Digamos que construimos una computadora ridículamente enorme, del tamaño de un planeta, una tan poderosa que podría simular todo nuestro universo.
¿Es todo lo que sabemos y experimentamos, incluida la realidad misma, una simulación creada por alguna entidad invisible e incognoscible? Esta idea, conocida como la hipótesis de la simulación, fue planteada científicamente por primera vez por el profesor de la Universidad de Oxford, Nick Bostrom, en 2003.
Pero, ¿ofrece la hipótesis de la simulación un argumento convincente, o es simplemente algo interesante para reflexionar? Veamos.
Supongamos que nuestras computadoras continuarán creciendo cada vez más poderosas, eficientes y capaces. Digamos que en algún momento en el futuro profundo (para que este argumento funcione, no importa exactamente cuándo suceda), construimos una majestuosa computadora del tamaño de un planeta —una computadora tan poderosa que podría simular todo nuestro universo, recreando toda la física, química y biología que experimentamos en el mundo natural—.
Si también asumimos que la conciencia es conciencia, independientemente de dónde resida (ya sea en un cerebro orgánico o digital), entonces cualquier entidad simulada dentro de la computadora que adquiera conciencia experimentará un mundo que es indistinguible del nuestro.
En resumen, la Matrix misma.
Una vez que nuestros descendientes construyan una computadora de este tipo, inevitablemente crearán innumerables seres simulados —solo intente contar cuántas criaturas y personajes en los videojuegos han aparecido y desaparecido desde que desarrollamos la tecnología por primera vez—. Muy rápidamente, la cantidad de cerebros conscientes simulados que viven en una computadora superará con creces a los cerebros orgánicos que viven en el universo real. Si esto acaba ocurriendo, nos quedan tres posibilidades:
- Nuestros descendientes (u otros seres inteligentes del universo) nunca podrán desarrollar la habilidad tecnológica para simular fielmente el cosmos.
- Nuestros descendientes (u otros seres inteligentes en el universo) desarrollarán la tecnología pero optarán por no simular el cosmos.
- La gran mayoría de todas las entidades conscientes, incluyéndote a ti, están viviendo en una simulación.
El argumento de la simulación es el último de una larga tradición de pensamiento filosófico que cuestiona la naturaleza última de la realidad que experimentamos. A lo largo de los siglos, los filósofos se han preguntado si nuestra realidad es la construcción de un genio maligno o si vivimos dentro del sueño de otra persona. Es la última forma de escepticismo y es útil para recordarnos que existen límites para el estudio empírico de la naturaleza.
En cuanto a los argumentos filosóficos, la hipótesis de la simulación es buena… pero termina con un trilema: tres declaraciones, una de las cuales debe ser verdadera (si acepta todas las suposiciones del argumento), pero no podemos decir cuál.
Se le permite levantar las manos y decir que no sabe qué posibilidad es más probable que sea correcta. También se le permite argumentar a favor de una opción sobre otra. Por ejemplo, podría decir que las computadoras nunca serán lo suficientemente poderosas para simular fielmente el universo o que las civilizaciones avanzadas siempre considerarán moralmente reprobable simular la conciencia. O se podría decir que todo es —citando al agente Smith— «inevitable» y que vivimos en la simulación de un universo de otra persona.
Sin embargo, independientemente de la opción que elija, debe aportar argumentos adicionales más allá de la hipótesis de simulación original. O bien, podría cuestionar las suposiciones que intervienen en el argumento en sí.
Reiniciando la computadora
Quizás la suposición más importante en la hipótesis de la simulación es que los cerebros simulados superarán rápidamente la cantidad de cerebros orgánicos. Asumiendo que no hay diferencias entre las experiencias de conciencia orgánica y simulada (otra gran suposición), esto es lo que te permite calcular las probabilidades de que vivas en una simulación. En un futuro lejano, por ejemplo, podría haber 99 mil millones de seres conscientes simulados por cada mil millones de seres orgánicos. Eso significaría que hay un 99 % de posibilidades de que estés entre los simulados.
Pero en 2017, Brian Eggleston, estudiante de pregrado en análisis de sistemas de la Universidad de Stanford, descubrió una falla importante en la contabilidad de Bostrom. El argumento de la simulación se basa en que nuestros descendientes construyen computadoras súper avanzadas, porque somos la única especie conocida que construye computadoras en primer lugar. Una vez que nuestros descendientes construyan tales computadoras, sabremos con certeza que no estamos entre los seres simulados en esas computadoras, porque podemos señalar esas computadoras y decir de manera concluyente que no estamos dentro de ellas.
No importa cuántas entidades conscientes simuladas hagan nuestros descendientes, ya sean 10 o 10 billones, no podemos usarlas para calcular las probabilidades de que estemos en una simulación. En otras palabras, su capacidad futura para crear universos simulados no nos dice nada sobre si estamos en una simulación. No podemos usar los números futuros para calcular las probabilidades. Y si no podemos calcular las probabilidades, no tenemos un trilema y, por lo tanto, no podemos decir nada más.
En cambio, solo podemos mirar a nuestro pasado, ya sea humanos que vivieron en algún tiempo antes que nosotros (en un universo real no simulado) o algunas criaturas alienígenas que disfrutan haciendo humanos simulados. Si bien cualquiera de esas realidades es posible, no tenemos absolutamente ninguna evidencia sólida de que sea cierto (aunque sí posibles indicios), y no tenemos forma de calcular la cantidad de entidades simuladas que existen.
¿Vivimos en una simulación? En última instancia, no lo sabemos, y la hipótesis de la simulación no proporciona un argumento convincente de que podamos saberlo por ahora. Y tal vez eso sea lo mejor… pues hay quien dice que la ignorancia es la felicidad.
Por Paul M. Sutter/LSc. Edición: MP.