Corren malos vientos para la energía eólica

Los que creen que la crisis energética sólo afecta a los combustibles convencionales (petróleo, gas) se equivocan. La crisis es total. La industria eólica atraviesa un profundo bache debido a la explosión del coste de los componentes y las materias primas, incluidos el cobre (60 por cien desde 2020) y el acero (50 por cien desde 2020) y la competencia china.

A pesar de las cuantiosas subvenciones, las empresas tiene pérdidas, despiden a los trabajadores y cierran instalaciones. El número 1 del sector, la danesa Vestas, ha perdido 765 millones de euros en el primer trimestre de este año y ha anunciado el cierre de tres fábricas en Europa. El precio de sus acciones se ha desplomado un 40 por cien desde su máximo en noviembre de 2020.

Tras 20 años de subvenciones públicas, el futuro de la industria eólica alemana está en el aire. En 2020 un tercio de las licitaciones convocadas por el gobierno de Berlín para construir nuevos parques eólicos quedaron desiertas, en un país que es el campeón mundial de las políticas de “carbono cero”.

Gamesa ha perdido 200 millones de euros en el segundo trimestre de este año y se ha salvado gracias que es una filial del holding Siemens. Prevé unas pérdidas del 4 por cien este año. La cotización de sus acciones se ha reducido a la mitad.

El precio de sus acciones de Nordex cayó más de un 17 por cien en mayo de este año, tras advertir a los inversores de que las previsiones económicas son peores que malas.

Otra empresa alemana, Enercon, despidió a 3.000 trabajadores en 2019 y ha cerrado la planta de construcción de mástiles de hormigón que tenía en Francia.

Servion, también alemana, ha quebrado.

GE Renewable Energy ha perdido más de 400 millones de dólares en el segundo trimestre de este año.

El Green New Deal se había propuesto acabar con todos los combustibles fósiles en Europa antes de 2050, pero la pregunta es si para entonces habrá aún parques eólicos.

Europa carece de tecnología propia para la industria eólica. El 85 por cien de los componentes proceden de China. El Viejo Continente depende de Rusia para los combustibles convencionales y de China para los “limpios”. Bruselas se tiró a la piscina de la descarbonzación sin cerciorarse de que no había agua.

A los verdes no les gustan las extracciones mineras, pero las nuevas energías necesitan materias primas como cobre, litio, cobalto y níquel, entre otros. También necesitan nuevas redes de transporte, así como infraestructuras “inteligentes”.

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