A medida que la pandemia va pasando y con ella el miedo va despareciendo vamos comprendiendo la sinrazón por no escribir grado de estupidez de muchas de las medidas con las que se ha enfrentado el problema. Y no es que a toro pasado… No, porque las críticas se han repetido durante toda esta crisis sanitaria. Ahora quizá las vemos con más claridad.
Esta semana Gobierno y comunidades autónomas han insistido en manetener la obligatoriedad del uso de mascarillas en exteriores… contra toda evidencia científica de la eficacia de su uso. Sabemos, desde hace mucho tiempo que en exteriores la transmisión del virus es hasta quince o veinte veces más baja que en interiores«. La medida no es solo inútil sino también contraproducente.
Parece mentira que tras dos años de pesadilla vírica aún estemos a este nivel.
El actual coronavirus se trasmite por aerosoles. Es sobre todo un virus de interiores.
Quien se contagia lo hace sobretodo cuando respira el aire que emite una persona infectada.
Los especialistas llevan mucho tiempo diciendo que hay que poner el foco en evitar la transmisión en interiores, con mascarillas y ventilación. Pues nada, todo el mundo con las mascarilla puesta en la calle.
Vamos que lo de la mascarilla en exteriores es otra medida como la del pasaporte Covid-19, que interesa hacer que se hace algo aunque no sirva para nada; vender la idea de que se «está en ello».
Ahora sabemos también que una investigación realizada por miembros de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore (EE.UU.) concluye que los confinamientos y las restricciones de movilidad han tenido poco o ningún efecto en la salud pública.
Además, ofrecen una baja efectividad en cuanto a la reducción de la mortalidad por Covid.
Estas medidas, eso sí, suponen graves costes económicos y sociales allí donde se han implantado.
El estudio reclama una revisión de las políticas de confinamiento y bloqueo de movilidad, ya que estas estrategias están mal fundamentadas y deberían rechazarse como herramienta contra futuras pandemias. A buenas horas aunque nunca es tarde si la dicha es buena, vaya.
La de la Covid-19 quedará para la historia como la pandemia del «totalitarismo cientifista». Esto ha tenido su reflejo en el ámbito de la ciencia. No ha habido debate científico y se ha censurado y ninguneado a todas las voces críticas.
Se ha desprestigiado a toda persona que osara criticar, con argumentos y documentación, la versión oficial que, por lo general, ha sido global. La versión oficial ha sido construída mediante «expertos» ligados a compañías farmacéuticas y sanitarias y a instituciones que actúan como lobbies de las mismas.
Las informaciones y opiniones que se saliesen del relato construído por gobiernos (de todo signo político), grandes instituciones sanitarias e industria médica han sido sistemáticamente censurada en las redes sociales.
Estas son herramientas de transmisión de la información, no medios de comunicación, por lo que no asumen ninguna responsabilidad al respecto.
También hemos visto como la industria farmacéutica se ha posicionado dirigiendo la política de vacunación.
El Gobierno español publicó su Estrategia de vacunación frente a COVID19 en España. Está elaborada por el denominado Grupo de Trabajo Técnico de Vacunación COVID-19, de la Ponencia de Programa y Registro de Vacunaciones. La industria tiene colocados a sus «comerciales» en dicha estrategia.
Las entidades reguladoras, agencias de medicamentos y la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) se han limitado a gestionar la rápida aprobación de nuevos tratamisnetos (sobre todo vacunas) sin las debidas comprobaciones con la excusa de la pandemia. Sus recomendaciones han sido ambiguas.
Y hemos podido documentar los conflictos de interés gravísmos de quienes ostentan sus direcciones:
-La directora de la Agencia Europea de Medicamentos trabajó para el principal lobby de las farmacéuticas.
-La OMS gestiona la pandemia financiada por farmacéuticas y multimillonarios.
Han intentado, y en muchos casos conseguido, infantilizar a la población infundiendo miedo y desinformación a través, sobre todo, de los grandes medios de comunicación.
La estrategia del marketing del miedo ha funcionado en la medida en que la población se ha dividido y en casos enfrentado (algo muy interesante para poderes que necesitaban el sometimiento de la gente para poder aplicar las medidas que ahora se cuestionan).
Se ha abierto mercados nuevos para industrias como la de las vacunas sin ética (ni ciencia) y poniendo en peligro a la infancia pues los riesgos superan a los beneficios dada la insignificante letalidad del virs en niños.
La crisis todavía no ha acabado pero queda la sensación, ya experimentada cuando la pandemia de gripe A (que en aquel caso no fue tal, por suerte) de que vendrán crisis similares y las medidas represivas y sus consecuencias serán similares.
http://www.migueljara.com/2022/02/04/las-medidas-carentes-de-sentido-con-las-que-se-combate-la-pesadilla-virica-de-la-covid-19/