Ser y tiempo, de Martin Heidegger, es una de las obras fundamentales de nuestro pensamiento. Aunque su objetivo era explícitamente ontológico, el protagonista de la obra es el ser humano —por su acceso privilegiado al ser—. Este artículo repasa la concepción del ser humano que tenía el filósofo alemán.
Los seres humanos no estamos en la Tierra por voluntad propia. Tampoco lo estamos por un deseo insostenible de querer caminar las sendas de la existencia en un lugar tan áspero y hostil. De hecho, todo lo contrario. Estamos eyectados al mundo solos sin deseo primario de estarlo. Estamos lanzados al azar a tierras desconocidas en las que comenzamos a escribir una historia de la que, a lo sumo, conocemos el prólogo.
La aceptación de estos hechos, así como la comprensión de que somos una parte más del mundo, permite dar sentido a la vida. Una vida que Martín Heidegger conceptualizó como el proyecto del «ser-en–el-mundo». En su libro Ser y tiempo, Heidegger aborda la pregunta por el sentido del ser, por el sentido de aquello que determina a los seres como seres y hace posible que sean entendidos como tales. En esta obra, Heidegger se pregunta por la capacidad humana de encontrar sentido a todo lo que existe.
¿Qué quiere decir esto? Por ejemplo, cuando algo existe decimos que «tal cosa es», como también decimos «yo soy» o «la mesa es». La pregunta que aborda Heidegger es: ¿qué queremos decir exactamente con esto? ¿Cómo es posible que algo sea? ¿Qué es el ser?
La pregunta por el ser
Heidegger reconoce que esta pregunta ya ha sido formulada por todas las generaciones de pensadores que lo antecedieron en el mundo «occidental». Sin embargo, Heidegger sostiene que ha sido formulada de un modo erróneo, pues de forma constante se ha deliberado sobre el ser como si fuera algo que está delante, como una presencia inmutable (bien sean las ideas platónicas, Dios, o la voluntad de poder nietzscheana).
Por lo tanto, la filosofía occidental ha reflexionado sobre el ser, sigue Heidegger, a partir de un determinado modo temporal, a partir del presente. Como consecuencia, ha enmarcado la pregunta sobre el sentido del ser dentro del ámbito temporal sin cuestionarse siquiera si esto es posible. Esta forma de plantear la pregunta por el ser descarta la experiencia de la vida de todo ser humano, vida que no es un mero presente, sino que es una experiencia «factico-histórica».
La existencia humana es un continuo proyectarse hacia el futuro desde un pasado, un continuo hacer planes e intentar cumplirlos. Dice Heidegger respecto a esto —respecto a pensar al ser como un ente presente—: «En efecto, el ‘ser’ no puede ser concebido como un ente; enti non additur aliqua natura: no se puede determinar el ‘ser’ atribuyéndole una entidad…».
Heidegger comienza distinguiendo entre ser y ente. Para Heidegger, el ser es lo que determina al ente en cuanto ente, lo que hace que un ente sea. En cambio, el ente significa la cosa, algo que es. Por este motivo, todo ente presupone siempre al ser, porque no puede ser pensado como un ente sin más, como una cosa o un objeto no determinado. En otras palabras, todo ente siempre es en un horizonte significativo desde el cual toda realidad, todo ente, es siempre visto.
Heidegger aborda la tradicional pregunta por el ser de una forma novedosa: distinguiendo entre ser y ente. Además, denuncia que siempre se ha considerado al ser desde el tiempo presente, pero la vida humana es mucho más que instantes continuados
El ser es, visto de esta manera, la idea no captada conceptualmente que la metafísica supone, pero no tematiza. El ser es una idea indefinida de la que no tenemos en principio ningún contenido que la precise, pero que está actuando desde el momento en que hay entes, desde el momento en que hay cosas que son.
El ser es un significado anterior a todas las distinciones que la tradición ha efectuado sobre los entes y que han dado lugar a las diferentes ciencias o saberes. Primero los entes son, tienen ser, las cosas existen y, presuponiendo esto, las diferentes ciencias acotan un ámbito del ser, un grupo de entes, y lo estudia.
Por ejemplo, la física estudia los entes o cosas que se mueven y alteran, las matemáticas estudia los entes o cosas numéricas, la historia estudia cómo nos hemos comportado a lo largo del tiempo o qué nos ha sucedido a los seres humanos.
El ser humano como ente privilegiado para estudiar el ser
Sin embargo, ¿qué ciencia estudia el ser? Dice Heidegger:
«Para la tarea de la interpretación del sentido del ser, el Dasein [ser humano] no es tan solo el ente que debe ser primariamente interrogado, sino que es, además, el ente que en su ser se comporta ya siempre en relación a aquello por lo que en esta pregunta se cuestiona, pero entonces la pregunta por el ser no es otra cosa que la radicalización de una esencial tendencia de ser que pertenece al Dasein mismo, vale decir, de la compresión preontológica del ser».
El ser humano es, dice Heidegger, Dasein [ser-ahí]. Es el único ente que tiene acceso al ser, el único ente que ve su vida afectada por el ser. Lo que tenemos que hacer, afirma Heidegger, para intentar alcanzar un conocimiento lo más claro y preciso del ser es analizar ese rasgo diferencial del ser humano o ser-ahí con respecto al resto de entes.
Se trata, entonces, de aclarar la vaga compresión que poseemos, en tanto seres humanos, del ser. El objetivo que marca Heidegger es el de distinguir entre lo «existentivo» u «óntico» del ser humano —esto es, las propiedades o aspectos que poseemos en tanto somos un ente más— de lo «existencial» u «ontológico» —es decir, aquellos elementos que se refieren al ser humano como ente que comprende el ser, como un ser-ahí (Dasein)—. ¿Qué nivel prima sobre el otro? Dice a este respecto Heidegger: «El Dasein tiene, por consiguiente, en varios sentidos, una primacía sobre todo otro ente».
El ser humano según Heidegger
Pero, entonces, ¿qué es un ser-ahí? ¿Qué es el Dasein? Primeramente, y ante todo, el Dasein es estar proyectado sobre el mundo, es decir, el ser humano no tiene primero una relación cognoscitiva con el mundo, de sujeto a objeto. El Dasein no es el sujeto, sino un ente existencial, un ente que se encuentra en estado de «arrojo».
En este sentido, cuando Heidegger dice que el estado básico del ser del Dasein es estar-en-el-mundo no quiere decir que ocupa una posición espacial en medio de un conjunto de otros entes, sino que habita un entorno que le es familiar. Escribe Heidegger: «Ser, como infinitivo de ‘yo soy’, como existencial, significa habitar en…, estar familiarizado».
Como consecuencia, el Dasein experimenta su mundo no como una mera colección de objetos, sino como una totalidad organizada y familiar de relaciones significativas entre diversas metas, actividades y entes. El Dasein no lleva a cabo su funcionamiento como un robot. El robot, al entrar en una casa, percibiría tan solo un conjunto de objetos, su posición sería meramente teórica. El Dasein, en cambio, percibe una casa, un hogar. Eso es así porque el ser humano habita esa estructura; a diferencia del robot que es un mero espectador.
El ser humano habita el ser. Nuestra vida no es un mero estar entre cosas, como podría ser la vida de un robot, sino vivir en un plexo de significados, metas, proyecciones… El ser humano no es un objeto más; es existencia, posibilidad
Así pues, cualquier ente que no sea humano está «en» el mundo, contenido en él. El ser humano, sin embargo, y siguiendo a Heidegger, está «en medio» del mundo, está absorto en un ambiente en el que se ocupa de las cosas —que le rodean de una forma fluida y familiar—.
Para concluir, cerremos con el hecho de que el ser humano está arrojado hacia afuera. Aceptemos que no partimos de una subjetividad que hay en el sujeto, pues la relación sujeto-mundo es indisociable. La razón es que la conciencia es intencional, va más allá de sí misma, no reside solo en ella.
A diferencia de Descartes, que estipuló su «pienso, luego existo», Sartre —discípulo de Heidegger— acuñó su «el hombre es nada». Esta sentencia constata, precisamente, que en el hombre no hay un punto de partida para esa subjetividad constituyente (como en Descartes y su célebre sentencia). A diferencia de Descartes, que pareciera estipular que hay cosas afuera porque las pienso, Sartre muestra que hay realidad más allá de nuestros pensamientos y es hacia esa realidad a la que el ser humano está lanzado. Un ser humano que no es realidad, como el resto de objetos, sino posibilidad.