El impacto de la virtualidad ha generado cambios en el comportamiento de las personas, sus preferencias y modos de socialización. Es así que en nuestros días la virtualidad esta tan presente en cualquier esquina de nuestra vida, pues bien, hay personas que su primer contacto es con su smartphone para desactivar su alarma.
Durante la transición de la pandemia ocasionada por el SARS-CoV-2 se ha vuelto más notorio el aprovechamiento de los recursos digitales más cercanos a la persona, esto con la finalidad de obtener un mayor beneficio y adaptarse a los entornos virtuales que se han reproducido con mayor fuerza, no obstante, las dificultades por asimilar la virtualidad muestran diferentes vertientes.
Para comprender más acerca del fenómeno de la virtualidad, nos apoyamos en la tesis de Ortín (2017) donde menciona lo siguiente:
“La virtualidad es una característica muy destacable de la realidad virtual, porque al permitir relacionar el tiempo y el espacio de una manera completamente diferente, los periodos de espera y las dificultades en cuanto a la accesibilidad del proceso creativo desaparecen, facilitando los nuevos contextos interactivos” (p. 45).
El fenómeno de la virtualidad ha facilitado la dependencia a la tecnología y el uso de recursos digitales, esto para lograr acceder a diferentes programas, y servicios proporcionados en la web, por consiguiente, la interacción cotidiana con la virtualidad es algo que llega para insertarse en nuestro estilo de vida.
Como resultado, la interacción social ha denotado una mayor fragilidad en el contacto cara a cara con la persona, lo cual ha dificultado que se establezca una interacción de confianza, en otros términos, al no percibir la figura real de la persona se atenúan aspectos de una comunicación asertiva con el usuario, ya sea a través de un lenguaje verbal o corporal.
Al mismo tiempo cuando la persona es participe de la virtualidad, se incorpora en una incalculable red de usuarios que están en constante contacto en los entornos virtuales. A pesar de ello, la mayoría de los usuarios se desconocen por su trato directo, y lo único que es posible identificar en algunos casos, son características muy reducidas de la persona, en concreto, el perfil de cuenta.
Solo por mencionar uno de los sitios más populares como puede ser Facebook, conocido como una red social que simplifica la comunicación para estar al tanto con los amigos, habría que cuestionarse si ¿realmente es un entorno virtual que produce socialización?
Muchas de las “redes sociales” nos ofrecen ideas de un sitio para conocer personas, sin embargo, valdría la pena reflexionar acerca de esos contactos, amigos o followers, recién agregados por el usuario, si son proporcionales a una red de apoyo con la que podemos contar ante un problema, y por ende se tiene la confianza para hablar con franqueza por el internet.
Acto seguido el consumo y aceptación social de nuestros contactos son factores importantes a fin de que las personas se sientan realizadas y satisfechas en las redes sociales, de modo que la búsqueda de un “like” se entiende a partir de una recompensa inmediata para que la persona cambie su comportamiento (Domjan, 2010).
Según la aseveración de Rhamirez (2003) sobre sociedades del consumo, las personas ven más viable lo inmediato, sin cuestionar sus prácticas compulsivas que brindan una felicidad pasajera, y cuando desaparece esta felicidad, la virtualidad puede ser un punto de apoyo, para ir por más (pp. 66-67).
En cuanto al desempeño de las personas que están en contacto con la virtualidad se ha demostrado con base a estudios experimentales realizados por Ripoll, Pilar, Zornoza, y Orengo (2004) que las personas suelen tener un mejor rendimiento cuando interactúan físicamente, además la cohesión social es más intensa cuando las personas comparten ideas de forma presencial a estar tras un ordenador (pp. 195-208).
Actualmente toma más fuerza el fenómeno de la virtualidad, por consecuente puede significar que nos espera un mayor aislamiento, y disminución en nuestras habilidades sociales (saber escuchar, empatía, autocontrol, etc.) todo esto nos lleva al consumo por inmediatez, donde se ve favorecido un comportamiento monótono, que es bien analizado por el lenguaje binario del internet.
Cuando un usuario ingresa a un entorno virtual le envuelve en un consumismo abrupto donde se tiene al alcance una cantidad sin fin de información, lo cual dificulta que las personan puedan procesar y analizar dicha información, y con ello dediquen más tiempo a la virtualidad. Entonces, el propio algoritmo de las redes sociales se encarga de que la persona consuma demasiado de sus propios gustos y exista un seguimiento a las preferencias particulares de cada usuario.
Por su parte la virtualidad facilita que las personas puedan ser menos empáticas, en este sentido resulta más fácil ofender a otras personas mediante violencia digital, ya que, no se tiene el contacto directo con la persona, y la simple acción de escribir un comentario resulta más fácil en los sitios web, mostrándose con tintes de odio o resentimiento hacia cierto actor social (Trujano, Dorantes, y Tovilla, 2009, p. 15).
En definitiva, se abren nuevas interrogantes acerca de ¿cómo influirá a largo plazo la virtualidad en nuestras vidas? por eso se ha demostrado que las amenazas, el cyberbullying, acoso y demás problemas se están produciendo como consecuencia de la falta de conocimiento sobre el uso adecuado de las herramientas digitales, en fin, aun la brecha de seguridad digital es enorme.
Son amplios los recursos digitales que podemos encontrar en medio de la virtualidad, siendo factible considerar su uso adecuado, esto significa una ruptura con el algoritmo de las redes sociales, variar nuestros gustos, y ver lo útil de estos recursos; de lo contrario podemos desarrollar dependencia a la tecnología, y nuestra capacidad de aprendizaje estaría siendo bien aprovechada por ciertos actores que se benefician con el tiempo dedicado.
“Las posibilidades de aprender son infinitas cuando el usuario utilice el instrumento de internet para adquirir información, y conocimientos, es decir, cuando se mueva por genuinos intereses intelectuales, por el deseo de saber y de entender”. (Sartori, 1998, p.57)
Referencias
Domjan, M. (2010). Principios de aprendizaje y conducta (Sexta ed.). (M. Ortíz, Trad.) D. F, México: Wadsworth Cengage Learning.
Ortín, S. (2017). Arquitectura virtual ¿Una utopía real? Tesis Doctoral, p. 45. Obtenido de https://riunet.upv.es/handle/10251/110639
Rhamirez, A. (2003). Consumo y consumidor. En Consumismo, familia y sociedad (pp. 66-67). Santo Domingo: CibePress.
Ripoll, Pilar, Zornoza, & Orengo. (2004). La influencia de los procesos de interacción grupal y el medio de comunicación sobre la eficacia. Revista Latinoamericana de Psicología(2), pp. 195-208.
Sartori, G. (1998). Internet y cybernavegación. En Homo videns: la sociedad teledirigida (pp. 53-57). Buenos Aires: Taurus.
Trujano, Dorantes, & Tovilla. (2009). Violencia en internet: Nuevas victimas, nuevos retos. Liberabit, pp. 15-17. Obtenido de http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1729-48272009000100002&lng=es&tlng=es.
https://ssociologos.com/2022/03/30/el-fenomeno-de-la-virtualidad-y-su-influencia-en-el-comportamiento-de-las-personas/