Pat Buchanan, exasesor de Ronald Reagan: “Si Biden no quiere la guerra, por qué entonces no descarta la incorporación de Ucrania a la OTAN”

Pat Buchanan

Por Pat Buchanan.- Cuando Vladímir Putin reclamó que los Estados Unidos descartaran a Ucrania como futuro miembro de la OTAN, Washington respondió secamente: La OTAN tiene una política de puertas abiertas. Cualquier nación, incluida Ucrania, puede solicitar su incorporación y ser admitida. Eso no lo vamos a cambiar.

En la declaración de Bucarest de 2008, la OTAN había puesto a Ucrania y Georgia, todavía más al este en el Cáucaso, en camino a convertirse en miembros de la alianza atlántica y obtener la cobertura del artículo 5 del tratado, que establece que el ataque contra uno de sus miembros equivale a un ataque contra todos.

Al no recibir una respuesta satisfactoria a su reclamo, Putin invadió y resolvió el problema. Ni Ucrania ni Georgia se van a convertir en miembros de la OTAN. Para impedirlo, Rusia está dispuesta a ir a la guerra, como lo hizo la semana pasada.

Putin hizo exactamente lo que nos advirtió que haría. Sea cuál fuere el carácter del presidente ruso, tema ahora acaloradamente debatido aquí en los Estados Unidos, lo cierto es que ha dejado sentada su credibilidad. Cuando Putin dice que va a hacer algo, lo hace.

A dos días de iniciada esta guerra entre Rusia y Ucrania, potencialmente la peor en Europa desde 1945, hay dos preguntas que deben ser respondidas: ¿Cómo llegamos aquí? y ¿Cómo salimos de aquí?

¿Cómo llegamos al punto en el que Rusia, convencida de que tiene la espalda contra la pared y de que los Estados Unidos, al mover la OTAN cada vez más cerca, fueron los que pusieron esa pared allí, haya preferido ir a la guerra con Ucrania antes que aceptar el destino y el futuro que a su juicio Occidente tiene reservados para la Madre Rusia?

Pensemos un poco. Entre 1989 y 1991, Mijail Gorbachov permitió el derribamiento del muro de Berlín, la reunificación de Alemania y la libertad de todas las `naciones cautivas’ del este de Europa. Colapsada la Unión Soviética, Gorbachov permitió su disolución en 15 naciones independientes. El comunismo expiró como ideología dominante en Rusia, la tierra donde el leninismo y el bolchevismo echaron raíces por primera vez en 1917. Gorbachov puso fin a la guerra fría en Europa removiendo todas las causas de esa histórica fractura que dependían de Moscú.

Putin, ex coronel de la KGB, llegó al poder en 1999 tras la desastrosa década de gobierno de Boris Yeltsin, que dejó a Rusia por el suelo. Ese mismo año, 1999, Putin vio cómo los Estados Unidos bombardearon durante 78 días a Serbia, la nación balcánica que históricamente había sido un protectorado de la Madre Rusia.

Ese mismo año, tres ex miembros del Pacto de Varsovia, la República Checa, Hungría y Polonia fueron incorporados a la OTAN. Era lícito preguntarse contra quién las armas de los Estados Unidos y la alianza atlántica iban a proteger a esos países. La pregunta pareció quedar plenamente respondida cuando en 2004, Eslovenia, Eslovaquia, Lituania, Letonia, Estonia Rumania y Bulgaria ingresaron a la OTAN, un agrupamiento que incluía a tres ex repúblicas de la URSS y otros tres ex miembros del Pacto de Varsovia.

Luego, en 2008, llegó la declaración de Bucarest, que puso a Georgia y Ucrania, ambas limítrofes con Rusia, en camino de incorporarse a la OTAN. Ese mismo año, Georgia atacó a su provincia secesionista de Osetia del Sur, donde soldados rusos cumplían una misión de paz, matando a varios.

Esto impulsó a Putin a contraatacar por el tunel Roki en Osetia del Norte, con lo que liberó a Osetia del Sur y avanzó hasta Gori, el lugar de nacimiento de Stalin. George W. Bush, que había prometido “poner fin a las tiranías en nuestro mundo”, no hizo nada. Después de ocupar brevemente parte de Georgia, los rusos se retiraron, pero permanecieron como protectores de los osetas del sur. El establishment estadounidense dijo que ésta había sido una guerra de agresión rusa, pero una investigación de la Unión Europea culpó al presidente de Georgia, Mijeil Saakashvili de haberla desatado.

En 2014, el presidente de Ucrania Viktor Yanukovych, democráticamente electo y prorruso, fue derrocado en Kiev y reemplazado por un régimen prooccidental. Antes de perder Sebastopol, la histórica base naval rusa en Crimea, Putin capturó la península y la declaró territorio ruso. Teddy Roosevelt se robó Panamá con los mismos argumentos.

Lo que nos lleva a la actualidad. Pensemos lo que pensemos de Putin, no es Stalin. No ha asesinado a millones ni ha creado un archipiélago gulag. Tampoco es “irracional”, como profieren algunos entendidos. Ni quiere una guerra con nosotros, que sería más que ruinosa para los dos.

Putin es un ruso nacionalista, patriota, tradicionalista y un realista frío y despiadado que busca preservar a Rusia como la grande y respetada potencia que alguna vez fue y que, según cree, puede volver a ser. Pero que no podrá serlo si la expansión de la OTAN no se detiene o si el estado hermano de Ucrania se convierte en parte de una alianza militar cuya mayor jactancia es haber ganado la guerra fría contra la nación a la que Putin ha servido toda su vida.

El presidente Joe Biden promete casi a cada hora: “No vamos a ir a la guerra en Ucrania”. ¿Por qué entonces no descarta rápidamente la incorporación de Ucrania a la OTAN, algo que nos exigiría hacer lo que el propio Biden dice que, por nuestra propia supervivencia, nunca deberíamos hacer, esto es, ir a la guerra con Rusia?

*Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996.

Pat Buchanan, ex asesor de Ronald Reagan: “Si Biden no quiere la guerra, por qué entonces no descarta la incorporación de Ucrania a la OTAN”

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