¿Qué es la autocensura y por qué no deberíamos ocultar lo que pensamos?

De un tiempo a esta parte, cada vez más personas se sienten ansiosas por decir lo que piensan. Experimentan la necesidad de disculparse de antemano por decir algo sensato. Temen que las excluyan por no apegarse al discurso normativo. Que malinterpreten sus palabras y las marquen de por vida. Que las pongan en la lista negra de los enemigos de cualquier grupo minoritario convencido de que el mundo debe y tiene que girar a su alrededor.

Como resultado, la autocensura que crece como la mala hierba.

Sin embargo, la autocensura y lo políticamente correcto llevado al extremo suele asumir la forma de una “rectitud opresiva”. La justicia opresiva se produce cuando percibimos que no podemos compartir nuestra perspectiva porque esta desafía los principios en boga en ese momento. Así terminamos midiendo al milímetro cada palabra antes de proferirla, valorándola desde todas las aristas posibles para convertir el acto de comunicar en un ejercicio de malabarismo sobre una cuerda floja, arrebatándole toda autenticidad.

¿Qué es la autocensura en Psicología?

Cada vez más personas “editan” mentalmente lo que van a decir porque tienen miedo de ofender a alguien – aunque siempre habrá alguien que termine ofendido – intentan encontrar el momento perfecto para decir algo y se preocupan en demasía por cómo los demás interpretarán sus palabras. Se sienten ansiosas ante la perspectiva de decir lo que piensan y experimentan la necesidad de disculparse de antemano por sus opiniones. En general, asumen lo peor y se preocupan por todo lo que podría salir mal. Esas personas terminan atrapadas en un mecanismo de autocensura.

La autocensura es un mecanismo mediante el cual nos volvemos extremadamente cuidadosos con lo que decimos o hacemos para evitar una atención negativa. Es esa voz en tu mente que te dice “no puedes” o “no debes”. No puedes expresar tu opinión, no debes mostrar lo que sientes, no puedes disentir, no debes ir contracorriente. En resumen, es la voz que te dice que no puedes ser quien eres.

Curiosamente, la autocensura está aumentando independientemente de cuán moderados o extremos sean los puntos de vista de la sociedad. Investigadores de las universidades de Washington y Columbia descubrieron que la autocensura se ha triplicado desde la década de 1950 hasta la fecha en Estados Unidos. Ese fenómeno está tan extendido que, en 2019 cuatro de cada diez estadounidenses reconocieron que se autocensuraban, una tendencia más común entre quienes cuentan con estudios superiores.

Estos politólogos creen que la autocensura se produce fundamentalmente debido al miedo a expresar una opinión impopular que termine aislándonos de familiares, amigos y conocidos. Por tanto, puede ser una mera estrategia de supervivencia en una cultura tóxica polarizada, en la que diferentes grupos se ven a sí mismos como irremediablemente divididos en un abanico cada vez más amplio de temas.

En ese contexto tan rígido en el que solo se perciben los opuestos y no hay espacio para los sensatos puntos intermedios, decir algo incorrecto implica correr el riesgo de que los demás te identifiquen como parte del grupo “enemigo” absolutamente en cualquier asunto, desde las vacunas hasta la guerra, la cuestión del género o los tomates voladores. Para evitar la confrontación, el estigma o la exclusión, muchas personas simplemente optan por autocensurarse.

Los largos y peligrosos tentáculos de la autocensura

En 2009, casi un siglo después del holocausto armenio en Turquía, antes conocido como el imperio otomano, la historiadora Nazan Maksudyan analizó cuánto de la narrativa histórica de aquellos eventos podía llegar efectivamente hasta los lectores turcos actuales y filtrarse en el debate social que se estaba produciendo en el país.

Tras analizar las traducciones al turco de libros de historia, comprobó que los escritores, traductores, y editores más modernos manipularon y distorsionaron algunos de los datos, bloqueando la libertad de acceso a la información. Lo interesante es que muchos de ellos se autocensuraron al abordar el genocidio de los armenios durante la Primera Guerra Mundial para evitar la censura pública o ganarse la aprobación del sector dominante en la sociedad.

No es la primera vez que ocurre algo así ni será la última. Svetlana Broz, quien brindó sus servicios como médica en una Bosnia devastada por la guerra, descubrió que muchas personas ayudaron a los musulmanes, pero lo mantuvieron en secreto para evitar las sanciones negativas de su propio grupo. Sin embargo, experimentaban una gran necesidad de compartir sus historias.

Obviamente, la autocensura suele ejercerse sobre aquellos temas que la sociedad considera “delicados”. Independientemente de los motivos de la autocensura, lo cierto es que cuando no tenemos acceso a la información que otros poseen porque se censuran a sí mismos y no la comparten, todos perdemos la oportunidad de ientificar los problemas y encontrar la mejor solución posible. Aquello de lo que no se habla se convierte en un “elefante en la habitación” que genera fricciones y conflictos, pero sin posibilidades de solución.

La autocensura proviene en gran medida del “pensamiento grupal”, que implica pensar o tomar decisiones en grupo de forma tal que se desalienta la creatividad o la responsabilidad individual. El pensamiento grupal es un fenómeno psicológico que se produce cuando el deseo de armonía o conformidad resulta irracional o disfuncional. Básicamente, nos autocensuramos para evitar críticas y atención negativa. Y en muchos casos incluso puede parecer sentido común.

Sin embargo, la autocensura que nos lanza a los brazos de lo políticamente correcto nos arrebata la autenticidad mientras nos impide abordar directamente los temas que nos preocupan o incluso los estereotipos que actúan como barreras para progresar. Y es que muchas veces detrás de la etiqueta “temas delicados” lo que realmente se esconde es una falta de madurez social para poder debatir de manera abierta y una incapacidad para reconocer las propias limitaciones.

Como escribiera el psicólogo Daniel Bar-Tal: “la autocensura tiene el potencial de convertirse en una plaga que no solo impide construir un mundo mejor, sino que también le roba a quien la ejerce el coraje y la integridad”.

Por supuesto, la preocupación por las reacciones negativas de los demás que nos lleva a censurarnos no es completamente negativa. Puede ayudarnos a pensar dos veces antes de hablar. Sin embargo, las normas sociales que marginan los puntos de vista indeseados haciendo que las personas se autocensuren pueden facilitar hasta cierto punto la convivencia, pero esos puntos de vista seguirán existiendo porque no se han canalizado adecuadamente ni han cambiado, tan solo se han reprimido. Y cuando algo se reprime durante mucho tiempo, termina ejerciendo una fuerza opuesta que a menudo conduce a una involución en la sociedad y en las formas de pensar.

Dejar se autocensurarse sin convertirse en un paria

Asumir una actitud demasiado autocrítica, actuar como censores implacables sobre nuestros pensamientos, palabras o sentimentos por el miedo a peder la aprobación de nuestro grupo social puede empeorar nuestra salud física y mental.

No poder compartir honestamente nuestras opiniones y otros aspectos de nuestra vida interior también puede ser una experiencia particularmente estresante que genera una profunda sensación de aislamiento. De hecho, la autocensura encierra una paradoja: nos censuramos para encajar en el grupo, pero al mismo tiempo nos sentimos cada vez más incomprendidos y aislados en ese grupo.

De hecho, se ha apreciado que las personas con una autoestima baja, más tímidas y con menos argumentos son quienes suelen censurarse más y ser más políticamente correctas. Sin embargo, también se ha constatado que esas personas suelen experimentar menos emociones positivas.

En cambio, expresar nuestras emociones reduce el estrés y nos acerca a las personas con las que compartimos valores, proporcionándonos un sentido de pertenencia y conexión que es fundamental para nuestro bienestar.

Para evitar las consecuencias dañinas de la autocensura y al mismo tiempo no convertirnos en parias, debemos encontrar un equilibrio entre la necesidad de expresarnos con auténticidad y la necesidad de encajar en un grupo o entorno social.No siempre es el momento o el lugar adecuado para mantener una conversación difícil, pero en última instancia es impresicndible que haya espacio para abordar los temas sensibles que nos preocupan y atañen a todos.

Eso también significa contribuir en la medida de nuestras posibilidades y en nuestro radio de acción a crear un clima de tolerancia a las opiniones diferentes, sin caer en la tentación de etiquetar a los demás, para que todos puedan sentirse más cómodos expresando sus ideas. Si no somos capaces de crear y proteger esos espacios de diálogo sin que las personas se perciban como enemigos en un campo de batalla, simplemente retrocederemos, porque las buenas ideas o causas no se imponen acallando al que piensa diferente, se dialogan.

Fuentes:

Gibson, L. & Sutherland, J. L. (2020) Keeping Your Mouth Shut: Spiraling Self-Censorship in the United States. SSRN; 10.2139.

Bar-Tal, D. (2017) Self-Censorship as a Socio-Political-Psychological Phenomenon: Conception and Research. Political Psychology; 38(S1): 37-65,

Maksudyan, N. (2009). Walls of silence: Translating the Armenian genocide into Turkish and self-censorship. Critique; 37(4): 635–649.

Hayes, A. F. et. Al. (2005) Willingness to Self-Censor: A Construct and Measurement Tool for Public Opinion Research. International Journal of Public Opinion Research; 17(3): 298–323.

Broz, S. (2004). Good people in evil times. Portraits of complicity and resistance in the Bosnian War. New York, NY: Other Press

¿Qué es la autocensura y por qué no deberíamos ocultar lo que pensamos?

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