Ilusión de control, engañarse creyendo que la voluntad es todopoderosa

“ El frente es una jaula en la que uno debe esperar, nervioso, lo que sucederá. Nos hayamos bajo la trayectoria de las granadas y vivimos en la tensión de la incertidumbre. El azar planea sobre nuestras cabezas. Cuando llega un obús, lo más que puedo hacer es agacharme; no puedo saber dónde caerá, ni puedo cambiar ese hecho ”, escribió Erich Maria Remarque en su extraordinaria obra “ Sin novedad en el frente ”, en la que cuenta los horrores de la Primera Guerra Mundial.

Allí aprendió que no podía combatir el azar, el caos y la incertidumbre. También aprendió que no podía controlarlo todo. De hecho, muy pocas cosas estaban bajo su control. Aprendió a fortaleció en lo que dependía de sus fuerzas ya dejar de preocuparse por aquello que escapó de su voluntad.

Por suerte, no vivimos en una trinchera y sobre nuestras cabezas no vuelan proyectiles, pero si queremos tener más paz interior y desarrollar una visión más objetiva del mundo, también deberíamos contrarrestar la ilusión de control. Necesitamos deshacernos de la idea de que podemos controlar todo lo que sucede y abrirnos más al azar y la incertidumbre.

¿Qué es la ilusión de control?

La ilusión de control es la tendencia a sobreestimar el control percibido sobre los eventos. En la práctica, creemos que tenemos cierto control, influencia o poder sobre los sucesos, incluso sobre los que son completamente incontrolables o escapan en gran medida de nuestro influjo y voluntad. Atribuir la máquina ganancia de la lotería o de una tragaperras a nuestra habilidad o buena suerte es un ejemplo de la ilusión de control, aunque en la vida cotidiana caemos continuamente en esa trampa.

La ilusión de control forma parte de lo que se conoce como sesgos causales. Las ilusiones causales se refieren a creencias ilusorias sobre las relaciones causa-efecto.

En el caso de la ilusión de control, la “supuesta” causa sería la acción, el pensamiento, el deseo o la intención de la persona de que se produciría un efecto determinado. Si ese efecto se materializa, la persona cae en la ilusión de control cree que ha sido provocada por su conducta, pensamiento, deseo o voluntad, aunque en realidad no haya sido así.

Somos víctimas continuamente de ese tipo de ilusiones causales, las cuales dependen en gran medida de la manera en que interpretamos la información sobre la ocurrencia de los eventos, los factores a los que atribuimos su causa y los resultados del mismo. 

Por esa razón, muchas veces la ilusión de control va de la mano del pensamiento mágico. Lo demuestra un estudio realizado en la Universidad de Princeton. En el experimento, los participantes observaron a otra persona que lanzó una pelota de baloncesto en miniatura a través de un aro. Cuando los participantes deseaban que el jugador encestara y este lo lograra, creyeron que la buena puntería se debía en parte a su deseo, aunque era obvio que las expectativas de los observados no podrían tener ningún efecto sobre el tiro.

Esa tendencia a atribuir poderes “sobrenaturales” a nuestra voluntad basándonos en supuestos erróneos o injustificados se denomina pensamiento mágico. Ese tipo de pensamiento suele generar ideas carentes de fundamento y explica en las que no existe ninguna relación causa-efecto comprobable. Sin embargo, a menudo nos lleva a creer que somos todopoderosos, induciéndonos a pensar que tenemos un mayor control sobre el medio del que realmente podemos ejercer.

El lado positivo de creer que tenemos el control

La ilusión de control nos genera seguridad. Nos tranquiliza y nos ayuda a dar sentido a un mundo que, de otra forma, podría parecernos demasiado caótico o amenazante. De hecho, aunque se trate de una ilusión, sus efectos psicológicos son muy reales.

A veces la ilusión de control puede ser beneficiosa, sobre todo cuando nos ayuda a asumir nuestras responsabilidades. Por ejemplo, cuando a una persona le diagnostican una enfermedad, es probable que quiera retomar el control aplicando cambios en su dieta y estilo de vida o siguiendo al pie de la letra el tratamiento médico.

En ese caso, la idea de que puede cambiar lo que le ocurre es positivo ya que le permite dar los pasos necesarios para cuidarse más. También se ha apreciado que cuando a los pacientes hospitalizados se les permite administrarse los analgésicos, suelen usar dosis más bajas que las que les prescriben los médicos, pero no experimentan más dolor.

Sentir que tenemos el control también puede impulsarnos a asumir una actitud más activa y optimista, aunque las posibilidades reales de éxito sean bajas. En la práctica, la ilusión de control puede suministrarnos la dosis extra de motivación que necesitamos. Puede convertirse en un elemento que nos empodera y nos brinda la seguridad necesaria para afrontar las dificultades.

Por supuesto, eso no significa que saldremos airosos o que conseguiremos los resultados esperados, pero al menos nos ayuda a plantar cara a la adversidad y muchas veces nos permite seguir aprendiendo, de manera que nos vamos convirtiendo en personas más resilientes y maduras.

Los efectos adversos de la ilusion de control

En plena dictadura de la Psicología Positiva , con superventas como “El Secreto” y frases optimistas adornando tazas y camisetas, pensar que nuestra voluntad no es todopoderosa va contracorriente. Sin embargo, es importante ser consciente de que la ilusión de control también tiene un lado más oscuro.

Un estudio desarrollado en la Open University Business School nos alerta sobre los “efectos adversos” de la ilusión de control. Estos investigadores comprobaron que los agentes de bolsa que creen tener más control sobre el mercado se desempeñan peor en su trabajo. Otro experimento realizado en la Universidad de Stanford aseguró que cuantos más poderosos nos sentimos, más fuerte se vuelve la ilusión de control y más nos desconectamos de la realidad.

De hecho, el mayor peligro que encierra la ilusión de control es que nos vuelve ciegos a las señales del medio. Si creemos que somos “todopoderosos”, es más probable que ignoremos las señales de advertencia del entorno que nos indican que las cosas realmente no están bajo nuestro control. La ilusión de control nos vuelve más insensibles a la retroalimentación, lo cual puede hacer que nos expongamos a los riesgos necesarios.

También nos vuelve más vulnerables a la culpa y el remordimiento. Si no respetamos las fuerzas del azar y creemos que todo depende de nuestra voluntad o deseo, seremos más propensos a culparnos por calamidades que no tienen nada que ver con nuestras decisiones o comportamientos.

De hecho, la ilusión de control se encuentra en la base de la culpa del superviviente, un estado que genera un profundo sufrimiento en la persona que sobrevive a otra porque se convence de que podía haber hecho algo para salvarla, cuando en realidad no era así .

Por tanto, necesitamos encontrar un equilibrio entre aquello que realmente podemos controlar y aquello que no depende de nuestra voluntad. Una visión más realista sobre el alcance de nuestros actos nos permitirá desarrollar una imagen más objetiva del mundo, sin caer en la indefensión, pero sin pensar que somos todopoderosos. Así podremos esforzarnos en cambiar lo que podemos cambiar y aceptar aquello que escape de nuestras manos, aprendiendo a fluir con las fuerzas de la vida. El resultado no es la resignación, es la paz mental.

fuentes:

Fenton, M. et. Alabama. (2010) Comercio de ilusiones: percepciones poco realistas de control y rendimiento comercial. Revista de Psicología Ocupacional y Organizacional ; 76(1): 53-68.

Rápido, NJ et. Alabama. (2009) Control ilusorio: una fuerza generativa detrás de los efectos de largo alcance del poder. Ciencias Psicológicas ; 20(4): 502-508.

Pronin, E., Wegner, DM, McCarthy, K. y Rodríguez, S. (2006). Poderes mágicos cotidianos: el papel de la causalidad mental aparente en la sobreestimación de la influencia personal. Revista de Personalidad y Psicología Social ; 91 (2): 218–231.

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