Ya lo dijo Borges, buscar la serenidad es una ambición más razonable que buscar la felicidad. Y quizá la serenidad sea una forma de felicidad. Sin embargo, admitámoslo, pocas aspiraciones resultan más complejas que alcanzar esa isla mental de equilibrio, calma interna y armonía. Parece que, en un mundo cada vez más caótico, cuesta lo indecible desarrollar una mente serena.
A pesar de ello, esforzarnos en edificar, dar forma y modelar un enfoque mental más sosegado es clave para nuestro bienestar. Porque la serenidad es un estado psicológico apacible y sosegado en el que no cabe el estrés que todo lo distorsiona. Tampoco los conflictos emocionales que turban. Aún menos la angustia que desdibuja nuestras valías y nuestra confianza hacia el futuro.
Asimismo, resulta curioso cómo el campo de la psicología ha descuidado durante años esta actitud, este recurso psicoemocional. De algún modo, nos hemos focalizado mucho más en comprender el origen de nuestro malestar y no tanto en esos caminos que facilitan la satisfacción y conquistar la paz interna.
“Encuentras la paz no reorganizando las circunstancias de tu vida, sino dándote cuenta de quién eres en el nivel más profundo”.
-Eckhart Tolle-
Buscar la serenidad, ¿por dónde empezamos?
Somos esa sociedad que anhela la felicidad como trágicos personajes shakespearianos. Somos buscadores de emociones positivas porque damos por sentado que son ellas las que nutren al corazón de alegría y al cerebro de motivación. Cuando en realidad, el bienestar también transita en esos estados intermedios y hasta neutros en los que se inscribe la calma, la tranquilidad y el sosiego.
Buscar la serenidad es alcanzar un estado mental apacible. Para ello, no hay que emprender ningún viaje, ni tampoco iniciar grandes cambios y revoluciones en nuestra vida. Esta experiencia no se logra mediante lo material, sino por la vía mental y emocional. Ya lo dijo la escritora francesa Françoise Sagan en una ocasión: “la felicidad es tener buena salud, dormir sin miedo, despertar sin angustia y tener serenidad para actuar”.
Esa es la clave. Sin embargo, en la actualidad aún persiste la idea de buscar la felicidad mediante expectativas e ideas poco realistas. Por ejemplo, se asume que la persona feliz elude el sufrimiento, la pena y el dolor como las garzas eluden el agua gracias a la impermeabilización de su plumaje.
Cuando en realidad, el bienestar no está en evitar el sufrimiento, sino en saber manejarlo. En esto nos puede ayudar la serenidad. Estas serían las estrategias.
“Un hombre no trata de verse en el agua que corre, sino en el agua tranquila, porque solamente lo que en sí es tranquilo puede dar tranquilidad a otros”.
-Confucio-
No busques fuera lo que ya tienes dentro
Bien es cierto que podemos hacer muchos cambios en nuestra vida que revertirán en nuestro beneficio y bienestar. Sin embargo, no siempre podemos huir o variar múltiples realidades que nos rodean y que nos quitan la felicidad. Nadie puede devolvernos a quien hemos perdido o lo que hemos dejado atrás. La vida avanza y a veces nos quita más de lo que nos ofrece.
Buscar la serenidad implica realizar un viaje hacia el propio interior para darle calma y sosiego en un mundo en caos. Hay que aprender a aceptar aquello que no podemos cambiar. La mente serena es también aquella que aprende a dominar sus preocupaciones y focaliza su atención en el aquí y ahora. El ayer no existe y el futuro aún no ha sucedido. La paz está en poner la mirada en el aquí y ahora sin miedos y con confianza.
Dentro de este enfoque, adquieren relevancia prácticas como la meditación o el mindfulness. Trabajos, como los efectuados en la Universidad de Viena, revelan cómo el ejercicio de la atención plena facilita el poder desarrollar una mente más serena. Todo ello da sin duda un buen impulso a nuestra salud mental.
Prácticas como la atención plena nos ayudan a focalizar la mente en el aquí y ahora para apagar preocupaciones y el ruido mental que incrementa el estrés. Gracias a este ejercicio cotidiano desarrollamos una mentalidad más serena y sosegada.
Buscar la serenidad en un mundo lleno de incertidumbre
Vivimos tiempos de incertidumbre. No sabemos qué pasará mañana y eso nos angustia. Quizá, debido a esta razón, estamos actuando casi más por impulso que de manera meditada. Cuando el cerebro se siente angustiado ante tanta falta de certidumbres, actúa por inercia, por acción-reacción y esto nos hace tomar decisiones de las que nos arrepentimos.
Buscar la serenidad implica aprender a nadar en el océano de las incertezas. Es decirnos “no sé lo que pasará mañana, pero no anticiparé lo peor. Es cierto que no tengo control sobre todo lo que me rodea, pero miro al presente con sosiego para pensar con calma antes de actuar. La reflexión y el sosiego son mis aliados”
Al fin y al cabo, la serenidad es el valor de mantener la calma en medio de la adversidad, sea grande o pequeña.
La paz intrapersonal requiere autocontrol
Integrar la serenidad en nuestra mente y nuestra vida requiere autocontrol. Esa capacidad de ejercer control sobre uno mismo implica ser hábiles gestores de los pensamientos, las emociones y las conductas. Solo cuando domamos a nuestro piloto automático y a nuestro lado impulsivo, nuestro universo interno se llena de calma y armonía.
Como bien decía Platón, no hay victoria más grande que conquistarse a uno mismo. Porque esa conquista nos da serenidad. Ya no somos una hoja llevada por el viento que se golpea aquí y allá. Cuando uno es dueño de su mente y de sus actos alcanza la paz intrapersonal y esa armonía psicológica desde la que mirar el mundo con mayor serenidad y aplomo.
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