Si hace 80 años le hubiésemos preguntado a una niña qué quería ser de mayor, posiblemente hubiese dicho que costurera. 30 años después, su hija, podría haber respondido que deseaba ser maestra; y hoy, su nieta tal vez afirmaría querer dedicarse a las redes sociales.
Todas estas aspiraciones, tan diversas con el paso del tiempo, son fruto de las opciones que se contemplan como disponibles. Por ello, tener referentes es fundamental para tomar decisiones viales: si no sé que existe una opción, es muy complicado que la elija.
De forma más o menos consciente, todos construimos nuestra identidad y nuestros propósitos en base a lo que observamos: ¿qué veo en mi entorno?, ¿qué hacen quienes se parecen a mí? Así, trazamos mentalmente el camino que “debemos seguir”, sin saber que quizá existen muchas otras alternativas a nuestro alcance.
Lo que no se ve, no existe
Si miras por un momento a la sociedad comprobarás que la mayoría de nosotros somos muy similares a quienes nos rodean. Salvo ciertas excepciones, tendemos a mantener un estatus socioeconómico parecido al de nuestros padres, y llevamos vidas paralelas a las de nuestros amigos.
Para algunos, esto significará tener trabajos precarios y para otros emprender. Para algunos, implicará formar una familia pronto y para otros mudarse a vivir al extranjero. Y es que lo que vemos, nos programa más de lo que podemos imaginar.
Es fácil comprobar que los hijos de la gente rica terminan (por lo general) siendo personas exitosas y adineradas. Y esto no es solo porque hereden patrimonio, sino porque heredan también una identidad, unas creencias y programaciones: todos sus referentes tienen prosperidad y solvencia, y de forma natural consideran también esta forma de vida la más plausible para ellos.
Desafortunadamente, en casos de limitación, infelicidad o sacrificio este proceso también se produce. Así, es fundamental analizar en quién nos estamos fijando a la hora de diseñar nuestro rumbo.
¿Cómo hacemos para tener referentes?
Por lo general, tendemos a obtener referentes de nuestro círculo más cercano. Nuestros familiares, amigos, vecinos y compañeros de escuela o de trabajo son los primeros en quienes reparamos a la hora de comprender quienes somos y quienes podemos llegar a ser. Sin embargo, también recurrimos a figuras públicas y en general a las historias y trayectorias de todos cuantos conocemos.
De esta forma, contar con referentes diversos nos abre todo un mundo de posibilidades. Nos permite comprobar que existen distintas realidades que podemos habitar. De hecho, esta es una de las grandes ventajas de la globalización: a través de internet podemos observar diferentes opciones elegidas por personas similares a nosotros, y nos abrimos a contemplar también estas ideas.
Ahora bien, no todo lo que observamos produce un aprendizaje al mismo grado. Según la teoría del aprendizaje social o vicario de Albert Bandura, existen ciertas características de un modelo que hacen que sea más fácil asumir lo que este muestra. Por ejemplo:
- Semejanza: el aprendizaje por observación es mayor cuanto más similar es el modelo a nosotros. Así, nuestros referentes más efectivos serían aquellos con los que compartimos sexo, raza, edad y otras características.
- Competencia: el modelado es más efectivo cuando el modelo al que nos exponemos tiene un grado de habilidad similar al nuestro y va progresando. De este modo, quizá no nos impacte ni nos inspire tanto ver a una persona exitosa como saber de alguien que, partiendo de nuestro mismo origen, pudo llegar a ese punto superior.
- Prestigio: por lo general, cuanto más prestigio tiene el modelo, mayor es su influencia. Por ello, una persona que genera credibilidad, que despierta sentimientos positivos en el observador y que es bien considerada en el ámbito que representa, es un referente más potente.
Adquirir referentes desde la infancia
Quienes están en contacto con niños tienen la importantísima tarea de exponerles a referentes diversos y positivos, con los que puedan sentirse identificados, que les inspiren y les muestren los múltiples caminos disponibles.
Las niñas necesitan oír hablar de mujeres científicas o artistas, necesitan referentes femeninos que reflejen talento, inteligencia y pasión. Han de acceder a modelos infantiles de niñas valientes, decididas y confiadas. Los niños necesitan referentes masculinos que estén en contacto con sus emociones, que sepan gestionarlas y no teman mostrarse vulnerables, pues es así como se conecta con otros. Han de saber que no hay una única forma de ser hombre.
Además, los adultos también debemos seguir nutriéndonos de referentes enriquecedores que nos impulsen a mejorar. Piensa dónde observaste los modelos que hoy se reflejan en tu vida y si esta ha sido realmente tu elección. Quizá no te abriste a otras posibilidades que podrían conducirte a la felicidad.
Recuerda que aquello que no ves no se plantea como posibilidad en tu mundo. Por ello, anímate a conocer realidades diversas, a explorar distintas formas de vivir; solo así estarás en posición de decidir.
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