Jesús de Nazaret en el Islam: contrastes entre dos visiones mesiánicas

Jesús de Nazaret en el Islam: contrastes entre dos visiones mesiánicas

Jesús de Nazaret, probablemente el hombre más famoso de la Historia, es identificado por casi cada habitante de este planeta como un profeta, rebelde o sanador carismático judío, del primer siglo de nuestra era. El maestro que pedía ser como «los lirios del campo» fue visto por sus primeros seguidores después de su muerte como el Mesías, el Cristo o Ungido prometido a Israel, la gran bendición de Yahveh que llegaría a su pueblo en tiempos apocalípticos. Pero además de un hombre, las Iglesias y confesiones en general, católicos, ortodoxos y la mayoría de los protestantes, le adoran como la segunda persona de la Trinidad; no un ser, sino el ser divino que, gracias a la Ruah de Dios, encarnó dentro de la naturaleza humana para redimirla del pecado y la muerte. El prólogo del Evangelio de Juan anuncia: en el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Para los creyentes, es del Maestro de quien debemos aprender, Santo y santificador a quien obedecen los ángeles y por quien dieron su vida los mártires, Juez justo y misericordioso para vivos y muertos, prometiendo vida eterna a quienes crean y se amen como él amó.

No obstante, la mayoría de los habitantes de Occidente desconoce que Jesús también es una figura relevante y reverenciada en el Islam, una de las tres grandes religiones basadas en el monoteísmo del patriarca Abraham, Ibrahim, desde Ur de los caldeos, hasta establecerse entre el pueblo árabe a principios del siglo VII, gracias a Muhamad. Islam, la sumisión a la amplitud de Dios, Al-lāh, es para sus creyentes la fe intemporal revelada a todos los profetas o nabí desde los días del proto-hombre Adán, puesta en negro sobre blanco en el libro sagrado Quran o Corán, para muchos, el único Logos de la belleza divina e increada.

Mi propósito en este texto es que podamos asimilar mejor este tema, y por ello considero prudente mencionar las principales coincidencias entre el cristianismo y el Islam, a saber, ambas religiones:

  1. Adoran a un único Dios creador, sin principio ni fin, omnipresente y omnipotente.
  2. Pretenden ser universales, es decir, llegar a toda mujer y hombre en el planeta, sin importar su etnia, cultura, lengua o país.
  3. Creen en el Juicio de la fe y acciones de vivos y muertos al final del mundo, en la resurrección o levantamiento de estos últimos, y en la recompensa de los justos con el Paraíso y el castigo de los malvados con el Infierno.
  4. Reconocen la existencia de ángeles, siervos y mensajeros celestiales que asisten a los hombres, además de la de Satán, Shaitán o Iblís, aunque con orígenes distintos.
  5. La oración es fundamental para ambos sistemas de creencias, como también el temor y amor a Dios, el auxilio a los pobres, la sexualidad en los confines del matrimonio y la veracidad de palabra.

Desde un punto de vista de análisis histórico, es claro que el Corán está inspirado tanto en la Torah y los salmos judíos, como en los evangelios cristianos, ya sean canónicos o apócrifos. Los musulmanes reconocen a las grandes figuras del Antiguo Testamento y, del Nuevo, a Juan el bautista, la virgen María y Jesús (Isa en árabe). Una sucesión de profetas que culmina en Muhamad, supuestamente habiendo completado la transmisión de la verdad divina.

El monoteísmo del Islam se manifiesta particularmente monolítico. Se puede decir que es la quintaesencia estricta de las creencias de los musulmanes. Dice así la Shahāda o su profesión de fe: «No hay más Dios que Al-lāh y Muhamad es su profeta». En su ministerio religioso y político, Muhamad advirtió vehementemente que ningún ser humano o criatura, él incluido, debería recibir forma alguna de veneración, menos aún ser asociado con el Supremo Señor. Desde este punto de vista, la doctrina trinitaria de los cristianos podría ser una blasfemia contraria a la unicidad perfecta del Todo Poderoso.

En el Islam, Jesús es recordado como un profeta libre de faltas, que predicó el amor y sumisión al Creador. Conforme a esta perspectiva, él habría sido sólo un hombre y el primero que condenaría que las Iglesias pudieran elevarlo al rango de un dios, en oposición a su vida obediente y dedicada a ser un mensajero, rasul. Empero, sí es reconocido como el Mesías prometido a Israel, quien habría venido al mundo para suavizar la dureza de la Ley de Musa o Moisés, en señal de misericordia, y a llenar los corazones de esperanza, piedad y mansedumbre. También como un taumaturgo que en nombre de Al-lāh habría sanado a los leprosos, curado a los ciegos y resucitado muertos. Se cuenta que realizó otros prodigios como hablar desde recién nacido o dar vida a esculturas de pájaros hechas con arcilla, algo no mencionado en la Biblia. Esto último es una clara evidencia del probable influjo directo o indirecto de textos apócrifos, por ejemplo, el llamado Evangelio de la infancia de Tomás.

Los musulmanes suelen pronunciar el nombre de un profeta seguido de la frase «la paz sea con él», confiados en la creencia de que éste permanecerá siempre en la presencia de Al-lāh. Esta reverencia no sólo se concede a Isa, sino también a su madre María o Maryam, bienaventurada debido a que el nacimiento de aquel es visto como un milagro en sí mismo. En consonancia con la Biblia, a la madres de Jesús se le presenta en el Corán como una joven virgen, reconocida por su piedad, quien habría recibido la visita del arcángel Gabriel o Jibril, anunciándole que daría luz a un hijo por intervención divina. Si bien esto es entendido por las Iglesias como la encarnación de Dios en hombre, para el Islam se trató de un prodigio de Al-lāh, quien dio vida a Jesús sólo declarando «sé», tal y como había hecho con el padre primigenio Adán.

Imagen islámica de la Anunciación (Mariam)

Imagen islámica de la Anunciación (Mariam) / Wikimedia Commons

El Corán no menciona la existencia de José ni la mayoría de los eventos de la Natividad narrados por Mateo y Lucas. María habría dado a luz en soledad, debido a las sospechas sobre el origen de su embarazo, retirándose a un lugar apartado, donde le sobrevendría el parto junto a una palmera. Al-lāh cuidaría de ella confortándola, haciendo brotar un arroyo a sus pies y dejando caer dátiles. El libro celebra su confianza o serenidad ante la voluntad del Creador, la menciona más que a cualquier otra mujer o que el propio canon bíblico, e incluso uno de sus capítulos o suras lleva su nombre. Es vista en el Islam como un modelo a seguir, digna de ser contada entre los profetas, sin mencionar que por su fe profunda y sin haberle dado un padre a su hijo, a Jesús se le suele referir como hijo de María.

Una diferencia notable entre el cuerpo de creencias cristiano y el islámico, es que el primero entiende vital la persecución infligida a Cristo, su juicio, pasión dolorosa y muerte en la Cruz. Este acontecimiento supuso un gesto de amor del hijo de Dios quien, como víctima inocente, se sacrificaría en nombre de los pecados del género humano, resucitando al tercer día como señal inequívoca del triunfo de la vida y el amor, sobre la muerte y la injusticia.

En contraste, muchos musulmanes afirman que Al-lāh no podría permitir ningún castigo injusto a sus profetas, por lo que con su divina intervención habría librado a Isa de la muerte, dejando que ángeles lo elevaran al Cielo y permitiendo que sus enemigos creyeran haberlo ajusticiado, engañándolos con un sustituto aparente. Es así que no dan valor alguno a un concepto de sacrificio penitencial en nombre de otros ni tampoco a un concepto como el «pecado original«. Esto es probablemente otra evidencia de la influencia de un cristianismo heterodoxo en los orígenes del Islam; en este caso, de corrientes como arrianos, gnósticos y docetistas, con algunas posturas similares sobre la Divinidad o la Crucifixión.

Si bien la idea de un Jesús que debió sufrir la muerte para luego regresar de la muerte no está presente ni extendida entre los musulmanes, su nacimiento extraordinario es recuperado o recogido como un elemento que le distinguiría en tanto un ser excepcionalmente puro y espiritual, en ese sentido superior incluso a Muhamad entre los profetas. El Islam pone más énfasis en el teomorfismo de la creación, una apertura sagrada que se nos sugiere entre la belleza del cosmos. Adán, el ser humano y lo múltiple surgieron sin madre y sin padre, directamente de lo infinito y uno. Isa nació de una madre, sin un padre, recordando al primer hombre.

En ese sentido, es claro que los musulmanes tienen en altísima consideración a Jesús o Isa, al menos a su versión del personaje; no obstante, éste es una figura algo difusa en las creencias islámicas, sobre la que no hay un acento único o consenso suficiente, ya que el Corán es encomioso, pero escueto respecto a su ministerio. En general, el libro pone más énfasis en una cuestión dogmática sobre el personaje, rechazando la teología trinitaria, que en las parábolas y sentencias por las que es famoso universalmente como maestro.

Los místicos sufíes sí rescatan a un Jesús más ascético, símbolo de una sabiduría amatoria que trasciende la dualidad, el dolor y la muerte. También vertientes chiíes pueden identificarse con su posible muerte pasional (debido al aprecio por los mártires en esta corriente), así como en la sutileza de su figura, propia de una enseñanza delicada y menos legalista que puede asociarse con el concepto del imán o imam, el corazón iluminado que anima a interpretar la verdad hasta su amplitud más profunda, desconocida y distante.

Jesús de Nazaret es así ara los musulmanes un profeta enviado a su pueblo para mostrarle las dulzuras de la fe, traer consuelo, prometer la resurrección de los justos, predicar sobre el poder y amor de Dios, promover el monoteísmo, además de anunciar el futuro ministerio de Muhamad, con quien Al-lāh concluiría su bendita develación. Según algunos creyentes, Isa habrá de regresar para enfrentarse a un falso Mesías, al-Masih ad-Dajjal. Tras conseguir derrotarlo, se le permitirá reinar desde Jerusalén sobre todo el planeta, una de las señales previas al gran levantamiento de los muertos y el Día del Juicio.


Alejandro Massa Varela (1989) es poeta, ensayista y dramaturgo, además de historiador por formación. Entre sus obras se encuentra el libro El Ser Creado o Ejercicios sobre mística y hedonismo (Plaza y Valdés), prologado por el filósofo Mauricio Beuchot; el poemario El Aroma del dardo o Poemas para un shunga de la fantasía (Ediciones Camelot) y las obras de teatro Bastedad o ¿Quién llegó a devorar a Jacob? (2015) y El cuerpo del Sol o Diálogo para enamorar al Infierno (2018). Su poesía ha sido reconocida con varios premios en México, España, Uruguay y Finlandia. Actualmente se desempeña como director de la Asociación de Estudios Revolución y Serenidad.

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