LOS CELTAS

Planeta Azul se hace presente nuevamente, en esta ocasión con una reseña sobre la enigmática cultura celta. Se denomina así a una gran cantidad de clanes, de origen indoeuropeo, que se establecieron en el noroeste de Europa: norte de España y Portugal; parte de Francia, Austria, Alemania, Bélgica e Italia y los territorios de Irlanda, Escocia, Gales y la Isla de Man. Los integrantes de cada uno de estos clanes tenían una fisonomía distinta y hablaba un idioma con marcadas diferencias pero había algo que los unía: su cultura.

El mejor ejemplo que podemos citar es la gaita que, con algunas variaciones menores, se encuentra en el norte de España, Escocia e Irlanda.

Los celtas eran excelentes orfebres y artesanos. Habilidosos cazadores y rastreadores. Tenaces viajeros y exploradores. Su fama los precedía allí donde fueran. A menudo se los contrataba como guerreros o mercenarios, valientes e imbatibles en la batalla, incluso llegaron a incendiar Roma.

Los celtas no le tenían miedo a la muerte, la veían como parte del ciclo de la vida. El día a día era difícil: el hambre, las pestes, los enemigos, el clima… Cada día era una batalla por la supervivencia y cada victoria era motivo de festejo. Y esas celebraciones eran dirigidas por los druidas.

Las mujeres gozaban de las mismas condiciones sociales que el hombre: podían comerciar, ser jefas de clan, artesanas, guerreras y también druidesas.

Los druidas y bardos

Se denominaba con el nombre de druida a la clase o casta sacerdotal de los pueblos celtas. Poseedores de la sabiduría ancestral y aliados de las fuerzas de la naturaleza, los druidas son enigmáticos y fascinantes. Reúnen en torno a su figura una gran cantidad de profesiones y oficios: médicos, jueces, narradores, artistas, poetas, herreros, guerreros, herbolarios, astrónomos, consejeros, profetas, filósofos, magos y sacerdotes.

No existen escritos de los propios druidas, solo breves descripciones en antiguos textos griegos y romanos.

Los druidas no creían en la escritura como forma para la transmisión de saberes, aunque se dice que sabían leer y escribir varios idiomas. Su formación y transmisión de conocimientos se realizaba de manera oral tras veinte intensos años de estudio.

Se encontraban exentos del pago de tributos y eran respetados por todos, incluso los reyes. Una vez que el druida emitía su palabra, ésta era ley. Una antigua leyenda decía que un druida podía detener una batalla con un solo gesto.

Se dice que la palabra “druida” significa el que conoce el roble o el que tiene el conocimiento del roble.

Para la cultura celta, el roble era considerado el más sagrado de los árboles, por su longevidad, dureza y fuerza. Se lo asociaba al rayo y a las fuerzas celestiales. Plinio asegura que no existía ningún ritual o celebración donde no hubiera, al menos, una rama de este árbol.

Algunos autores sostienen que cada año celta (trece ciclos lunares completos) los druidas se reunían para nombrar a uno de ellos con el cargo de archidruida, quien se encargaría de dirimir las disputas entre los druidas, ya que al tratarse de un conocimiento oral, en algún momento, podían generarse diferencias.

Algunos antiguos escritos dicen que los druidas formaban escuelas y otros sostienen que eran solitarios. En este último caso, solo podían tomar un aprendiz por vez.

La mayoría de los autores manifiestan que los pueblos celtas creían en la reencarnación, aunque con algunas diferencias. Algunos sostienen que eran politeístas, porque creían en muchas deidades; otros aseguran que eran panteístas, porque creían que los dioses, diosas y la naturaleza eran manifestaciones de una divinidad mayor.

A las druidesas se las llamaba bandruidh, sacerdotisas cuya casta se encontraba dividida en tres: una de iniciadas que permanecían recluidas, vírgenes y en continuo estudio; un segundo estrato en el que podían casarse y salir, aunque siempre debían retornar para las celebraciones y para continuar sus estudios; y una tercera categoría de mujeres que podían andar libremente, sirviendo como juezas, curanderas o leyendo el futuro en el vuelo de los pájaros o en el humo que desprendían las hojas de muérdago al ser quemadas.

El druida, además de oficiar como médico y juez, era el encargado de realizar todos los rituales: las celebraciones de los equinoccios y solsticios. Además de cualquier otro acontecimiento que tuviera lugar como nacimiento, muerte, casamiento o declaraciones de guerra.

Ahora bien, la palabra bardo hace referencia a una casta también exenta de tributos, que generalmente deambulaba de pueblo en pueblo llevando noticias, narrando cuentos, recitando la ley y tocando algún instrumento. También ejercían como emisarios y diplomáticos. Al igual que los druidas, estimulaban la memoria hasta alcanzar niveles extraordinarios.

Algunos autores hacen referencia a que el bardo constituye una categoría inferior a la de druida, otros aseguran que es la categoría superior y otros más dicen que se encuentran relacionados pero que no se trata de un escalafón. Aunque todos coinciden en que los druidas usaban túnicas blancas y los bardos de color azul.

Ciertos investigadores sostienen que la métrica y la rima, que luego se trasladaron a la poesía, tuvieron su origen como juegos mnemotécnicos que ayudaban a recordar las palabras exactas y no como simples manifestaciones artísticas. A veces se confunde al bardo con los senchaitinkers o filidh, que eran los nombres que recibían aquellos narradores de cuentos y músicos itinerantes. Un bardo era mucho más que un músico, poeta o un narrador de cuentos.

Es interesante destacar que en la mitología galesa los bardos se encuentran en la categoría superior a la de druida.

Algunos autores afirman que cuando el druidismo fue prohibido, los druidas se refugiaron en la figura del bardo. Así el mago y/o sacerdote permanecía oculto detrás de la imagen de un narrador de historias.

Las leyendas

Con respecto a las leyendas, la palabra “druida” toma diferentes acepciones. En algunos casos, se usaba como un sinónimo de excelencia; por tal motivo se decía que algunos guerreros eran druidas. En otros casos se la usaba como un sinónimo de hechicero, mencionando que algunos gigantes también eran druidas. Por otro lado, algunos manuscritos medievales, como el de San Columba, dice que Cristo era “su druida”. También se dice en la historia de la vida de San Beuno que cuando murió, tuvo una visión de “todos los santos y druidas”. Sin ir más lejos, a San Patricio se le decía “el druida de Dios”.

En la recopilación y adaptación de las leyendas que componen este libro, hemos tomado la palabra druida en el sentido que refiere a la magia y no solo al conocimiento que un maestro de un arte determinado pudiera ostentar. Por ejemplo: Gobniu es un herrero, pero además de ser el mejor y un maestro en su arte, tiene la capacidad mágica de crear una espada con tres golpes.

Este libro se viene gestando desde hace muchos años, recopilando leyendas y contrastando todas las versiones posibles. A simple vista pareciera que no existen muchas historias sobre druidas en los viejos manuscritos que sobrevivieron hasta nuestros días. Afortunadamente sí hay una gran variedad de relatos extremadamente interesantes.

Las historias que encontrarán en este libro, pertenecen a los ciclos mitológicos de Irlanda y Gales. Como en ellas los druidas no son los protagonistas, se han adaptado brindándole especial atención a su contexto, respetando los detalles, la esencia y el espíritu del relato; poco se ha agregado y siempre se ha hecho para facilitar la lectura o destacar algunos pasajes importantes que podrían pasar inadvertidos.

Muchos antropólogos e historiadores categorizan a Scatagh como una diosa del inframundo. Pero esa definición se encuentra sesgada. De hecho, gran cantidad de héroes, reyes y druidas pasaron a convertirse en dioses con el transcurso del tiempo. Scatagh posee todas las características de una druidesa: es una mujer independiente, experta guerrera, posee la capacidad de vaticinar el futuro y tiene profundos conocimientos sobre el arte de la guerra, la estrategia, la sexualidad, la magia y las pociones.

El resto de las druidesas que surgen de los ciclos mitológicos tienen apariciones tan breves que incluirlas sería forzar en extremo la adaptación al punto tal que se estaría inventando un nuevo relato y ese no es el fin de este libro. Por ejemplo, el famoso Finn Mac Cumhall es criado por una druidesa, pero nada más se dice de ella.

Mucho se podría hablar sobre esta cultura fascinante, pero esta introducción tiene la intención de servir de contexto. Sin más preámbulos, concluimos aquí este sintético marco de referencia para que puedan disfrutar de las leyendas más importantes de la cultura celta de Irlanda y Gales. Las mejores leyendas de druidas, bardos y druidesas.

RECOPILACIÓN INVESTIGATIVA: ING. REYNALDO PEREZ MONAGAS

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