se habría trasladado al Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Princeton. En un momento determinado, afirmaron haber conseguido la invisibilidad de pequeños objetos, por lo que lo presentaron al gobierno de los Estados Unidos. En los ámbitos militares vieron el potencial de esta nueva tecnología y decidieron sufragar el curso de las investigaciones a fin de dirigirlas hacia su aplicación a la industria bélica. El USS Eldridge fue modificado para transportar toneladas de equipamiento electrónico, entre el que se incluirían dos enormes generadores, montados en el lugar que debería ocupar la torreta de cañones de proa, y que distribuían su potencia a través de cuatro bobinas montadas en cubierta. Fueron empleados tres transmisores de 2 megavatios cada uno, 3.000 tubos amplificadores, para canalizar los campos de las bobinas de los dos generadores, circuitos de sincronización y modulación, a fin de generar campos electromagnéticos masivos que, correctamente configurados, serían capaces de curvar las ondas de luz y de radio alrededor del buque, haciéndolo invisible. Las pruebas habrían empezado el verano de 1943, y hasta cierto punto tuvieron éxito al principio. Una prueba, el 22 de julio de 1943, volvió al USS Eldridge casi totalmente invisible, con algunos testigos reportando una «niebla verdosa«. Sin embargo, algunos miembros de la tripulación se quejaron posteriormente de náuseas. En ese momento, el experimento fue alterado a petición de la Marina, con el objetivo de hacer al navío invisible únicamente a los radares. El equipo fue recalibrado y el experimento se llevó a cabo el 28 de octubre. Esta vez, el USS Eldridge no sólo se volvió totalmente invisible a la vista, sino que de hecho desapareció del área en un relámpago azul. Al mismo tiempo, la base naval estadounidense en Norfolk, Virginia, a 320 km de distancia, un marinero declaró haber visto al Eldridge durante 15 minutos, al final de los cuales desapareció, para volver a aparecer en Filadelfia, en sus coordenadas originales. Supuestamente fue un caso accidental de teletransportación.

Según el relato de Carlos Allende (Carl Allen) los efectos fisiológicos en la tripulación fueron profundos. Mareos muy violentos, personal que desapareció por completo, otros que simplemente se volvieron locos o padecieron esquizofrenia severa, y lo más terrorífico fue el hallazgo de cinco miembros de la tripulación fundidos completamente con la estructura de metal de la proa del buque, mientras que otros tantos sufrieron desmaterializaciones de algunas partes de sus cuerpos. Supuestamente, los oficiales navales, horrorizados, cancelaron el experimento inmediatamente. Los supervivientes nunca fueron los mismos, y permanecieron en una suerte de amnesia total. Los detalles de este experimento fueron revelados indirectamente. El personaje Carl Allen fue un verdadero enigma. El verdadero nombre de Carl Allen era Carl Meredith Allen, quien cambió varias veces de nombre y domicilio. Nació en Springdale (Pensilvania) en mayo de 1925, y se le suponen por lo menos cinco seudónimos. Es el menor de tres hijos. Su padre era irlandés y su madre gitana. Se alistó en la Marina de los Estados Unidos el 14 de julio de 1942, y se licenció el 21 de mayo de 1943. En julio de 1943 entró en la marina mercante, que abandonó en octubre de 1952, y desde entonces fue una especie de vagabundo. Se dice que visitó la Corporación Varo, una empresa de investigación, por invitación de su presidente, y que estuvo en contacto con el doctor Edward U. Condon durante la investigación sobre ovnis que realizó en la Universidad de Colorado. Allen reconoció ser el autor de las cartas de Jessup y de las anotaciones que había en el libro enviado a la ONR. Murió en un asilo de Colorado el 5 de marzo de 1994. La historia del Experimento Filadelfia se basa, sobre todo, en la información contenida en dos cartas enviadas en 1956 por Carlos Allende (o Carl Allen) a Morris Jessup. Entre otras frases, en las cartas se decía que: «Quiero mencionar que de algún modo también el barco experimental desapareció del muelle de Filadelfia y muy pocos minutos después apareció en otro muelle en Norfolk, en la zona de Portsmouth. Éste fue señalado y claramente identificado, pero entonces el barco desapareció de nuevo y volvió a su muelle de Filadelfia en sólo unos pocos minutos o menos«. Al barco lo rodeaba una niebla verde, y esto es lo que sucede en la mayoría de los casos reportados en el Triángulo de las Bermudas. En octubre de 1943 los tripulantes viajaron, durante los 15 minutos que duro la invisibilidad, desde el muelle de Filadelfia a otro muelle en Norfolk. Hay rumores de que se produjo una pelea en un bar donde los tripulantes supervivientes comenzaron a materializarse y desmaterializarse. Lo que ocurrió en aquel lugar ha dado pie a infinidad de estudios, reportajes, libros e incluso varias películas, pese a que no existe ninguna documentación oficial sobre este enigmático episodio.

El objetivo del experimento era enormemente ambicioso; ni más ni menos que hacer desaparecer un barco de la Marina estadounidense mediante la utilización de un potente campo magnético provocado por unos generadores eléctricos emplazados en sus bodegas. Al parecer, este objetivo se cumplió con creces. Pero además de desaparecer el buque se teletransportó, apareciendo a cientos de millas de distancia. En los meses y años siguientes, los supervivientes del experimento sufrieron extrañas experiencias. Al parecer, de repente desaparecían ante la mirada atónita de sus familiares, ya fuera en su propia casa o incluso caminando por la calle. En otras ocasiones, se quedaban totalmente inmóviles, sin poder reaccionar a los estímulos exteriores o perdían la noción del tiempo. De todos modos, ninguno de los marineros que se vieron implicados en aquel experimento accedió a hablar públicamente del mismo, debido a que se les había advertido de su carácter secreto. Esta circunstancia no es extraña, puesto que durante la Segunda Guerra Mundial se produjeron muchos otros episodios en los que estaba involucrado un buen número de testigos y, aún así, no llegó a trascender ningún detalle hasta que la administración levantase, décadas más tarde, el velo de silencio que lo cubría. Pero, ¿qué hay de verdad en el Experimento Filadelfia? En primer lugar hay que señalar que el destructor objeto del experimento existió en realidad. No obstante, según los datos que figuran en los archivos de la Marina norteamericana, el USS Eldridge no entró en servicio hasta el 27 de agosto de 1943, es decir, un mes después del primer experimento. Pero otro dato desconcertante es que, según los registros oficiales, el 28 de octubre el destructor no se encontraba en Filadelfia, sino en Nueva York, dirigiéndose cuatro días más tarde a la base naval de Norfolk para partir rumbo a la ciudad marroquí de Casablanca, a donde llegaría el 22 de noviembre. Por lo tanto, si los datos de la Marina son ciertos, el USS Eldridge no pudo ser el protagonista del experimento. Después de participar en el desembarco de Normandía, el 6 de junio de 1944, el destructor sería entregado a Grecia exactamente dos años después. El buque fue rebautizado como A/T Leon. Sirvió en la Marina griega hasta 1990. Pero pese a que, según los archivos oficiales, el USS Eldridge no llegó a estar nunca fondeado en Filadelfia, por lo que es de suponer que fue ajeno al experimento, la realidad es que el barco, ya en poder de los griegos, ofrecía algunos aspectos inquietantes.

Lo más extraño era la ausencia en el USS Eldridge de las páginas del cuaderno de bitácora que cubrían desde su botadura hasta el 1 de diciembre de 1943. Las hojas habían sido cuidadosamente arrancadas del libro, algo totalmente inusual, puesto que ese diario es sagrado para el registro de la historia de un buque. Pero, aunque pueda parecer extraño, así es como fue entregado a las autoridades militares helenas. Por otro lado, la instalación eléctrica del barco presentaba varias anomalías, como la existencia de un buen número de cables que no conducían a ninguna parte y que los técnicos griegos no lograron identificar. Además de estos datos objetivos, a lo largo de los años que el destructor sirvió en la Marina griega los tripulantes observaron algunos hechos curiosos, como la desaparición de pequeños objetos sin explicación lógica o la presencia en algún momento puntual de un extraño halo de color verde alrededor del casco del barco. Algunos marineros aseguraban sentir fuertes vibraciones pese a estar el buque con las máquinas paradas, o decían tener la sensación de haber servido en el destructor con anterioridad. De todos modos, estos enigmáticos sucesos podían estar inducidos por el hecho de que los marineros conocían los rumores de que el barco había sufrido una supuesta teletransportación. Si existen dudas sobre si el USS Eldridge se encontraba realmente en Filadelfia para las fechas del supuesto experimento, lo mismo ocurre con el mercante que presumiblemente vio la súbita aparición del destructor en Norfolk. En efecto, en el cuaderno de bitácora del Andrew Furuseth se indica que partió de Norfolk con destino al puerto argelino de Orán el 25 de octubre de 1943, es decir tres días antes del segundo experimento. En los archivos de la Marina se encontró una carta del capitán del buque, William S. Dodge, en la que niega formalmente que la tripulación observase ningún fenómeno extraño mientras estuvo en Norfolk. Por lo tanto, en la fecha que los investigadores señalan como la del segundo experimento, oficialmente ninguno de los dos barcos implicados se encontraba allí. El destructor estaba en el puerto de Nueva York mientras que el mercante se hallaba ya en ruta a través del Atlántico. Sin embargo, siempre existirá la posibilidad de que esta historia haya surgido de algún hecho real que, por el motivo que sea, las autoridades militares hayan decidido mantener en secreto. El Ejército y la Marina estadounidense llevaron a cabo infinidad de experimentos, sobre todo durante la Guerra fría, que se han mantenido ocultos durante décadas.

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Richard Feynman, un famoso físico teórico estadounidense que ayudó a unificar la teoría cuántica y la electrodinámica, dijo: «Creo que puedo decir con seguridad que nadie entiende la mecánica cuántica«. Debo reconocer que cuando conocí de que se trataba el concepto de entrelazamiento cuántico quedé muy impresionado. Además podría estar relacionado con la hipotética posibilidad de efectuar una teletransportación, que consistiría básicamente en desaparecer de un lugar y aparecer en otro sin pasar aparentemente por ningún sitio intermedio. En efecto, las posibilidades de una hipotética teletransportación funcionarían gracias al entrelazamiento cuántico. Dos partículas entrelazadas las podríamos asimilar al caso de dos gemelos que tuviesen una conexión especial. Se dice que aunque dos gemelos estén separados por miles de kilómetros, si uno se hace daño, su hermano gemelo siente el mismo dolor. Pues bien, algo así sucede con las partículas entrelazadas. Aunque las separes, cuando hacemos algo a una de ellas, la otra lo «siente» al instante. Por ello, a pesar de haberlas alejado a distancias siderales, siguen conectadas. Eso significa estar entrelazadas. Y gracias a estas partículas entrelazadas, tal vez algún día podremos teletransportarnos. Podemos tener un tipo de cócteles de partículas en el lugar de origen que tengan una «conexión especial» con otro cóctel de partículas situado en el lugar al que queremos teletransportarnos. En un momento dado, este último grupo de partículas se ha convertido en el objeto teletransportado. Pero el objeto original habría quedado destruido al mezclarse con el primer cóctel de partículas. También sabemos que el viaje al futuro será posible siempre que se viaje a velocidades siderales. Asimismo tenemos la existencia de partículas que se pueden teletransportar a través de muros e incluso pueden estar en dos lugares al mismo tiempo. Los hallazgos en física cuántica han revolucionado la manera de contemplar nuestro universo. El teletransporte es una tecnología que aparece en el universo de la serie televisiva de ficción Star Trek y que está incluida en muchas naves espaciales de la Galaxia, lo que permitía trasladar materia, fuera orgánica o no, a grandes distancias, sin usar medios de transporte físico. En los inicios de la serie el teletransporte era visto con recelo por la tripulación de las primeras naves terrestres, porque la idea de desmaterializarse por completo para volver a ser materializado era preocupante, pero muy pronto este problema psicológico se terminó superando. La secuencia de los teletransportes en la serie es controlada por un equipo que analiza primero a la persona u objeto a transferir y crea un «mapa«. Después el objetivo es llevar a la desmaterialización del objeto o persona y «salvarlo» en un buffer de teletransporte que se transmite hasta el punto de llegada y se materializa, transformando la energía en materia.

Es normal que cualquiera de nosotros haya tenido, alguna vez, la fantasía de poder teletransportarse a otro lugar. Ciencia y ficción han planteado que habrá un día en que podamos desaparecer y aparecer en otro lugar prácticamente instantáneamente. Y es que las investigaciones de los físicos cuánticos se interrelacionan hasta tal punto con lo que novelas, series y películas nos relataban, que es difícil saber si ya estamos cerca de que el teletransporte sea una realidad. Ya en 1877, David Page Mitchell escribió El hombre sin cuerpo, en el que un científico logra desintegrar atómicamente a un gato y teletransportarlo a través de un cable de telégrafo. Aunque el experimento sale mal porque la batería del aparato se agota justo cuando sólo se había enviado la cabeza del animal. El famoso escritor Arthur Conan Doyle también tiene relatos en los que se producía la teletransportación, como en la novela La máquina desintegradora, de 1929, en la que un científico loco descubre un peculiar instrumento capaz de desintegrar objetos y volverlos a construir tal cual eran, una y otra vez. Pero también actualmente tenemos novelistas que han tratado este tema, como Michael Crichton, en Rescate en el tiempo, un libro en el que planteaba la teoría del multiverso antes incluso de estar admitida por la comunidad científica, así como que sería posible destruir organismos vivos para transportarlos a otro universo paralelo. Aparte de series como Star Trek y Star Gate, tenemos The Big Bang Theory, en la que los protagonistas, Sheldon Cooper y Leonard Hoftstader, exploran nuevas teorías físicas que podrían llevar en última instancia a que la teletransportación fuera una realidad. Pero, ¿el teletransporte es sólo fruto de nuestra imaginación o es algo posible? Son muchos los físicos y expertos de otras disciplinas que están estudiando cómo poder llevar a cabo el teletransporte, ya que hoy por hoy su existencia es reconocida y admitida por la mayor parte de la comunidad científica. No fue así en el pasado: Albert Einstein llegó a decir, a propósito del entrelazamiento cuántico, que esta teoría era una “acción fantasmal a distancia”. Por ello, y una vez convencidos de su existencia, el problema radica en su aplicación práctica, es decir, en descubrir los mecanismos que nos permitan salvar todas las barreras que actualmente existen para que sea una realidad.

Pero las perspectivas son bastante positivas. En 2002, la Universidad Nacional de Australia consiguió descomponer un haz láser y volverlo a componer a la distancia de un metro. Hace varios años que el físico cuántico Anton Zeilinger logró, junto a su equipo, teletransportar un par de fotones entrelazados cuánticamente a través de un túnel bajo el Danubio, a unos 600 metros de distancia. En 2009 ya se pudieron teletransportar 5.000 átomos a unos 23 kilómetros de distancia. Pero en el año 2014 se avanzó un paso más. Hasta entonces había dudas de si, en este proceso de teletransporte, el estado cuántico podía mantenerse sin alteración alguna. Pero científicos de la Universidad de Ginebra han podido comprobar que es así, teletransportando el estado cuántico de un fotón a un cristal, colocado a más de 25 kilómetros, mediante una fibra óptica. En esta prueba, los científicos enviaron un fotón a lo largo de la fibra óptica mientras que el segundo fotón fue enviado directamente a un cristal. Posteriormente, un tercer fotón golpeó al primero y ambos desaparecieron, pero no la información que contenían, que representa el estado cuántico y que fue capaz de seguir su ruta y acabar impactando contra el fotón que ya estaba en el cristal. Ello implica que el estado cuántico de los elementos, sean cuales sean, puede teletransportarse incluso por encima de la partícula en la que se halle. El supuesto teletransporte forma parte también de los trucos e ilusiones de cualquier mago, aunque utilizando trucos, como mediante la utilización de espejos. El teletransporte se hizo familiar por primera vez en la cultura popular con la serie Star Trek. Se dice que Gene Roddenberry, el creador de Star Trek, introdujo el teletransporte en la serie porque el presupuesto de los estudios Paramount no daba para los costosos efectos especiales necesarios para simular el despegue y el aterrizaje de naves a propulsión en planetas lejanos. Sencillamente era más económico teletransportar a la tripulación del Enterprise a su destino. No obstante, los científicos han planteado varias objeciones sobre la posibilidad del teletransporte. Por ejemplo, para teletransportar a alguien habría que conocer la posición exacta de cada átomo de un cuerpo vivo, lo que probablemente violaría el principio de incertidumbre de Heisenberg, que afirma que no se puede conocer al mismo tiempo la posición y la velocidad exactas de un electrón. Los productores de la serie Star Trek, para contrarrestar a los críticos, introdujeron lo que llamaron «compensadores de Heisenberg» en la cámara transportadora, como si se pudiesen compensar las leyes de la física cuántica añadiendo un artilugio al transportador.

Tal vez la necesidad de crear estos compensadores de Heisenberg fuera prematura y que esos científicos críticos estuvieran equivocados. Según la teoría newtoniana el teletransporte es claramente imposible, ya que las leyes de Newton se basan en la idea de que la materia está hecha del equivalente a minúsculas bolas de billar. Los objetos no se mueven hasta que se les empuja y los objetos no desaparecen y reaparecen de repente en otro lugar. Pero en la teoría cuántica, eso es precisamente lo que las partículas pueden hacer. Las leyes de Newton, que dominaron durante doscientos cincuenta años, fueron consideradas parcialmente obsoletas en 1925, cuando Werner Heisenberg, Erwin Schrödinger y sus colegas desarrollaron la teoría cuántica. Al analizar las extrañas propiedades de los átomos, los físicos descubrieron que los electrones actuaban como ondas y hacían saltos cuánticos en sus movimientos aparentemente caóticos dentro de los átomos. El físico austriaco Erwin Schrödinger estableció la famosa ecuación de ondas que lleva su nombre, una de las más importantes de toda la física y química. En 1905 Einstein había mostrado que las ondas luminosas pueden tener propiedades de tipo partícula; es decir, pueden describirse como paquetes de energía llamados fotones. Pero la década de 1920 se estaba haciendo evidente para Schrödinger que lo contrario también era cierto, o sea que las partículas así como los electrones podían también exhibir un comportamiento ondulatorio. Esta idea fue señalada por primera vez por el físico francés Louis de Broglie, que ganó el premio Nobel por esa idea. Cuando Schrödinger empezó a resolver su ecuación para el átomo de hidrógeno encontró, para su gran sorpresa, los niveles de energía exactos del hidrógeno que habían sido cuidadosamente catalogados por físicos anteriores. Entonces se dio cuenta de que la antigua imagen del átomo del físico danés Niels Bohr, que mostraba a los electrones orbitando alrededor del núcleo, era en realidad errónea. Estas órbitas tendrían que ser reemplazadas por ondas que rodeasen el núcleo. De repente los físicos eran capaces de observar dentro del propio átomo, examinando en detalle las ondas que constituían sus capas electrónicas y extrayendo predicciones precisas para esos niveles de energía.

Pero, si el electrón está descrito por una onda, entonces, ¿qué es lo que está ondulando? Esta pregunta fue contestada por el físico y matemático alemán Max Born, que dijo que esas ondas son en realidad ondas de probabilidad, ya que estas ondas dan solamente la probabilidad de encontrar un electrón concreto en cualquier lugar y cualquier instante. En otras palabras, el electrón es una partícula, pero la probabilidad de encontrar dicha partícula viene dada por la onda de Schrödinger. !Vaya paradoja! Cuanto mayor es la onda en un punto, mayor es la probabilidad de encontrar la partícula en dicho punto. Con estas teorías se introducían e azar y la probabilidad en el núcleo de la física, que hasta entonces había dado predicciones precisas y trayectorias detalladas de partículas, desde planetas a proyectiles de cañón. Esta incertidumbre fue finalmente descrita por el físico teórico alemán Werner Heisenberg cuando propuso el famoso principio de incertidumbre, es decir, el concepto de que no se puede conocer a la vez la velocidad y la posición exactas de un electrón, ni se puede conocer su energía exacta, medida en un intervalo de tiempo dado. Hay que reconocer que, a nivel cuántico, se violan todas las leyes básicas del sentido común. Por ejemplo, los electrones pueden desaparecer y reaparecer en otro lugar, y los electrones pueden estar en muchos lugares al mismo tiempo. !Vamos, como si estuviésemos en un mundo mágico! Tanto Einstein como Schrödinger estaban horrorizados por la introducción del azar en la física fundamental, por lo que Einstein escribió: «La mecánica cuántica merece mucho respeto. Pero una voz interior me dice que esto no es toda la verdad. La teoría ofrece mucho, pero apenas nos acerca más al secreto del viejo (Dios). Por mi parte, al menos, estoy convencido de que Dios no juega a los dados». Sin embargo, la teoría de Heisenberg, aunque era revolucionaria y controvertida, funcionaba. De repente los físicos y químicos podían explicar un gran número de fenómenos intrigantes. A pesar de sus evidentes dificultades hay una pequeñísima probabilidad de que un día nos despertemos en un planeta lejano. El hecho de que los electrones puedan estar aparentemente en muchos lugares al mismo tiempo forma la base misma de la química. Sabemos que los electrones circulan alrededor del núcleo de un átomo, como un sistema solar en miniatura. Pero átomos y sistemas solares son muy diferentes. Si dos sistemas solares colisionan en el espacio exterior, los sistemas solares se romperán y los planetas saldrán disparados al espacio profundo. Pero cuando los átomos colisionan, suelen formar moléculas que son perfectamente estables y que comparten electrones.

Toda la química, que explica, por ejemplo, las moléculas del interior de nuestros cuerpos, se basa en la idea de que los electrones pueden estar en muchos lugares al mismo tiempo, y el hecho de compartir electrones entre dos átomos es lo que mantiene unidas las moléculas de nuestro cuerpo. Sin la teoría cuántica, !nuestras moléculas y átomos se disolverían al instante! Esta extraña y profunda propiedad de la teoría cuántica de que hay una probabilidad finita de que puedan suceder los sucesos más sorprendentes, es expresada por el escritor Douglas Adams en su divertida novela Guía del autoestopista galáctico. Como Adams necesitaba una manera para viajar a gran velocidad a través de la galaxia, se inventó el propulsor de improbabilidad infinito, «un nuevo y maravilloso método de atravesar enormes distancias interestelares en una nadería de segundo, sin toda esa tediosa complicación del hiperespacio». Su extraña máquina permite cambiar a voluntad las probabilidades de cualquier suceso cuántico, de modo que incluso sucesos muy improbables se hacen probables. Así, si uno quisiera saltar a un planeta del sistema estelar más cercano, simplemente tendría que cambiar la probabilidad de materializarse en dicho planeta y se teletransportaría allí al instante. Pero debemos ser conscientes de que todavía los «saltos» cuánticos tan frecuentes dentro del átomo no pueden generalizarse fácilmente a objetos grandes. tales como personas, que contienen muchísimos billones de átomos. Incluso si los electrones de nuestro cuerpo están moviéndose alrededor del núcleo del átomo, hay tantos de ellos que sus movimientos se promedian. Esta es la razón de que a nuestro nivel las sustancias parezcan sólidas y estables. Por ello, aunque el teletransporte está permitido a nivel atómico, habría que esperar un tiempo mayor que la edad del universo para presenciar realmente estos extraños efectos a una escala macroscópica. Pero, ¿es posible utilizar las leyes de la física cuántica para crear una máquina que permita teletransportar algo a demanda, como en la ciencia ficción? Sorprendentemente la respuesta es un sí, aunque matizado.

La clave para el teletransporte cuántico la podemos encontrar en un famoso artículo escrito en 1935 por Albert Einstein y sus colegas Boris Podolsky y Nathan Rosen, quienes propusieron el experimento EPR, que representa las iniciales de sus nombres, con la pretendida finalidad de acabar, de una vez por todas, con la introducción de la probabilidad en la física. Para ello tenemos que tener en cuenta que, hablando de los innegables éxitos experimentales de la teoría cuántica, Einstein escribió: «Cuanto más éxito tiene la teoría cuántica, más absurda parece». Una de las curiosidades de la física cuántica es que si dos electrones vibran inicialmente al unísono, un estado llamado coherencia, pueden permanecer en sincronización ondulatoria incluso si están separados por una gran distancia. Aunque los dos electrones puedan estar separados varios años luz, sigue habiendo una onda de Schrödinger invisible que los conecta, como si fuese un tipo de cordón de plata que se supone une el cuerpo físico con el cuerpo astral. Es verdaderamente sorprendente que si algo sucede a un electrón, entonces parte de esta información es transmitida inmediatamente al otro, independientemente de la distancia a que estén. Esto se denomina «entrelazamiento cuántico», que indica la particularidad de que partículas que vibran en coherencia tienen algún tipo de extraña conexión profunda que las vincula. De hecho, puesto que estos dos electrones están «entrelazados», es decir, sus funciones de onda laten al unísono, sus funciones de onda están conectadas por un tipo de cordón de plata invisible. Cualquier cosa que afecte a uno tiene automáticamente un efecto sobre el otro. Esto significa, nada menos, que lo que nos ocurre a nosotros afecta de manera instantánea a cosas en lejanos confines del universo, puesto que nuestras funciones de onda probablemente estuvieron entrelazadas desde el comienzo del tiempo. En cierto sentido hay un tipo de entrelazamiento que conecta confines lejanos del universo, incluyéndonos a nosotros. Einstein lo llamaba irónicamente «fantasmal acción a distancia» y este fenómeno pensó que le permitiría «demostrar» que la teoría cuántica estaba equivocada, ya que nada puede viajar más rápido que la velocidad de la luz. Originalmente, Einstein diseñó el experimento EPR para cargarse la teoría cuántica. Pero en la década de 1980, Alain Aspect, físico experimental de nacionalidad francesa, y sus colegas realizaron un experimento con dos detectores separados 13 metros, midiendo los espines de fotones emitidos por átomos de calcio, en que los resultados concordaron exactamente con la teoría cuántica. Ello demostraba que, tal vez, Dios sí juega a los dados con el universo.

¿Podemos decir que la información viajaba realmente más rápida que la luz? O, tal vez, ¿estaba Einstein equivocado al decir que la velocidad de la luz era la velocidad límite en el universo? Podríamos decir que las respuestas a estas preguntas tienen que ser matizadas. Lo que sí viajaba más rápida que la luz era la información, pero dicha información era aleatoria, y por ello supuestamente inútil. No se puede enviar un mensaje real mediante el experimento EPR, incluso si la información está viajando más rápida que la luz. No se pueden enviar los resultados de la liga de futbol de hoy por este método. Ninguna señal que contenga información no aleatoria puede enviarse mediante este método. Durante años, y en contra de las iniciales intenciones de sus promotores, el experimento EPR fue utilizado como ejemplo de la clara victoria de la teoría cuántica sobre sus críticos, pero era una victoria aparentemente sin consecuencias prácticas. Pero todo cambió en 1993, cuando científicos de la empresa IBM, dirigidos por Charles Bennett, demostraron que era físicamente posible teletransportar objetos, al menos a nivel atómico, utilizando el propio experimento EPR. De hecho lo que demostraron era que se podía teletransportar toda la información contenida dentro de una partícula. Desde entonces los físicos han podido teletransportar fotones e incluso átomos de cesio enteros. Se cree que, tal vez, en unas pocas décadas los científicos serán capaces de teletransportar la primera molécula de ADN y, quizás, el primer virus. El teletransporte cuántico explota algunas de las propiedades más extrañas del experimento EPR. En estos experimentos de teletransporte, los físicos empiezan con dos átomos, A y C. Supongamos que queremos teletransportar información del átomo A al átomo C. Entonces introducimos un tercer átomo, B, que inicialmente se entrelaza con C, de modo que B y C son coherentes. Luego ponemos en contacto el átomo A con el átomo B. A explora B, de modo que el contenido de información del átomo A es transferido al átomo B. A y B se entrelazan en el proceso. Pero puesto que B y C estaban originalmente entrelazados, la información dentro de A ha sido transferida al átomo C. En conclusión, el átomo A ha sido ahora teletransportado al átomo C, es decir, el contenido de información de A es ahora idéntico al de C. Nótese que la información dentro de A ha sido destruida, de modo que no tenemos dos copias de A después del teletransporte. Esto significa que cualquier ser hipotéticamente teletransportado «se destruiría» en el proceso. Pero el contenido de información de su cuerpo aparecería en otro lugar. Nótese también que el átomo A no se ha movido hasta la posición del átomo C. Por el contrario, es la información dentro de A (por ejemplo, su espín y polarización) la que se ha transferido a C. Esto no significa que el átomo A se disuelva y luego reaparezca de repente en otra localización. Significa que el contenido de información del átomo A ha sido transferido a otro átomo, C.

Desde el anuncio original de este gran avance científico ha habido una fuerte competencia por estar en la vanguardia de la ciencia. La primera demostración histórica de teletransporte cuántico en la que se teletransportaron fotones de luz ultravioleta se llevó a cabo en 1997 en la Universidad de Innsbruck, en Austria. Al año siguiente, investigadores del Instituto Tecnológico de California (Caltech) hicieron un experimento aún más sorprendente en el teletransporte de fotones. Tal como ya hemos relatado, en 2004 físicos de la Universidad de Viena fueron capaces de teletransportar partículas de luz a una distancia de 600 metros por debajo del río Danubio utilizando un cable de fibra óptica, lo que establecía un nuevo récord. Pero se ha criticado que estos experimentos fueron realizados con fotones de luz. Por eso fue importante que, en 2004, el teletransporte cuántico se demostrara no con fotones de luz, sino con átomos reales, lo que supuso acercarnos a disponer de un aparato de teletransporte más realista. En la portada de la revista Nature se publicó la importante noticia de que físicos del Instituto Nacional de Normas y Tecnología, en Washington D. C., consiguieron entrelazar tres átomos de berilio y transfirieron las propiedades de un átomo a otro. Otro grupo de científicos también consiguió teletransportar átomos de calcio. En 2006 se logró un avance realmente espectacular, ya que se consiguió teletransportar por primera vez un objeto macroscópico. En efecto, físicos del Instituto Niels Bohr de Copenhague y el Instituto Max Planck en Alemania consiguieron entrelazar un haz luminoso con un gas de átomos de cesio, lo que involucraba a billones y billones de átomos. Luego codificaron la información contenida dentro de pulsos de láser y fueron capaces de teletransportar esta información de los átomos de cesio a una distancia de casi medio metro. Eugene Polzik, uno de los investigadores, dijo: «Por primera vez se ha conseguido teletransporte cuántico entre luz (la portadora de la información) y átomos». Vemos pues que los avances en teletransporte se producen cada vez con más rapidez. En 2007 se produjo otro importante avance, ya que unos físicos propusieron un método de teletransporte que no requería entrelazamiento cuántico.

Tenemos que tener en cuenta que el entrelazamiento cuántico es el aspecto más complejo del teletransporte cuántico. Resolver este problema podría abrir nuevas posibilidades en teletransporte. El físico Aston Bradley del Centro de Excelencia para Óptica Atómica Cuántica del Consejo de Investigación Australiano en Brisbane, que participó en el desarrollo del nuevo método de teletransporte, afirmó que: «Estamos hablando de un haz de unas 5000 partículas que desaparecen de un lugar y reaparecen en algún otro lugarCreemos que nuestro esquema está más cercano en espíritu al concepto de ficción original». Aston Bradley y sus colegas utilizaron un haz de átomos de rubidio, convirtieron toda su información en un haz de luz, enviaron este haz de luz a través de un cable de fibra óptica y luego reconstruyeron el haz de átomos original en una ubicación lejana. Este nuevo método eliminaría el obstáculo principal para el teletransporte y abriría un nuevo enfoque para teletransportar objetos cada vez más grandes. Para distinguir este nuevo método de lo que es el teletransporte cuántico, Aston Bradley ha llamado a su método «teletransporte clásico», aunque este método también depende de la teoría cuántica, pero no del entrelazamiento cuántico. La clave para este nuevo tipo de teletransporte lo tenemos en un nuevo estado de la materia llamado «condensado de Bose-Einstein», o BEC, que es una de las sustancias más frías de todo el universo. En la naturaleza la temperatura más fría se ha encontrado en el espacio exterior en el equivalente a 3ºK (-270,15ºC) por encima del 0 absoluto. Esto se supone es debido al calor residual del Big Bang, que aún llena el universo. Pero un BEC aún está más frío, ya que está a una millonésima de milmillonésima de grado sobre el 0 absoluto, una temperatura que solo puede encontrarse en experimentos de laboratorio. De hecho, cuando ciertas formas de materia se enfrían hasta casi el cero absoluto, sus átomos se ponen en el estado de energía más baja, de tal modo que todos sus átomos vibran al unísono y se hacen coherentes. Entonces las funciones de onda de todos los átomos se solapan, de manera que podríamos decir que un BEC es como un «superátomo» gigante en donde todos los átomos individuales vibran al unísono. Este extraño estado de la materia ya fue predicho por Albert Einstein y Satyendranath Bose en 1925, pero pasarían bastantes años hasta que en 1995 se creara finalmente un BEC en el laboratorio del MIT y en la Universidad de Colorado.

Imagen 4

De esta manera es cómo funciona el dispositivo de teletransporte de Aston Bradley y sus colegas. Primero empiezan con un conjunto de átomos de rubidio superenfríados en un estado BEC («condensado de Bose-Einstein»). Luego aplican al BEC un haz de materia, constituido asimismo de átomos de rubidio. Estos átomos del haz también quieren ubicarse en el estado de energía más baja, de tal manera que ceden su exceso de energía en forma de un pulso de luz. Entonces este haz de luz es enviado por un cable de fibra óptica. Lo sorprendente es que el haz de luz contiene toda la información cuántica necesaria para describir el haz de materia original, tal como la posición y velocidad de todos sus átomos. Luego el haz de luz incide en otro BEC, que transforma el haz de luz en el haz de materia original. !Y ya tenemos una teletransportación! Vemos pues que este nuevo método de teletransporte es muy prometedor, puesto que no necesita el entrelazamiento cuántico de átomos, que es algo muy complejo de conseguir actualmente. Pero este método depende de las propiedades de los BEC, que son difíciles de crear en un laboratorio. Además, las propiedades de los BEC se comportan como si fueran un átomo gigantesco. En teoría, los efectos cuánticos extraños, que solo observamos a nivel atómico, pueden verse a simple vista en un BEC. Una aplicación práctica de los BEC es para crear «láseres atómicos». Se sabe que los láseres están basados en haces coherentes de fotones que vibran al unísono. Como un BEC es una colección de átomos que vibran al unísono, es posible crear haces de átomos de un BEC que sean todos coherentes. Ello implica que un BEC puede crear un láser atómico o láser de materia, que está constituido de átomos de BEC. Las aplicaciones comerciales de los láseres son enormes, por lo que las aplicaciones comerciales de los láseres atómicos podrían ser también muy grandes. Pero la principal dificultad es que los BEC existen solo a temperaturas muy próximas al cero absoluto, lo que dificulta y enlentece su progreso. Teniendo en cuenta los avances llevados a cabo, ¿cuándo será posible teletransportarnos? Algunos físicos creen que pronto será posible teletransportar moléculas complejas, por lo que tal vez dentro de pocas décadas pueda teletransportarse una molécula de ADN o incluso un virus. Ello implica que no hay nada que, en principio, impida teletransportar a una persona real, tal como hemos visto en películas de ciencia ficción, como Star Trek. Pero se necesitan algunos de los mejores laboratorios de física del mundo solo para crear coherencia entre minúsculos fotones de luz y átomos individuales, por lo que crear coherencia cuántica que implique a objetos verdaderamente macroscópicos, como en el caso de una persona, será imposible durante bastante tiempo. De hecho, es posible que hasta el siglo XXII, como mínimo, no puedan teletransportarse objetos cotidianos. Pero ya hemos aprendido que muchas veces nos ha sorprendido el avance acelerado de diversas tecnologías.

Lo que sí sabemos es que el destino del teletransporte cuántico está íntimamente relacionado con el destino del desarrollo de los ordenadores cuánticos, que también están avanzando muy rápido. Los dos utilizan la misma física cuántica y la misma tecnología, de modo que hay una vinculación cruzada entre estos dos campos. Los ordenadores ordinarios computan en un sistema binario de 0 y 1, llamados bits. Pero los ordenadores cuánticos son mucho más potentes. Pueden computar con qubits, y actualmente qutrits, que pueden tomar valores intermedios entre 0 y 1. En efecto, se ha conseguido introducir un tercer estado energético en los qubits. Esto hace que el nivel de información que puede transportar sea mayor, de manera más veloz y haciendo que los errores decaigan significativamente. Después de estas pruebas, que ahora mismo todavía están en fase experimental, se ha considerado en llamar a este nuevo estado como qutrits. Un átomo colocado en un campo magnético gira como una peonza, de modo que su eje de giro (spin) puede apuntar arriba o abajo. El sentido común nos dice que el espín del átomo puede ser arriba o abajo, pero no ambos al mismo tiempo. Pero en el extraño mundo cuántico, el átomo se describe como la suma de dos estados, la suma de un átomo con espín arriba y un átomo con espín abajo, lo que implica que en el mundo cuántico todo objeto está descrito por la suma de todos los estados posibles. Imaginemos ahora una cadena de átomos alineados en un campo magnético, con el espín alineado en una dirección. Si un haz láser incide en esta cadena de átomos, el haz rebotará en la misma y cambiará el eje de giro de algunos de los átomos. Midiendo la diferencia entre el haz láser incidente y el saliente, hemos conseguido un complicado «cálculo» cuántico, que implica el cambio de muchos espines. Sin embargo, el teletransporte cuántico y los ordenadores cuánticos comparten la misma debilidad, ya que deben mantener la coherencia de grandes conjuntos de átomos. Cuando pueda resolverse este problema, se producirá un avance espectacular en ambos campos. En teoría, un ordenador cuántico podría descifrar todos los códigos del mundo y desbaratar por completo la seguridad de los sistemas de ordenadores actuales. Algunos científicos han especulado con que en el futuro la economía mundial podría depender de los ordenadores cuánticos. También se está explorando la posibilidad de reproducir el poder del cerebro humano mediante ordenadores cuánticos.

Vemos pues que hay mucho en juego. Resolviendo el problema de la coherencia, además de resolver el reto del teletransporte, seríamos capaces de avanzar espectacularmente en todo tipo de tecnologías mediante ordenadores cuánticos. Pero, desgraciadamente, es extraordinariamente difícil mantener la coherencia en el laboratorio, ya que la más minúscula vibración podría afectar a la coherencia de dos átomos y, por tanto, destruir la computación. Actualmente aún es muy difícil mantener la coherencia en más de solo un pequeño grupo de átomos, ya que los átomos que originalmente están en fase empiezan a sufrir descoherencia en poco más de un nanosegundo. Por ello el teletransporte debería hacerse muy rápidamente, antes de que los átomos empezasen a sufrir descoherencia, lo que representa otra restricción para la computación cuántica y al teletransporte. No obstante, a pesar de tales problemas, David Deutsch, físico de la Universidad de Oxford y miembro de la Royal Society, autor de La estructura de la realidad, cree que estos problemas pueden superarse: «Con suerte, y con ayuda de recientes avances teóricos [un ordenador cuántico], puede llegar en menos de cincuenta años […] Sería un modo enteramente nuevo de dominar la naturaleza». Para construir un ordenador cuántico útil necesitamos tener millones de átomos vibrando al unísono. Asimismo, teletransportar a una persona sería tremendamente difícil. Así pues, el teletransporte existe a nivel atómico, y seguramente pronto podremos teletransportar moléculas complejas e incluso orgánicas. Pero el teletransporte de un objeto macroscópico, y mucho más una persona. tendrá que esperar varias décadas o tal vez siglos. Según el físico Mishio Kaku, teletransportar moléculas complejas, quizá incluso un virus o una célula viva, lo califica como imposibilidad de clase I, que sería posible dentro de este siglo XXI. Pero teletransportar un ser humano, aunque lo permitan las leyes de la física, puede necesitar algún siglo más. De todos modos, si consideramos que el ser humano, además del cuerpo físico, tiene otros cuerpos más sutiles, ¿cómo se resolverá este tema en la teletransportación? Tal vez la idea de un cordón de plata que une el cuerpo astral al cuerpo físico, independientemente del espacio y tiempo, pueda responder a esta pregunta.

Fuentes:

  • Kaku Michio – Física de lo imposible
  • Fernandez Vidal Sonia – La puerta de los tres cerrojos
  • Hacyan Shahen – Física y metafísica del espacio y el tiempo – La filosofía en el laboratorio
  • Terry Deary – Experimento Filadelfia
  • Paco Leal – Teletransporte
  • Oswaldo Enrique Faverón Patriau – Las Máquinas del Tiempo, el Cerebro Cuántico Humano y la Teletransportación
  • Salvador Sánchez Melgar – El Gato de Schrödinger problema resuelto: La teletransportación es posible gracias a la mecánica cuántica

enero 18, 2022 – Posted by  | Temas Generales

3 comentarios »

  1. Interesante y brillante post de la teletransportación. Según se puede desprender como idea, la paradoja EPR sugiere que si dos partículas elementales interactúan y después se separan, la modificación de la trayectoria de una de ellas provocará una modificación simultánea de la otra independientemente de su distancia relativa de separación. Como experimento, la paradoja EPR implica alterar alguna característica de la trayectoria de una partícula después de su interacción y medir el efecto de esa maniobra sobre la otra partícula. Lo que Aspect (1982) logró hacer el experimento obteniendo resultados positivos.
    Una posibilidad para explicar este sorprendente y paradójico resultado experimental es considerar que las partículas están localizadas en un mismo medio energético del espacio-tiempo a través del cual una informa e influye en la otra. Otra posibilidad es que ambas partículas no tengan existencia independiente sino que pertenecen, en realidad, a un mismo cuerpo localizado en una dimensión n+1. Si la primera posibilidad probara ser la correcta, debería ser posible detectar una velocidad finita de transmisión de algún mensaje que informara a la segunda partícula lo acontecido con la primera y que sirviera como medio para influir en ella. Esta velocidad presumiblemente sería la de la luz.
    De ser cierta la segunda posibilidad, la búsqueda de una velocidad del mensaje de interacción debería resultar infructuosa. En otras palabras, el efecto de interacción debería ser instantáneo.
    Una tercera posibilidad que implica velocidades supralumínicas (superiores a la velocidad de la luz) de interacción, pero todos los intentos realizados para medir la velocidad de interacción han fracasado (es poco probable la existencia de los hipotéticos taquiones) apoyando la noción de efecto instantáneo y por lo tanto la interpretación de unificación dimensional n+1. En conclusión independientemente de cuál sea su explicación, la paradoja de EPR es una poderosa herramienta en el intento de explicación de las relaciones entre eventos y una de sus aplicaciones como la teletransportación.

    La teletransportación de seres humanos, ¿cuándo será posible?

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