Las redes sociales han creado su propio lenguaje, que no siempre es claro para los novatos, e incluso para los “seniors”. El curving forma parte de esas nuevas tendencias de interacción en el marco de la virtualidad. Se trata de una práctica que ya existía en el mundo presencial, pero que se ha hecho más evidente e incisiva en Internet.
El curving es una forma sutil de ignorar o cortar con otra persona, de una manera tan políticamente correcta que suele pasar desapercibida. Un rechazo sutil, pero no por ello adecuado o agradable. Incluso, en algunos casos llega a convertirse en una forma de manipulación.
La mejor manera de distanciarnos de alguien es la vía directa. Nuestra capacidad de comunicación pone a nuestra disposición un buen número de locuciones con las que podemos compartir esta idea. El curving, como su nombre lo indica, no sigue esa línea recta, sino que corre por un camino sinuoso y extraordinariamente desgastante.
“La angustia de separación le ocurre al ser humano todo el tiempo y la elaboración de los duelos, es decir separaciones, es algo permanente. Sin embargo, despedirnos temporaria o definitivamente la incrementa. Somos sujetos sociales, pero aislarnos del otro es una defensa contra la angustia”.
-Mirta Goldstein-
El curving
El curving se manifiesta de diferentes maneras. La más habitual es lo que algunos llaman “dejarte en visto”. O sea, una persona envía un mensaje y la otra lo ve, pero no lo responde, al menos de manera inmediata. Tarda días, e incluso semanas, y al final contesta. Lo usual es que lo haga con expresiones que denotan desinterés.
Esto último también puede ocurrir a menudo. Sucede cuando el otro sí responde el mensaje rápidamente, pero lo hace con palabras que dan a entender un afán por terminar la conversación. También es posible que diga frases amables, pero al mismo tiempo superfluas y carentes de calidez real.
En el extremo opuesto está ese otro que insiste porque no interpreta bien lo que está ocurriendo. Puede pensar que su interlocutor pasa por un mal día o una mala semana o un mal mes. Asume que el otro sí quiere mantener la comunicación, pero las circunstancias se lo impiden. De hecho, muchos de los que practican el curving dicen eso: “lamento no haberte contestado antes, pero tenía muchas ocupaciones”.
Del curving a la manipulación
A veces el curving solo se mantiene por un breve lapso, en concreto hasta que el depositario de esas actitudes puede darse cuenta de lo que está ocurriendo y entender que no hay mucho que hacer ahí y deja de insistir. Esto siempre es lo más saludable. Sin embargo, también existe la posibilidad de que este juego impreciso se mantenga tiempo.
Esto último tiene lugar cuando uno de los interlocutores adopta decididamente una actitud ambigua. No contesta pronto y tampoco responde con interés genuino a las interacciones, pero de vez en cuando sí que puede llegar a demostrar señales de interés. Cada cierto tiempo sostiene conversaciones reales y esto alienta a su interlocutor a seguir buscando a esa persona.
Quien ejerce el curving de esta manera señala que lo hace porque no quiere herir al otro o porque está cansado de dar y no recibir. Es muy probable que no sea del todo consciente de que actuar de ese modo tiene un nombre claro: manipulación. ¿Por qué dos personas, casi siempre adultas, entran en este laberinto?
La angustia como base
Las personas que practican el curving de manera manipuladora necesitan al otro. Por eso, no quieren perder del todo el vínculo con su interlocutor, pero tampoco permitir que avance y se profundice.
Sin embargo, también es posible que ellos mismos sean víctimas de una modalidad de angustia de separación. En ese caso, “perder” al otro los instala en una suerte de duelo. No quieren dejar de recibir esas muestras de interés y de afecto porque las necesitan. Lo que no hacen es practicar la reciprocidad.
Puede que le ocurra algo similar al que insiste, pese a las señales de rechazo. Insistir muchas veces se convierte en una manera de tramitar modalidades de angustia que están latentes. Quizás no estén tan interesados en el otro, pero someterse de manera voluntaria a ese ciclo de aceptaciones y rechazos les “ayuda” a sortear un vacío existencial. El curving, de lado y lado, habla de falta de honestidad con uno mismo.
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