Nadie nace odiando su cuerpo, nos enseñan

Ningún niño llega al mundo sintiéndose defectuoso por su imagen corporal. ¿Qué sucede para que, en un momento de su vida, se sienta incómodo con aquello que refleja su espejo cada día? Lo analizamos a continuación.
Nadie nace odiando su cuerpo, nos enseñan

¿Qué sientes cuando te miras al espejo? ¿Te gusta lo que ves? ¿Lo aceptas o desearías poder cambiar ese cuerpo como quien se quita un vestido y se coloca uno más bonito y atractivo? Muchas personas mantienen a lo largo de su vida una compleja relación de amor-odio con su imagen física. Nos encantaría aceptarnos y querernos más, pero esto no siempre sucede.

Dicen que los cuerpos cuentan historias, relatos sobre nuestros cambios y vivencias que traspasan la piel. Sin embargo, no siempre es fácil respetar esa imagen que capta la cámara delantera del móvil. A menudo la camuflamos con filtros para ajustarnos al canon de belleza que dicta nuestra sociedad. Difuminando así nuestra individualidad y esas experiencias escritas en cada matiz de nuestra figura.

Vivimos en una sociedad que nos quiere iguales, que inocula la vergüenza persistente en quien, al ver su reflejo, se percibe distinto y hasta defectuoso. Lo aterrador es que esta sensación asoma de manera temprana en el ser humano. Tanto es así, que según una noticia publicada hace poco en The Guardian, 3 de 4 niños menores de 12 años ya se avergüenzan de su físico.

¿Qué está pasando? ¿Por qué establecemos una relación tan destructiva con nuestros cuerpos ya desde la infancia?

Vivimos en una actualidad en la que fenómenos como el body shaming (avergonzar a alguien por su apariencia física) se han convertido en una forma de acoso cotidiano, en especial en los medios digitales.

Niña cansada pensando que nadie nace odiando su cuerpo
Los niños y los adolescentes evidencian una relación cada vez más complicada con su cuerpo. Esto explica el aumento de trastornos de la conducta alimentaria.

Nadie nace odiando su cuerpo, ¿quién nos inocula ese desprecio?

A veces, tratamos nuestro cuerpo del mismo modo que tratamos nuestra mente: con juicios negativos y pensamientos disfuncionales. Parece que entre todas las relaciones que los seres humanos trazamos en nuestra vida, la más compleja es la que establecemos con nuestra imagen física. De hecho, es muy común tener altibajos, épocas de aceptación y momentos de tensa incomodidad.

Hay días que odiamos nuestro cabello, la forma de nuestra nariz, la celulitis de las caderas, ser demasiado altos, demasiado bajos, tener unos kilos de más o disponer de una complexión delgada. La apariencia es nuestra carta de presentación y parece que, en algún momento de nuestra vida, no nos sentimos dignos de mostrarnos al mundo tal y como somos.

Nadie nace odiando su cuerpo, es nuestra educación y la cultura quienes edifican ese autorrechazo. Un ejemplo, en una encuesta realizada en Reino Unido en el 2016 reveló que el 47 % de las chicas entre 11 y 21 años se sentían incómodas con su apariencia y que esto limitaba muchas situaciones sociales. Esta percepción, esta creencia, tiene un serio impacto en la salud mental.

Tanto es así que en una investigación de la Universidad Deakin, en Australia, se destaca cómo la imagen corporal distorsionada aparece ya en niños de entre 6 y 11 años y esto, se traduce a menudo en trastornos de la conducta alimentaria muy tempranos. ¿Qué estamos haciendo mal? ¿Por qué desarrollamos ese rechazo hacia nuestra imagen?

Las palabras que recibimos describiendo o juzgando nuestro cuerpo nunca son inocuas; de hecho, pueden modelar la percepción que tenemos de nosotros desde bien pequeños.

La educación y las narrativas familiares

«Emma es rechoncha y corpulenta como su tía y su abuela», «Pablo es como tu hermano, menudo y delgado como un junco»… Casi desde que venimos al mundo estamos rodeados de personas que describen nuestra apariencia física. Es importante recordar que toda palabra encierra un juicio de valor y que es a través de esas primeras frases como construimos nuestro autoconcepto.

La familia no solo educa, sino que con sus comentarios nos modela a través de narrativas que interiorizamos para edificar la imagen que tenemos de nosotros mismos. Una que no siempre es beneficiosa.

La sociedad y los ideales de belleza

Los ideales de belleza masculina y femenina cambiaron en la década de 1960 y principios de los 70 (Agarwal & Banerjee, 2018). De pronto, se ensalzó la delgadez. Atrás quedaron las curvas en las mujeres para ensalzar figuras casi imposibles. Algo parecido ocurrió con los hombres; desde ese momento el atractivo residía en aquellos jóvenes altos y musculados.

Estos modelos estereotipados se han integrado en el mundo del cine, la moda y la publicidad, convenciéndonos desde niños que la belleza reside en esas formas. Esa homogeneidad corporal provoca que en algún momento de la infancia nos miremos al espejo descubriendo que hay áreas defectuosas en nosotros.

La comparación social es un impulso natural en el ser humano. Nos comparamos para valorar qué nos diferencia y asemeja al otro y si hay algo que nos inquieta, es ver distancias entre uno mismo y los demás. La semejanza favorece la integración social y esto es lo que ansiamos desde que tenemos uso de razón…

Las redes sociales y la cultura digital

Nadie nace odiando su cuerpo, aprendemos a tratarlo mal, a desligarnos de él porque nos hacen creer que hay áreas desagradables en nosotros. Y un sector de la población que peor relación tiene con su imagen física son los adolescentes. Las redes sociales son ese universo en el que los jóvenes desarrollan su identidad y su percepción del mundo.

Cada vez que se asoman a ese plano para entretenerse, relacionarse o buscar información, se encontrarán con una visión de la realidad altamente distorsionada. Los ideales de belleza corporal son del todo irreales, pero eso no evita que los chicos y las chicas lleven a cabo todo tipo de esfuerzos por alcanzar esos esquemas estéticos.

Por si no fuera poco, quien no los alcanza se convierte en un paria social y es duramente atacado (body shaming). Asimismo, la frustración por no tener esa apariencia supuestamente ideal, les puede conducir a la autolesión y los trastornos de la conducta alimentaria (TCA).

Mujer incómoda con su cuerpo pensando que nadie nace odiando su cuerpo
No es necesario que amemos nuestro cuerpo, basta con respetarlo, con aceptarlo tal y como es.

Como respetar tu cuerpo desde hoy mismo

Sabemos que nadie nace odiando su cuerpo, que la sociedad, la educación y la cultura nos hacen creer que somos imperfectos. Tenemos claro, también, que detestar esa imagen que refleja nuestro espejo significa odiarnos como personas, invalidarnos, pensar que no merecemos ciertas cosas. Es como vivir en un hogar incómodo y desapacible.

Pero tu cuerpo es tu casa y debes cuidarla y respetarlo para sentirte fuerte mentalmente. La sociedad ya es lo bastante inhóspita, crítica y cruel como para abandonarnos y dar validez a los mensajes dañinos que nos envía. Debemos crear una buena alianza con nosotros mismos para avanzar con seguridad, sintiéndonos dignos de todo sueño y propósito vital.

Veamos como iniciar ese proceso de aceptación.

Para amar tu cuerpo, empieza por respetarlo

Todos tenemos defectos, matices que no nos agradan en nuestro cuerpo, pero no por ello debemos rechazarnos. Está bien que no nos gusten esas orejas demasiado prominentes o esa celulitis en los muslos. ¿Por qué no aceptarlos sin más? Asumir que el cuerpo no es perfecto reduce el estrés y la autocrítica.

¿Te has dado cuenta de todo lo que puedes hacer con tu cuerpo?

Párate un momento y reflexiona en un detalle. ¿Sabes cuántas cosas puedes hacer con tu cuerpo? Puedes caminar y llegar allá donde desees. Tu cuerpo te permite bailar, abrazar, acariciar, viajar, trabajar, sentir… La vida no sería posible sin ese envoltorio físico que te permite disfrutar y llevar a cabo infinitas tareas.

Practica el autocuidado y regálate momentos de bienestar

Puede que lleves mucho tiempo sin deleitarte, sin darte instantes de bienestar gracias a tu cuerpo. Haz una excursión en soledad, ve de compras, ponte un vestido que realce tu atractivo, relájate… Tu cuerpo no está ahí solo para que te dejes llevar por él, está para que puedas disfrutar de la vida.

Elige bien con quien te relacionas y practica el pensamiento crítico

Las personas que nos rodean deben transmitirnos modelos saludables de imagen corporal. Evita a quienes se obsesionen por su físico, a los que te juzgan por el tuyo y a quienes defienden ideales de belleza distorsionados. Es necesario desarrollar un pensamiento crítico capaz de entender que no todo lo que aparece en redes sociales se corresponde con la realidad.

Comprendamos que el universo digital se mueve por algoritmos, no por principios éticos y valores saludables. Nadie nace odiando su cuerpo, pero crecemos avergonzados e inseguros por nuestra apariencia física. Hay algo que estamos haciendo mal como sociedad y que debemos corregir.

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Un comentario en “Nadie nace odiando su cuerpo, nos enseñan

  1. Sí, pero no es lo mismo aceptar la forma o tamaño de la nariz, las orejas o las caderas, que es algo que sí debemos hacer, que aceptar una obesidad desmedida, que más que un problema estético es un problema de salud.

    Actualmente la alimentación es muy deficiente en la mayoría de personas y genera cuerpos desproporcionados y anómalos. Predicar aceptarlos es validar y perpetuar la aberración y el daño.

    Hay dismorfias tontas, como las mencionadas de tamaño o forma de nariz, orejas, pies, caderas, brazos, pecho, etc; y hay otras que encierran un problema de salud como la obesidad. No todo vale ni todo es igual.

    El sobrepeso es dañino para la salud, y por tanto es un problema de salud, no meramente estético. No se trata de aspirar a cuerpos apolíneos, pero sí a cuerpos saludables. Mantener un peso adecuado y una condición física óptima debería ser una prioridad en nuestra vida. La industria no lo va a hacer por nosotros, ellos siempre buscarán su beneficio económico, no tu salud.

    Vivimos días en los que se persigue como apestados a los fumadores y se pregona la aceptación de los gordos, siendo ambos casos problemas de salud. Pero son, interesadamente, tratados de manera distinta.

    Da igual si tienes una nariz como un águila, unas caderas como un jarrón o unas orejas como un coche con las puertas abiertas. Pero no da igual si arrastras 30 kilos de más.

    Y estos mensajes engañosos están validando lo que debería combatirse. E insisto, no es por estética, es por salud.

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