Pérdidas, fracasos, decepciones, enfermedades, triunfos, amores y hasta súbitos descubrimientos. Nuestra existencia está llena de inesperados cambios de sentido, de insuperables felicidades y alguna tragedia inevitable. ¿Pueden los eventos de la vida cambiar nuestra personalidad? ¿Puede variar nuestra forma de ser como consecuencia de esas experiencias tan intensas?
Decía William James, conocido psicólogo y filósofo norteamericano, que el carácter humano es como el yeso. Nunca varía. Sin embargo, hay evidencias científicas de que las personas cambiamos. Nadie es inmutable, no somos seres programados de antemano como quien diseña un algoritmo o esculturas que resisten al paso de los siglos y los elementos.
El cambio forma parte del ser humano y eso es decisivo en todo proceso terapéutico. Gracias a ello adquirimos nuevas habilidades y competencias para adaptarnos mejor a nuestras circunstancias. Sin embargo, hay un pequeño detalle. Ante cada experiencia vital, cada persona reacciona de una manera y las variaciones, en realidad, nunca son muy intensas o radicales.
“Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo”.
-Alexei Tolstoi-
Lo que dice la ciencia
Hemos pasado mucho tiempo asumiendo que el ser humano no puede cambiar su manera de ser. Se asumía que esta era una entidad fija y heredada. Ahora bien, si hay algo que busca la psicología y cualquier ciencia del bienestar es promover cambios estables en el ser humano para que este alcance la realización, el equilibrio y la satisfacción existencial. El cambio, a veces, se alza como algo casi necesario.
Ahora bien, hay otro aspecto relacionado, muy interesante. ¿Pueden los eventos de la vida cambiar nuestra personalidad? Es decir, ¿cabe la posibilidad de que hechos como las traiciones, las pérdidas, los amores vividos o los traumas experimentados nos cambien? La ciencia lo que nos dice es que de momento, aunque se sospeche de que así sea, no hay estudios claros y objetivos que lo demuestren al 100 %.
Una investigación de la Universidad de York aporta información relevante. En primer lugar, sabemos que tanto las influencias ambientales como las genéticas determinan nuestra personalidad. Asimismo, este constructo psicológico evidencia tanto rasgos de carácter como de temperamento.
Bien, algo que nos dicen los expertos es lo siguiente: es muy difícil que el carácter varíe por completo, pero lo que sí cambia son nuestras cualidades “intermedias”, esas que se encuentran justo debajo de la superficie de los rasgos generales y que pasamos a analizar.
La ciencia nos dice que nuestra personalidad no cambia 180º tras una circunstancia concreta. Eso sí, pueden variar aspectos como nuestro sistema de creencias y valores, por ejemplo.
Misma persona, pero con distintas creencias
Imaginemos que alguien que lleva con su pareja 20 años descubre de pronto que esa persona mantiene una relación paralela desde hace una década. Como es de esperar, hay algo que se fragmenta en su interior. ¿Quiere decir esto que ya no volverá a ser el mismo de siempre?
Un aspecto en el que incide un estudio de la psicóloga Carol Dweck de la Universidad de Stanford es que lo que cambian son las cualidades intermedias de nuestra personalidad, pero no los rasgos generales. Ahora bien, ¿a qué se refiere con cualidades intermedias? Son las siguientes:
- Puede cambiar nuestro sistema de creencias. Aspectos a los que antes damos veracidad o que orientaban nuestras actitudes, puede reformularse por completo. Como, por ejemplo, dejar de creer en el amor eterno o confiar ciegamente en las personas sin cuestionar nada.
- Pueden variar también las percepciones que tenemos sobre nosotros mismos y los demás.
- Se reformulan nuestras metas, propósitos, significados vitales y propósitos.
- Podemos cambiar nuestras estrategias de afrontamiento. Todo evento puede sacar lo mejor de nosotros mismos o supeditarnos a la indefensión y vulnerabilidad.
¿Pueden los eventos de la vida cambiar nuestra personalidad? No a todos
Este es un misterio y una evidencia bien conocida por el campo de la psicología. Cuando un grupo de personas vive las mismas experiencias, cada una de ellas reacciona y actúa de un modo diferente. A veces, una experiencia como perder a un padre es vivida de manera diferente por cada uno de los hermanos.
Con esto queremos decir que la ciencia no puede prever cómo varía el ser humano ante unos hechos concretos. Por ello, si nos preguntamos si pueden los eventos de la vida cambiar nuestra personalidad, la respuesta evidente es que no en todos los casos. Hay personalidades muy resistentes al cambio, otras que son más flexibles y receptivas, y sí varían sus creencias, percepciones, esquemas de pensamiento, etc.
El deseo del cambio impulsa los avances en nuestra personalidad
Todo evento de gran impacto, ya sea positivo o negativo, deja huella en nosotros. Esto no significa que nuestros rasgos de personalidad se alteren de pronto, que uno se vuelva más neurótico, escrupuloso o extrovertido. Lo que sí sucede es que ante cada experiencia determinante, uno tiene la oportunidad de adquirir nuevas cualidades y perspectivas. Y eso es lo que nos cambia.
Las personas adquirimos atributos de madurez social y emocional y algo así nos permite madurar. Ahora bien, para que eso suceda, uno debe tener una clara voluntad hacia el cambio. Cada vicisitud, cada circunstancia vital, tiene un efecto madurativo en nosotros que nos impulsa a avanzar, a seguir aprendiendo.
Al final, nos daremos cuenta de que, a pesar de que conservemos muchas cosas de aquel adolescente que fuimos, hemos cambiado bastante. Seguimos siendo fieles a nuestros rasgos base de personalidad, pero hay cosas que han variado y que nos pueden permitir convertirnos en quien deseamos de verdad.
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