El experimento de Collins y sus resultados hablan de las consecuencias de compararnos con los demás. Al contrario de lo que la mayoría puede pensar, esta conducta mental no siempre tiene consecuencias negativas. Collins evidencia que no siempre es así.
Este experimento fue llevado a cabo en 1990 y publicado en el Journal of Personality and Social Psychology. Buscaba conocer más sobre las consecuencias de las comparaciones. El autor quería conocer los efectos diferenciales de compararse con alguien que está en una condición de superioridad o de inferioridad.
Así mismo, el experimento de Collins nos habla del tipo de respuestas afectivas que se producen en estos casos, y también de las variables que influyen en ellas. El resultado fue una investigación sorprendente. Veamos de qué se trata.
“El problema con la comparación es que siempre te sientes mejor que otra persona o que no vales nada en comparación con otra persona”.
-Dillon Burroughs-
Las odiosas comparaciones
Collins y su equipo partieron de la idea de que las personas se comparan con otras para evaluar su situación individual. Esto ocurre, en particular, cuando existen dudas en torno a las propias opiniones o habilidades.
Las personas pueden hacer dos tipos de comparaciones. Hacia arriba, o ascendentes, cuando se contrastan con alguien que está por encima; o descendentes, cuando la referencia es alguien que está por debajo. En general, las comparaciones ascendentes provocan sentimientos negativos, mientras que las descendentes, positivos.
Sin embargo, también empezaron a encontrarse una serie de matices. Con base en estudios anteriores, se estableció que, en general, una persona que tiene miedo espera a que otros tengan miedo, de similar intensidad al suyo, y luego de ello sí establecen comparaciones. Antes no.
Así mismo, cuando alguien se encuentra bajo una situación de amenaza, las personas tienden a hacer comparaciones descendentes, o sea, hacia abajo. En cambio, cuando alguien se siente bien, pero no en plenitud o duda de su estado, tiende a hacer comparaciones ascendentes, o hacia arriba.
El experimento de Collins
El experimento de Collins contó con 632 voluntarios -304 hombres y 328 mujeres-. Todos ellos estaban casados. El 79 % tenía hijos y la edad promedio de los participantes era de 40,6 años.
Los investigadores les enviaron un cuestionario a los voluntarios por correo. Trataba sobre las relaciones matrimoniales. Les pidieron contestarlo de forma anónima y no comentarlo con sus parejas. Las preguntas estaban orientadas a que los participantes establecieran tres tipos de medidas:
- Una sobre la frecuencia en la que los participantes se sentían contentos o tristes cuando establecían comparaciones con parejas que eran más y menos felices que las suyas. Esto evaluaba la emoción provocada por la comparación social.
- En la segunda medida se proponían una serie de afirmaciones, positivas o negativas, en torno a la relación de pareja. Los voluntarios debían señalar cómo se ajustaban esas afirmaciones a su situación. La idea era obtener un indicador del grado de insatisfacción matrimonial.
- La tercera medida pretendía establecer qué esperaba cada participante de su relación matrimonial. Esta era la medida de incertidumbre.
En la primera medida se hicieron preguntas como: “¿con qué frecuencia te sientes feliz y satisfecho cuando comparas tu relación marital con otras que consideras peores?”. En la segunda medida, se proponían sentencias como: “las cosas van bien entre nosotros” o “mi pareja me fastidia”. La tercera medida tenía solo una pregunta sobre el futuro de la relación.
Los resultados
Los resultados del experimento de Collins fueron llamativos. Dentro del grupo de voluntarios predominaron las emociones positivas al compararse con otras parejas. Sin embargo, las parejas que reportaron un importante grado de insatisfacción matrimonial también mostraban un incremento de emociones negativas al compararse con otras parejas, mejores o peores.
Así mismo, se observó que, a mayor grado de incertidumbre (basado en la respuesta frente al futuro de la pareja), más emociones negativas surgían al compararse con otras parejas. Esto, y el resultado descrito en el anterior párrafo, evidenció que no siempre las comparaciones ascendentes producen emociones de valencia negativas, ni las descendentes de valencia positiva.
Los investigadores destacaron en sus conclusiones que los resultados de otros experimentos previos respaldaban esa misma idea. Las personas con cáncer se sienten más tristes cuando se comparan con otros enfermos que están en condiciones peores. Al mismo tiempo, experimentan felicidad cuando otros pacientes logran superar el cáncer.
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