El budismo, como todas las grandes religiones, no aprueba del aborto. Abortar va en contra de uno de los cinco preceptos básicos del budismo que enseña «no matar» o no hacer violencia a los seres vivos. Más aun, creer que se puede abortar sin tener consecuencias negativas va en contra de una de los principios filosóficos básicos del budismo, el núcleo mismo de la enseñanza del Buda, que es el karma. Acciones negativas, hechas conscientemente, producen resultados negativos y dificultan el objetivo último que es la liberación del mundo condicionado o samsara.
Las enseñanzas sobre el karma están ligadas a la reencarnación, pues de no existir la reencarnación, el karma no tendría verdadera efectividad y sería inconsecuente. No sé podría explicar el nacimiento de un niño en condiciones desafortunadas o el hecho de que algunos actos no alcanzan total fruición en esta vida. Algo que, además, está sustentando en las observaciones del Buda y otros maestros budistas quienes han observado los efectos del karma pasando de existencia a existencia. De hecho, ya que el budismo no cree en la existencia de un alma (atman), lo único que transmigra es ese mismo karma que luego produce la identificación de un sí mismo.
La visión ortodoxa budista puede resultar polémica en nuestros tiempos, especialmente porque muchas personas apegadas a la visión secular se sienten atraídas al budismo por una supuesta cercanía a valores o perspectivas seculares científicas. Pero lo cierto es que no se puede practicar una religión como el budismo solo tomando las partes que son amenas o convenientes a la propia visión de mundo. Si bien esto no implica que una persona que tiene diferentes creencias no pueda beneficiarse de la filosofía o de ciertas técnicas, como la meditación. Pero ésas personas estrictamente no pueden llamarse budistas. Existe una diferencia insalvable entre el budismo y la visión científica secular: el budismo presupone la preeminencia de la mente y la ciencia dominante es materialista.
El budismo no es innecesariamente dogmático, pues, a fin de cuentas, es una soteriología, o un sendero hacia la liberación. En este sentido es pragmático, por eso el Dalai Lama dijo lo siguiente al New York Times: «Por supuesto, el aborto, desde la perspectiva budista, es un asesinato y por lo tanto negativo, en términos generales. Pero depende de las circunstancias. Si el niño aún no nacido tendrá un retraso o si el nacimiento significará serios problemas para los padres, hay casos en los que puede existir una excepción. Creo que el aborto debe ser aprobado o desaprobado según cada circunstancia.» Hay que mencionar que desde la perspectiva del budismo, lo esencial es considerar si el nacimiento del niño, debido a las circunstancias, acabará siendo causa de experiencias profundamente negativas, mismas que serían mayores incluso que su muerte precipitada. Esto implica que solamente casos realmente extremos, los cuales además son mayormente insondables, ameriritarían el aborto. Ciertamente no la inconveniencia que el nacimiento de un niño puede producir a la carrera de una persona, las dudas que se tiene sobre su pareja o cualquier otra consideración egoísta.
Ciertos practicantes proaborto mantienen que las enseñanzas budistas son hijas de su tiempo y deben actualizarse a nuestra época. Aunque existe rango para cierta adaptación, es indudable que esto no incluye modificar el núcleo filosófico que soporta toda la práctica, como en este caso las enseñanzas sobre el karma. Algunos académicos han encontrado vagos indicios en textos budistas de diversos momentos de entrada de la conciencia al feto, pero la realidad es que existe algo cercano a un consenso de que la conciencia entra en el feto al momento de la concepción. Existen incluso descripciones explícitas en las que se habla de que la conciencia que vaga en el mundo intermedio o bardo reencarna a través de un proceso de identificación, normalmente basado en la confusión mental, al observar a una pareja teniendo sexo. La existencia con un cuerpo humano es llamada «preciosa vida humana», considerada así por el alto valor que tiene encarnar en el mundo humano, en el cual existe el dharma, con la posibilidad de alcanzar o avanzar importantemente hacia la liberación. Como explica Dzongsar Khyentse Rinpoche:
Abortar un ser humano es asesinato. Imagina lo que debe ser para un bebé ser abortado. Los seres del bardo están desesperados por encontrar un nuevo cuerpo y vivir en el mundo material. ¿Cómo te sentirías si, habiendo realizado actos benéficos por tiempo innumerable para entrar en un cuerpo, tu madre conscientemente te rechazara y vieras como tu nuevo cuerpo fuera excretado. Es una experiencia excepcionalmente dolorosa. (Living is dying)
Está claro que, pese a los intentos de practicantes seculares, pseudobudistas, el aborto no se puede justificar o defender al menos de casos excepcionales como a los que apunta el Dalai Lama. Sin embargo, el budismo no busca condenar moralmente y culpar excesivamente a las personas que abortan. El mismo Dzongsar Khyense Rinpoche señala que uno no debe dejar que un único acto negativo pese tanto que produzca completa depresión y desesperanza. El samsara es en sí mismo un proceso sin comienzo de karma negativo que, sin embrago, puede ser corregido. La forma de corregirlo es través de la práctica, que, en el budismo mahayana, se basa en las seis perfecciones y en la acumulación de mérito y sabiduría. Asimismo existen antídotos, como por ejemplo en Japón la devoción al bodhisattva Kshitigarbh, quien es el protector de los bebes o fetos muertos y al cual se pueden dedicar ofrendas y prácticas específicas. Existen casos notables en los que asesinos, como Angulimala (curiosamente el santo patrón de los partos) y el famoso yogi Milarepa, han encontrado la liberación después de matar a varias personas.
Por último, cabe mencionar que el budismo no se pronuncia sobre una «ley del aborto», condena la decisión de abortar de una persona pues considera que, salvo en casos excepcionales, ésta se produce debido a la ignorancia de los resultados del acto y por lo tanto es una falta no sólo contra la vida que se impide sino también contra la persona que la realiza. En otras palabras, el budismo no está favor o en contra de una ley que prohíba a las mujeres abortar o de una intervención del Estado, sino que busca educar a los individuos sobre las consecuencias de esta decisión, y entiende que existen distintos casos que requieren medidas distintas.
Imagen: BuddhaWeekly
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