LOS SIETE SUEÑOS DE RAVANA, EL EGO AUTOCENTRADO

Todos estos “sueños” son las peligrosas fantasías que lanzan nuestra ignorancia y soberbia al mundo y que lo convierte en una caverna de miserias y desdichas. Y desde luego no incluimos aquí el “sueño de Ravana” descrito por un autor anónimo en el libro con ese mismo título, donde, ese sí, muestra la verdadera naturaleza del alma y la senda que le puede purificar de sus inercias y errores.

Recordemos que Ravana, uno de los protagonistas de la epopeya del Ramayana, es el gran enemigo del héroe divino Rama, avatar de Vishnu. Ravana, poseído de orgullo sin medida, decide raptar a la “mas hermosa de las mujeres”, Sita, lo que, semejante al rapto de Helena, lleva la guerra a su ciudad y a su reino, que él había imaginado inconquistable. Como la Esfinge egipcia, antes de que el rayo de inteligencia del dios Thot la calmara, cuando era una amalgama de animales de diferentes naturalezas y tendencias; Ravana es un asura (un titán) con 10 cabezas cada una de ellas con sus instintos y pasiones, unidas sólo en su feroz egoísmo. Nos enseña el filósofo Sri Ram que este personaje simboliza muy bien la naturaleza de ahamkara, el aspecto de la mente que se liga a la materia y a la diferenciación, y de donde surge la “herejía de la separatividad”, de considerarnos diferentes del todo-universo del que formamos parte. Ahamkara es, literalmente la producción (kara) del yo (aham), el yo en el sentido peyorativo de ego que le damos actualmente, como raíz del egoísmo y el egocentrismo.

Se trata, pues, de la raíz de la humanidad sin luz divina, o sea una raíz egoísta, culpable, e indiferente al entorno -si no es para poseerlo- irrespetuoso con todo lo que vive, sin verdadera piedad ni empatía, o sea, en una clave, el nudo de psicópata y antisocial que vive en cada ser humano, como una sombra que se quiere tragar el alma. En fin, lo que el Pistis Sofia llama magistralmente “el autocentrado”, y que tortura la luz divina caída en la prisión de la materia, Sofía (la sabiduría)

En algunos textos se mencionan los 7 Sueños de Ravana, que simbolizan las 7 formas de locura de la humanidad rabiosa por la atracción magnética de la materia, y por ella arrastrada, queriendo desafiar la ley y orden divinos y queriendo así romper o escapar de la red de Brahma que une cada átomo de existencia con el todo universal.

Evidentemente los símbolos son siempre polivalentes y podemos interpretar también la cara y cruz de una misma idea. O sea, en otra clave, Ravana sería Dios mismo prisionero de la materia, a ella sujeta y queriendo liberarse del karma que le hace arder en dolor, como un Prometeo encadenado, una eternidad viva y sufriente al mismo tiempo; o como Lucifer que se rebela contra un orden que no respeta la naturaleza de libertad infinita que duerme en cada existencia.

Podríamos interpretar desde estas dos caras este mismo símbolo. Los “sueños” que mencionamos reciben ese nombre porque fueron tentativas infructuosas. Dado que el ser humano está incompleto y aún no ha conquistado su potencial divino, y por otro lado es víctima de su pasado y egoísmo.

1-El primer sueño de Ravana fue construir una escalera hacia el cielo. Quería que todos pudieran ascender a la condición divina, y comenzó a construir peldaños que iban desde la tierra hacia el cielo, semejante a la torre de Babel de la religión hebrea y cristiana. Al morir, claro, la escalera quedó sin terminar.

Por un lado está el sentido de usurpación de posesión sin méritos adquiridos, de violar una pureza de la que no somos dignos. Por ello en gran parte de las tradiciones míticas la escalera debe ser tendida desde el cielo a la tierra y no al contrario, así como se dice que la puerta del Templo se abre desde dentro, y no desde fuera, o sea el acceso a lo sagrado se abre desde lo sagrado mismo, toda tentativa de llevar lo sucio a lo puro, convierte en sucio lo puro. Y cuando lo puro desciende lo hace en su propia llama, lo que genera en torno una fortaleza que lo protege, como una burbuja de aire en el agua.

Por otro lado simboliza el noble esfuerzo de mejorar lo presente, de ir a hacia un cielo que nos llama y espera, el rebelarse y destruir la cárcel que nos aprisiona.

2- El segundo sueño de Ravana fue endulzar el agua del mar. Y así el problema de la escasez de agua para beber terminaría.

Simbólicamente es no querer que existan lágrimas humanas, que la vida sea feliz independientemente de nuestros actos. Un espejo de las sociedades actuales en que dicen vender la felicidad a precio de saldo, con fármacos y todo tipo de fascinaciones y juguetes que estupidizan. Construir un mundo de fantasías que nieguen la existencia del dolor, de la natural amargura de la vida, con lo que la necesidad de comprensión desaparece, y vivimos fuera de lo real. Como decía el Buda, la primera noble verdad es reconocer el dolor y que la existencia en los mundos de la forma y del deseo está necesariamente asociado al dolor, de un modo u otro.

Desde otra perspectiva es el noble sueño de endulzar el sufrimiento humano, de hacer cesar la causa que lo produjo, o como dice el texto místico Voz del Silencio:

“Sabe, ¡oh Narjol!, tú del Sendero Secreto, que sus aguas frescas y puras deben usarse para endulzar las olas amargas del Océano, ese poderoso mar de dolor formado por las lágrimas humanas.”

3-El tercer sueño incompleto era hacer que el oro tuviera aroma. Así Ravana, como Midas, podría hacer su ciudad entera en oro. Teniendo este noble metal aroma, podría encontrarlo allí donde se hallase.

En una clave es el olfato animal de donde pueda hallarse poder y dinero, en una insaciable codicia que quiere poseerlo todo. La ambición, la sed de poder, para arrebatarlo vampíricamente allí donde este se halle. El egoísmo brutal y sin sentido, como no lo vemos en el reino animal, donde toda conducta instintiva egoísta está coordinada con las necesidades del conjunto.

Pero en otra puede significar la necesidad de lo puro, lo noble, lo bueno (simbolizado por el oro), allá donde se encuentre, sabiendo penetrar las apariencias engañosas. El amor que sabe ver lo esencial, como dice El Principito.

4-El cuarto sueño de Ravana, ya que él era de tez oscura, es que todos fueran -él mismo también- de color blanco, de manera que nadie tuviera que esconderse por el color de su piel.

Lo que significa no aceptar las alternancias de la naturaleza, el día y la noche, la vigilia y el descanso, y la diversidad que todo lo enriquece, pues si hay algo contrario a la vida es la homogeneidad en su expresión. Ya sabemos de formas de pensar, razas y países que quisieron eliminar violentamente las diferencias, o enclausurar a los diferentes, hasta que fueran desapareciendo, como sucedió en el siglo XIX con los tasmanios desterrados por los ingleses a una isla en que ellos -hijos de la selva- se murieron de tristeza. La brutalidad del pensamiento único, de no aceptar las diferencias, ni las diferentes perspectivas de un hecho.

En otra clave podría significar el enorme poder de transmutación del alma con respecto a los elementos, haciéndolos cada vez más sutiles y perfectos, abandonando lo viejo para ir en dirección del futuro necesario.

5-El quinto sueño de Ravana era que la sangre fuera blanca para que nadie pudiera detectar un crimen por él ejecutado. O sea, que la tierra no bebiera dicha sangre exigiendo venganza.

En un aspecto es crear un mundo en que la gente está tan apartada de lo natural que ni sangre llevan sus venas. Sangre real, sustituida por fantasías nutrientes y por las que la naturaleza nos considere cada vez más extraños, más absurdamente lejos de su camino. Bien, a esto, según las alucinaciones de Yuval Noah Harari -y muchos otros- ya nos estamos acercando con la nueva especie hombre-máquina acompañado de la inteligencia artificial.

En otra clave representaría, quizás, la voluntad y el espíritu humano tan elevados ya en su natural evolución, que la sangre no fuera ya tal y como la conocemos, sino una especie de fluido luminoso, como una condensación de la energía solar, pero no tan dependiente de los elementos químicos de la tierra.

6-El sexto sueño de Ravana es que el alcohol no oliera, de modo que no pudiera detectarse a quien lo bebiera por el olfato. O sea, una sociedad completamente ebria, drogada, estupidizada, anulada, sin voluntad ni iniciativa, ni capacidad de amar, pero que todos considerasen normal, lógico, la única opción de hecho. En esto sí que podemos mencionar el triunfo de Ravana, cuando sólo los morales y honestos son considerados anormales, una especie en extinción.

En otra clave quizás signifique una humanidad ebria de entusiasmo, insensible a las voces de la tierra y de los sentidos, una embriaguez inodora pues no dependería de nada ajeno ni destructivo, sino de los propios estados elevados de conciencia. Como decía el Buda, no hay perfume más divino ni más embriagador que el de la virtud.

7-El séptimo sueño de Ravana era que desapareciera todo culto a Dios y al alma de las estrellas, o a la esencia de la vida, para que le adorasen a él como único Dios. Bien, este es el sueño de todo sociópata, del que Ravana es el paradigma.

Como en el poema “En el meeting de la Humanidad” de Jacinto Benavente

En el “meeting” de la Humanidad

millones de hombres gritan lo mismo;

¡Yo, yo, yo, yo, yo, yo!…

¡Yo, yo, yo, yo, yo, yo!…

¡Cu cu, cantaba la rana;

cu, cu, debajo del agua!…

¡Qué monótona es la rana humana!

¡Qué monótono es el hombre mono!

¡Yo, yo, yo, yo, yo, yo!…

Y luego: A mí, para mí;

en mi opinión, a mi entender.

¡Mi, mi, mi, mi!

¡Y en francés hay un “Moi”!

¡Oh!, el “Moi” francés, ¡ese sí que es grande!

“¡Monsieur le Moi!”

La rana es mejor

¡Cu, cu, cu, cu, cu!

¡Sólo los que aman saben decir ¡Tú!

Esta es la dimensión oscura de este símbolo, Ravana, pero en la clave luminosa representa la capacidad del ser humano de ser como una estrella de luz espiritual irradiante, y cuya conciencia llegue a cada átomo del Cosmos en el infinito (lo que los budistas llaman Nirvana). Un estado que imaginamos, hizo decir a los filósofos y místicos egipcios, en El Libro de la Oculta Morada:

“Yo soy Tum en medio del océano celeste, y en

verdad, todos los Dioses me favorecen

eternamente. Mi  Nombre es un Misterio. Mi

morada es sagrada para siempre… ¡Soy omnipotente! ¡Soy omnipotente!” (VII)

“Yo soy aquel que hace nacer los Dioses del

 Abismo y cuando es cumplido su ciclo los ve

 bajar hacia la Nada” (XXIV).

Claro, también imaginamos que quién ha alcanzado tal estado lo ha hecho absolutamente libre del egoísmo y de la materia y convertido en un océano de bondad.

Jose Carlos Fernández

LOS SIETE SUEÑOS DE RAVANA, EL EGO AUTOCENTRADO

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