Las aves son probablemente el animal no doméstico con el que más convivimos día a día. Palomas, gorriones, pichones, calandrias… el canto y el vuelo de cada uno de ellos está presente desde el amanecer aún en las zonas más urbanizadas.
A pesar de esta cercanía, los seres humanos sabemos muy poco sobre estos magníficos ejemplares de la naturaleza y las aves son criaturas bastante desconocidas para la ciencia. Se ha sugerido que su evolución divergió de la de los mamíferos en la era de los dinosaurios, y que por ello sus habilidades de supervivencia desafían las nociones comunes de inteligencia.
Encontrar estudios científicos de comportamiento puede resultar difícil, pues son animales impredecibles que fuera de su hábitat no logran adaptarse. Pero para comprobar la inteligencia de estos vertebrados y en ausencia de evidencia fácilmente recopilable, el ornitólogo canadiense Louis Lefebvre recurrió a la observación metódica para construir lo que se convertiría en la primera escala de inteligencia aviar.
Describió cómo los tordos picoteaban estiércol con ramitas, garzas que pescaban con moscas como cebo y buitres que se posaban en alambres de púas sobre tierras minadas, esperando que los antílopes pasaran para hacerse estallar.
Posteriormente, al estudio de la inteligencia aviar se sumaron las observaciones de la divulgadora científica Jennifer Ackerman. En su libro The Genius of Birds, Ackerman mostró evidencia de cómo muchas de nuestras preciadas formas de intelecto parecen haber evolucionado en las aves de manera bastante separada e ingeniosa, por lo que el argumento del uso de las herramientas como símbolo único de la evolución humana podría ya no ser tan acertado.
Ackerman es una de las escritoras científicas más aclamadas de Estados Unidos. Después de su primer libro, The Bird Way, recientemente publicó el que mencionamos, en el cual profundiza en las maravillas y peculiaridades del mundo aviar, cuestionando la idea convencional de que las aves y los mamíferos son completamente diferentes. Este libro es una celebración de la vertiginosa variedad de la vida y el comportamiento de las aves que ha cautivado a los observadores de aves y al público en general.
En el libro ella demuestra que las ingeniosas habilidades sociales y ambientales de las aves para resolver problemas las sitúan entre los miembros más inteligentes del reino animal. Por ejemplo, los cuervos fabrican herramientas, como ramas perfectamente podadas en palos solitarios que pueden recuperar la carne de los tubos de plástico. El canto de los pájaros también es motivo de admiración: la capacidad de algunos pájaros para escuchar un sonido y recrearlo tiene mucho en común con nuestra capacidad para aprender un lenguaje.
Ackerman dedica cada capítulo a una habilidad diferente de estos animales, pues asegura que las aves son capaces de recordar, sentir, hacer regalos y amar. Finaliza el libro con una discusión sobre las capacidades de adaptación de las aves, que serán vitales en el futuro cercano, ya que el cambio climático y la pérdida de hábitat han puesto en riesgo a más de la mitad de las especies de América del Norte y otras regiones del mundo.
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