¿Cómo crees que te ven los demás? ¿Qué imagen piensas que tienen de ti? La teoría del yo del espejo fue enunciada en 1902 y, sin embargo, sigue estando de plena actualidad. Sobre todo en esta era de las redes sociales y el culto a la imagen. Ahora mismo, la percepción que otros tengan sobre nosotros en ese mundo digital define en muchos casos el propio estatus.
Dicha formulación fue introducida por Charles Cooley, un sociólogo de la Universidad de Michigan, en su obra Human Nature and the Social Order. Su contribución teórica resonó con fuerza, en especial dentro de la psicología social. Todos nos proyectamos en la sociedad de algún modo, pero ese reflejo viene definido básicamente por las propias percepciones sobre cómo suponemos que nos ven los otros.
Así, en ese proceso, entran en juego múltiples variables, siendo las relacionales las más importantes. Esa imagen que autoconstruimos está definida por nuestras interacciones cotidianas. En otras palabras, la calidad de nuestros vínculos hará que ese yo proyectado en el espejo de nuestros entornos sociales sea más positivo y saludable.
No obstante, hay más factores que edifican esta teoría que, a pesar de contar ya con más de un siglo de antigüedad, sigue siéndonos útil.
La interacción con la familia, los amigos y las figuras sociales en general actúa como un espejo que nos ayuda a tener una percepción de nuestra imagen e incluso de nuestro valor.
La teoría del yo del espejo: ¿en qué consiste?
Podríamos decir que la teoría del yo del espejo de Charles Cooley es uno de los enfoques más perdurables. También, de los más interesantes para comprender el impacto de las redes sociales en nuestra autoestima (cómo nos valoramos) y nuestra autoimagen (cómo nos vemos).
Las creencias que tengamos sobre cómo nos ven los demás puede determinar nuestro bienestar psicológico en muchos casos.
Ahora mismo, para una parte significativa de la población, esa imagen se construye a través de las redes sociales. Basta con publicar una fotografía en Instagram, Facebook o TikTok para recibir una serie de refuerzos o críticas. La interacción positiva permite a día de hoy construir una autoimagen positiva. En cambio, la negativa boicotea por completo la percepción que se tiene sobre la propia persona.
Esto explicaría por qué muchos de nuestros adolescentes desarrollan un yo tan frágil. Un estudio de la Universidad de Oklahoma explica este fenómeno. Los medios digitales son ese espejo en el que construimos nuestra autoimagen en función de los juicios ajenos a día de hoy. El fenómeno no puede ser más preocupante…
Tu autoconcepto también depende de cómo creas que te ven los demás
La teoría del yo del espejo de Charles Cooley (1902) nos explica que la identidad social se construye también a base de autopercepciones. Las más relevantes tienen su origen en cómo creamos que los demás nos evalúan y perciben. Por tanto, cada uno de nosotros vamos creando con el tiempo una concepción propia (interna) de cómo somos.
Sin embargo, también construimos una paralela (externa) basada en creencias sobre cómo nos ve nuestra familia, nuestros amigos, profesores, vecinos, etc. Cooley explicó que es como verse en un espejo. En él, observamos una cara, una figura, unas ropas… Nos vemos desde la mente de otros, no desde la nuestra. Es una imagen que puede ser atractiva o bien desagradable en función de cómo evaluemos las percepciones ajenas.
Cooley señaló que los niños están especialmente orientados a usar el yo del espejo. Si estos reciben una interacción positiva, si se les valida emocionalmente y se les valora, la imagen que verán en sus espejos sociales será hermosa y saludable.
Los niños y la teoría del yo del espejo de Charles Cooley
Como bien podemos suponer, los niños y adolescentes son muy sensibles a las valoraciones ajenas a la hora de construir su identidad. Su imagen personal, su yo, puede ser una sombra o un ser reluciente según el ambiente en el que crezcan. De este modo, la teoría del yo del espejo sitúa la atención en ese proceso, en esa construcción de la autoimagen del niño.
El yo infantil y juvenil crece a medida que interacciona con su entorno, según Cooley. Una interacción gratificante y enriquecedora edifica un yo saludable. La experiencia social es clave para construirnos como personas y mejorar la imagen que tenemos de nosotros mismos.
Ahora bien, si trasladamos esta teoría a la actualidad, la cosa se complica. En ocasiones, un adolescente puede tener una familia afectuosa que contribuye a diario a fortalecer su autoestima y su bienestar. Sin embargo, todo puede distorsionarse con el uso inadecuado de las redes sociales y las nuevas tecnologías.
Ese chico o esa chica puede empezar a depender en exclusiva de su “yo digital” para construir su imagen. El espejo ya no es su entorno, es el universo de las redes sociales. Ese que puede empezar a cosificarlos, simplemente, por no tener un cuerpo (supuestamente) “normativo”.
Los juicios sesgados que alimentan la infelicidad
La teoría del yo del espejo de Charles Cooley enfatiza la importancia de los propios juicios a la hora de construir la persona que somos. Es evidente que lo que creemos que piensan los demás sobre nosotros nos impacta. Casi nadie es ajeno a lo que nuestro entorno nos transmite. Tampoco a las dinámicas que nos encontramos en nuestros perfiles en redes sociales.
Sin embargo, no es bueno evaluarnos de manera única y exclusiva en función de ese espejo ficticio. No es saludable convertirnos en víctimas del like, en mendigos del refuerzo de nuestro entorno social para saber quién somos. Nuestro auténtico espejo está en el interior y es ahí donde debemos viajar, ahí donde se encuentran las auténticas verdades y se revela siempre el verdadero yo. El más reluciente.
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